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La razón de Estado manda

Marc Dugain pone el foco en las bodas reales entre infantes en la corte de Versalles.

La razón de Estado manda
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Marc Dugain pone el foco en las bodas reales entre infantes en la corte de Versalles.

Coser cinematográficamente las redes del pasado de acontecimientos históricos se está empezando a convertir en una más que interesante costumbre revisionista que el novelista y director francés Marc Dugain no ha querido pasar por alto para la elaboración de su nuevo trabajo. En «Cambio de reinas» deja constancia de ello a través de un homenaje estético a la corte francesa y del relato de un episodio de intercambio de monarcas poco conocido. Sorprende el papel de los más pequeños en una época en donde la infancia era si acaso un espejismo endeble de la inocencia: «Esos niños eran tratados con enorme cinismo y crueldad. Me interesaba hablar con criterio de la inusual situación que vivían a través del tratamiento de una estética fuerte. Curiosamente, de esa época lo que hemos guardado son cuadros, edificios, arquitectura, pero poco queda de las relaciones humanas que daban vida a los lugares. Lo importante es revivir de verdad a esos personajes que existieron y que un día tuvieron los mismos miedos y las mismas dudas», comenta el director. «En aquella época a los niños enseguida se les trataba como adultos. No había transición. Se les obligaba a madurar demasiado pronto y con demasiada prisa», añade. El establecimiento de un combo de enlaces matrimoniales entre la joven de doce años Luisa Isabel de Orleans con Luis I de España de quince y el precoz Luis XV de Francia con la Infanta Mariana Victoria de Borbón de tan solo cuatro años de edad, vertebra el guión de una película en la que las mujeres son pilar, forma y esencia de la trama.

Mujeres de Corte

«El personaje de Palatina –interpretado por la actriz Andrea Ferreol– es grandioso y visionario. Ella es consciente de que a las princesas, jamás se las ha considerado otra cosa que un trozo de carne con quien casarse y desde su actitud y su silencio intenta revelarse contra ello», señala Dugain. Intrigas políticas, amistades ciertamente peligrosas, opulencia, derroche y despotismo se mezclan en una Francia en la que tal y como apunta su director «los hijos del pueblo llano morían de hambre y los hijos de la aristocracia morían de aburrimiento».