Cine
"La buena letra" de Celia Rico para adaptar la prosa de Chirbes
En su tercer largometraje, la directora sevillana se basa en una novela del escritor valenciano para contar la posguerra "a partir de la historia minúscula, a través de los gestos más pequeños y cotidianos"
Leemos una frase de Rafael Chirbes, como si fuera una advertencia, justo antes de que empiece la película: «La buena letra es el disfraz de las mentiras». El sujeto de esta sentencia da título a una novela del escritor valenciano, autor de «Crematorio» y «En la orilla», y también a la adaptación creativa que ha hecho de la narración la cineasta Celia Rico Clavellino (Constantina, Sevilla, 1982) para su tercer largometraje. La directora de «Viaje al cuarto de una madre» nos explica qué hay detrás de este aforismo o, al menos, qué significado le da ella: «Es una frase compleja que lo que hace es poner en evidencia las palabras bonitas, invitar a rascar un poco y ver más allá: detrás de algunos gestos hay otras intenciones. Esto tiene que ver con toda la obra de Chirbes. Él decía que había que desconfiar de la cultura –prosigue Rico–, que detrás de cualquier riqueza siempre hay un crimen originario».
Abunda la cineasta en esta cita refiriéndose a la caligrafía de la protagonista de la cinta, la abnegada Ana, interpretada magistralmente por Loreto Mauleón: «Ella intenta mejorar esa caligrafía de la que se avergüenza: tener una buena letra. Pero luego, esa letra bonita se convierte en una mentira piadosa. Me gusta pensar que en un futuro Ana no se va a avergonzar de su caligrafía porque representa lo que es, ¡es su identidad! Y muchas veces uno quiere ser el otro, y en eso uno puede claudicar, traicionarse, y convertirse en lo que te está oprimiendo».
Tras digerir la interesantísima respuesta ofrecida por la cineasta, le sacamos a relucir otra cita literaria, esta mucho más sutil pero no menos relevante para la trama de la cinta, que quizás justifique o trate de comprender la actitud del cuñado de Ana, Antonio, encarnado por Eric Auquier, quien pudiera ser acusado de traidor o arribista. En esta ocasión escuchamos –y escucha Ana– al propio Antonio, en el patio, con su flamante esposa Isabel sentada en sus piernas, leerle «El árbol de la ciencia», de Pio Baroja: «‘Este alegre repique vibró de una manera siniestra en los estómagos vacíos del pueblo. El individuo no ve las cosas como son porque no le conviene’. ‘No es un consejo admirable’, dijo Andrés [al tío Iturrioz]: ‘La voluntad y el deseo de vivir es tan fuerte en el animal como en el hombre’».
Interrogamos, a continiación, a Celia Rico sobre la intención de los pasajes literarios como el citado y las estrofas musicales –Carlos Gardel o Antonio Machín– que trufan la película: «Todo lo que son los referentes literarios y musicales para mí tienen la misma relevancia que cualquier dialogo que escribo para un actor –dice esta–. Forma parte de la construcción de los personajes y del rigor de la época: me gusta que el mundo de la literatura y la musica forme parte de las películas».
Adaptar una novela
Tanto en «Viaje al cuarto de una madre», su exitosa ópera prima, como en «Los pequeños amores» Rico parte de un guion original, propio. No así esta vez que, como hemos dicho, construye sobre una narración de un novelista. «Al estar acostumbrada a partir de experiencias, de sensaciones, de emociones que me inquietan, la escritura surge muy de la entraña; en este caso era al contrario: atravesar el universo de Chirbes y ponerlo en dialogo con las preguntas que me estimulan para trabajar», explica la directora de «La buena letra».
Y abunda: «Al principio ese diálogo me parecía que no iba a ser natural, pero luego me di cuenta que hay mucha conexión con la mirada de Chirbes, tan atravesada por la condición de clase; hay una lucidez en su trabajo que me ha ayudado a pensar y plantearme ciertas cuestiones más allá de lo generacional, y va con el contexto del país. Ha sido un desafío por lo complejo de su obra y un privilegio poder entrar en ese mundo y partir de un material tan rico.»
Nos preguntamos y le preguntamos qué le vio en concreto la cineasta a esta triste historia de posguerra para decidir llevarla a la gran pantalla: «Esta novela tiene la capacidad de contar la historia de un país a través de la historia minúscula, a partir de los gestos más pequeños y cotidianos –explica–, y que se pueda contar así es algo que me hacía sentirme muy cómoda porque es de donde he construido mis películas anteriores».
«Luego, me ha permitido homenajear a las mujeres que no han formado parte de la historia de la guerra y la posguerra que se ha contado –añade Rico–. Pude así preguntarme también cómo lo pudieron vivir mis abuelas, mis familiares: el cine, al final, te permite parar el tiempo y asomarte a determinados momentos, y atraversar determinadas cuestiones con esa posibilidad de ponerte en la piel del otro», comenta la directora de «La buena letra».
Además, con esta cinta, Celia Rico parte por otro eje su zona de confort: sale por primera vez de lo contemporáneo para introducirse en un episodio del pasado. Para reconstruir ese ambiente, ese clima de posguerra, la cineasta afirma que «ha sido un trabajo de mucha documentación: nos preocupaba mucho en darle vida a los espacios que teníamos que recrear, porque los rastros de la guerra, sus grietas, ya no están en nuestra geografía. Ha sido una labor muy expresiva, artística, para la que hemos tomado muchos referentes pictóricos, fotográficos y literarios de la época que podían entrar en diálogo creativo con la película–explica esta–. He disfrutado mucho, y dentro del naturalismo que a mí me gusta, me ha permitido hacer quizás un trabajo más artístico que en anteriores ocasiones».