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Ang Lee: «Mi película es una fábula sobre la fe y la esperanza».

El cineasta ofrece una bella lección de supervivencia en «La vida de Pi», su nuevo trabajo, que pisa fuerte para los Oscar

Ang Lee: «Mi película es una fábula sobre la fe y la esperanza».
Ang Lee: «Mi película es una fábula sobre la fe y la esperanza».larazon

Algo tiene que haber de locura o temeridad para embarcarse en una película que reúne en sí los tres elementos «malditos» -niños, animales y agua- de los que todo director huiría instintivamente. Porque asumir un rodaje con esa terna de ingredientes es como enfrentarse a una fórmula matemática en la que siempre quedará alguna incógnita por despejar. «La vida de Pi», su primer trabajo en 3D, es la difícil ecuación que el oscarizado Ang Lee se ha propuesto y conseguido resolver pese a todas las adversidades a las que el director de origen taiwanés ha tenido que enfrentarse. «Es un proyecto lleno de retos y una suerte poder hacerlo», cuenta a LA RAZÓN al referirse a esta adaptación cinematográfica de la novela homónima escrita en 2001 por el canadiense Yann Martel. Un éxito literario que enseguida sedujo a los productores de la Fox. Sin embargo, el guión ha dormido durante mucho tiempo en los cajones de Hollywood.

Antes de Lee, fueron otros los elegidos pero sin fortuna. Night Shyamalan («El sexto sentido»), Alfonso Cuarón («Y tu mamá también») y Jean-Pierre Jeunet («Amèlie») abandonaron o fracasaron en el intento de llevar a la gran pantalla esta historia fantástica, difícilmente plasmable en celuloide, que conjuga la aventura, la búsqueda espiritual y explora los límites de la fe y la resistencia humana. «Cualquiera que lea el libro llega a la conclusión de que es muy difícil convertirlo en película. Y técnicamente es todo un desafío», admite el director. Tampoco fue nada fácil para el guionista, David Magee, que, de no ser por el constante apoyo de Lee, «del principio hasta el fin fue el motor del proyecto», confiesa, habría renunciado.

Tres continentes, dos océanos

Como a menudo en sus historias, dos culturas y distintos horizontes -a veces muy lejanos- se dan la mano. Aquí, sus protagonistas recorren tres continentes y surcan dos océanos. De hecho, casi dos tercios de la acción transcurren en el agua dentro de un bote salvavidas con dos náufragos, improbables compañeros de viaje: un adolescente y un tigre, que protagonizarán una aventura tan trepidante como espiritual. «Es una fábula sobre la fe y la esperanza» resume Lee. Una suerte de homérica odisea y no solo para el personaje principal sino también para el propio realizador. «Puedo decir que hay paralelismos entre lo que experimenta el personaje de Pi y cómo tiene que ingeniárselas para sobrevivir -con un tigre como enemigo- y cómo yo tuve que arreglármelas para hacer que la película sobreviviera».

Muchos han sido los baches desde que hace cuatro años echara a rodar esta macro-producción rodada entre India y Taiwán y que ha contado con un presupuesto aproximado de cien millones de dólares. Ocho meses pasó Ang Lee trabajando en la pre-producción, llegando incluso a desesperar a los estudios que finalmente se rindieron ante sus propuestas. «Durante mucho tiempo no supe cómo hacerlo. Me parecía imposible hasta que decidí añadirle una tercera dimensión. Pensé que la tecnología 3D ayudaría a abrir la mente del espectador». Y el resultado es visualmente prodigioso. Además, en ese lapso temporal, el equipo de Lee ya había encontrado a Pi, un joven indio de apenas 16 años y ninguna experiencia cinematográfica que fue elegido entre tres mil candidatos cuando en realidad acudía al casting acompañando a su hermano. Suraj Sharma llevaba en él el personaje. La inocencia y naturalidad que requería su papel. «Cuando le tuvimos enfrente vimos la película», explica Lee. Pero no contaban con que además de las dificultades inherentes a este arriesgado rodaje, en el que el agua es un protagonista más, tendrían que enseñar a nadar al actor principal.

