Los cabezudos que conducen a la revolución
Fermin Muguruza cuenta en “Black is Beltza” un tiempo de revolución cultural y política a través de un suceso real de racismo en Nueva York con pamploneses implicados
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Fermin Muguruza cuenta en “Black is Beltza” un tiempo de revolución cultural y política a través de un suceso real de racismo en Nueva York con pamploneses implicados
Es una historia real: en 1965, la comparsa de gigantes de Pamplona, imagen típica de las fiestas de San Fermín, es invitada a desfilar en la Quinta Avenida de Nueva York. Pero no todos podrán salir al pasacalles: debido a la discriminación racial, las autoridades norteamericanas prohibieron la participación de los dos gigantes negros. A partir de este hecho histórico que Fermín Muguruza leyó en un diario en 2001, el músico y director de cine construye en “Black is Beltza” el relato de Manex Unanue, uno de los mozos que debía portar a uno de los gigantes negros que, decepcionado con la docilidad del resto de compañeros de acatar la orden, decide no volver a casa.
La mirada de este joven asiste a los acontecimientos que marcaron la convulsa sociedad de mediados de los sesenta: los disturbios raciales derivados de la muerte de Malcolm X, las excentricidades de los personajes de The Factory, las alianzas entre los servicios secretos cubanos y los Black Panthers estadounidenses, la psicodelia proto-hippie que inundó los festivales musicales de la época, los juegos de intereses de los espías de ambos bandos durante la Guerra Fría, el espíritu del Che en el Congo, Argelia y su muerte en Bolivia y hasta la independencia argelina. Para Muguruza, nacido en 1963, ese tiempo es también el del realismo mágico literario, una historia con una vertiente cultural y otra política. “Es que no se puede entender una sin la otra. La lucha por los derechos civiles va enlazada con las manifestaciones cantadas. Están ligadas a una Aretha Frankllin que hace la versión de ''Respect'' de Otis Redding. La independencia argelina, por ejemplo con el chaâbi, o la independencia jamaicana, con el ska. Ambas ocurren en el 62, tres años antes de los hechos de la película, que es la excusa de la historia”, cuenta Muguruza, que lleva ya cuatro años enfrascado en un proyecto que ha crecido multidisciplinar: de la novela gráfica, a la exposición, al documental de cómo se hizo y a una banda sonora editada independientemente.
Muguruza recuerda que el mundo de la música se implicó en apoyar a Angela Davis cuando es condenada a muerte. “John Lennon compuso una canción para ella, los Rolling Stones también y la propia Aretha Franklin quiso mandar el dinero para su defensa. También lo intentó Nina Simone y al final resultó ser, irónicamente, un granjero blanco quien lo hace”, cuenta.
La cuestión es si se puede dar una manifestación cultural que no sea política: “Yo creo que todo lo personal es político -sostiene Muguruza-. Sin embargo, hay algo que decía Desmond Tutu que tiene mucha razón. Ante una injusticia, si no la denuncias, de alguna manera estás siendo parte del problema. Yo entiendo y aprecio mucho una serie de artistas o escritores como Borges, que me parece inmenso en su literatura pero detesto su forma de pensar. En música, por ejemplo, los Rolling Stones fueron a cantar a los soldados durante la Guerra de las Malvinas y aquello fue un choque cultural. Hoy en día se parecen más a una empresa y Mick Jagger es una tarjeta de crédito andante. Pero para mí no es un problema escuchar ''Simpatía por el diablo'' a pesar de todo”.
La lectura de aquel suceso racista que se puede hacer en 2018 es, a juicio de Muguruza, aquella obviedad de conocer le pasado para comprender el presente. “Hoy tienes gente tan espeluznante como Trump, que era inconcebible entonces y sigue cada día dando cancha a los supremacistas blancos. No es baladí entender que sigue existiendo un movimiento importante como el ''Black lives matter'' y no tienes más que recordar el atropello de aquella chica... fue terrible. Es un problema real. ¿Qué hemos avanzado realmente? Pues como humanidad eso hay que ponerlo en el tablero”, señala. En la trama también aparecen las sucesivas revoluciones políticas que también parecen haber quedado disueltas como azúcar en el océano. “Es cierto que existe esa sensación: por eso me parece importante conocer el momento. Entonces todo estaba muy implicad: estalla la liberación de la mujer y la ruptura del amor convencional. Y es bueno observar que hay un neoliberalismo atenazador, que es frustrante, pero desde la cultura se plantean nuevas propuestas. Existe todavía una llamada a que haya un cambio porque la supervivencia de la humanidad está en cuestión por el propio sistema económico. Ya no se sabe dónde están los focos de poder y la toma de decisiones. Por eso es bueno dar un ejemplo con la organización independiente, colaborativa. Y ser insumisos. Ya en su día nos mostró con su ejemplo alguien como Muhammad Ali, que estaba dispuesto a perder su título y no boxear por negarse a ir a Vietnam. Eso son ejemplos interesantes y mostrarlos en la película supone un ejemplo de que cabe otra forma de hacer, de pensamiento”, concluye Muguruza.