Crítica de «Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan»: Uno para todos y... continuará ★★★1/2

Otra de capa y espada. Por fin, dirán muchos. Y a lo grande, con un costosísimo presupuesto detrás que se nota en cada fotograma (del vestuario a la majestuosa, impecablemente oscura y sucia ambientación, que hablamos de la Francia del siglo XVII), y con los, de tres a cuatro, que ya entenderán cómo se produce el incremento gracias al filme, inmortales mosqueteros frente a la cámara. Tras ser dado por muerto, D’Artagnan (François Civil) llega a París, donde intenta por todos los medios unirse al cuerpo de los soldados de Luis XIII. Lo que consigue gracias a «batirse en duelo» con Athos (un introspectivo y elegante Vincent Cassel), Porthos (ahora bisexual, es una de las pocas licencias que se toma el director imaginamos que por aquello de las cuotas) y Aramis, lo que no sucede, claro, de hecho, acaban siendo colegas de oficio y juergas, pero el tema se complica cuando aparece el conspirativo cardenal Richelieu y la misteriosa Milady de Winter, una villana digna del Universo Marvel.

El futuro del país está en juego por culpa de una infidelidad que unos quieren aprovechar en beneficio propio y, otros, ocultar a toda costa, aunque sea inglesa. Las numerosas escenas de acción resultan tan clásicas como espectaculares, y en cuanto al final de la cinta... bueno, como sucedía con los folletines, pues eso, que continuará, así que no dejen todavía las clases de esgrima.

Lo mejor:

Es una adaptación a lo grande con mucha, y buena, acción, romances y traiciones

Lo peor:

Nos habría gustado ver más escenas con Ana de Austria, porque Krieps está genial