Richard Parker es el nombre de la fiera. El tigre con el que comparte su periplo le infunde el miedo necesario para mantenerse en vida y encarna también una suerte de esperanza, que junto con la fe y las dudas convergen en «La vida de Pi», aunque son conceptos «muy abstractos» para llevarlos al cine, reconoce Lee. «En el filme se habla de religión al principio pero después queda a un lado. Se explora la relación con Dios para examinar nuestra religión y para dar fuerza a la historia que contamos».

Entre ambos personajes se teje una relación que aborda toda la gama de sentimientos posibles terror, ternura, compasión..., y que gracias a la más avanzada tecnología 3D -«made in James Cameron»- involucra emocionalmente y en primera persona al público. Como en el libro, el final se presta a la libre interpretación del espectador, entre una conclusión más realista y otra más alegórica.

Para el autor del «best-seller», Ang Lee era la opción más idónea «porque su películas son muy potentes en emociones. Abarcan todos los ámbitos, desde pequeñas e íntimas historias hasta espectaculares filmes». Y su libro, «lleno de colores y contrastes: el océano azul, el barco blanco, el chico de piel tostada, el tigre naranja y negro, la isla verde y la India», siempre lo ha visto como una obra muy visual e «intrínsecamente cinematográfica». Su traslado al fotograma es, según Martel, como la traducción a una nueva lengua. Y ya van cuarenta y tres.

Si la novela es el punto de partida y Lee asegura haber sido «fiel a la esencia del texto», la película es un periplo visual y «es ese viaje el que me interesa». Un viaje azotado por tempestades. En sentido literal y figurado. «Sin exagerar, podría decir que entre tres y cinco veces por día pensaba que no terminaríamos nunca película. Y hasta creí en algunos momentos que sería mejor no hacerla», recuerda Lee asumiendo un punto de locura al escoger este proyecto «tanto por mi parte como por la de los estudios», dice entre risas.

Un zoo en el agua

Para recrear el hundimiento del barco en que viajaban Pi, su familia y los animales del zoo que su padre regentaba en el enclave francés de Pondicherry, en India, antes de decidir emigrar a Canadá, fue necesario construir un inmenso tanque de nada menos que 70 metros de largo con capacidad para 4,5 millones de litros de agua. Y concebir el autogenerador de oleaje más grande que se haya diseñado. Aunque las tempestuosas aguas en escenas como las del naufragio o la llamada «tormenta de Dios» que pone a prueba la fe del joven Pi fueron generadas informáticamente. Como también lo fue el tigre. De hecho, uno de los principales retos para el joven Sharma fue tener que interpretar su papel imaginando la bestia enfrente pero sin tenerla. Solamente un puñado de escenas se rodaron con animales de verdad. En total, cuatro ejemplares -tres franceses y uno canadiense- fueron utilizados para captar y modelizar cada uno de sus movimientos y actitudes, evitando en todo momento asignar cualidades humanas a una fiera salvaje. Hasta quince personas fueron necesarias para crear digitalmente la piel del tigre y sus diez millones de pelos.

Las proezas técnicas ideadas para el filme junto a la tecnología 3D más puntera que Lee utilizaba por primera vez ha sido como asomarse a lo desconocido. Con todos los riesgos que eso conlleva. «Nunca antes en mi carrera me encontré en la situación de haber trabajado durante doce horas, solucionando problemas, para al final no tener nada. Resulta frustrante». Pero tanta penuria parece haber tenido ya una primera recompensa. Las elogiosas críticas tras su presentación en el Festival de Nueva York en octubre pasado le auguran una buena cosecha de galardones y un sitio en lo más alto del podio en los próximos Oscar. Confiesa que le «incomoda» competir con las obras de otros directores y lo explica por la timidez «que aún puedo sentir a veces», a pesar de la fama y el reconocimiento granjeados en más de dos décadas de trayectoria. «No puedo decir que no me importe, porque si participas en la carrera, participas con todas sus consecuencias. Y sin cinismo. Llevas muchas personas contigo. Tres mil han trabajado durante tres años en este proyecto, así que si decides participar en esta carrera de fondo, mejor ir a por la medalla de oro».