«Spiderman: un nuevo universo»: Apoteosis lisérgica del hombre araña
Directores: Bob Persichetti, Peter Ramsey, Rodney Rothman. Guión: Phil Lord y Rodney Rothman. Voces originales: Shameik Moore, Jake Johnson. EE UU, 2018. Duración: 117 minutos. Animación.
¿Otro Spiderman en nuestras vidas? ¿Era necesario volver a relanzar las telarañas, a diseñar un nuevo pijama azulgualda, a retomar las dudas adolescentes del alumno de instituto tocado por la gracia arácnida? A tenor del resultado, por supuesto que sí. Ningún «reboot» superheroico que nos asalte la memoria ha llegado tan lejos en reinventar el imaginario de un personaje tan icónico. Los creadores de «La Lego película» lo han conseguido abordando el mito desde una abrumadora renovación formal, en la que la animación que imita la cuatricromía de la impresión de los cómics clásicos logra un efecto de profundidad alucinógeno, desenfocando fondos y dándoles volumen. Se trata de buscar un centro de gravedad distinto a un personaje que no quiere despegarse del pasado cuando se proyecta hacia el futuro. Narrativamente, «Spiderman: un nuevo universo» no es menos sofisticada, y trabaja con osadía, desde la teoría de los mundos simultáneos, en la creación de un vacío del espacio-tiempo donde es posible invocar una versión fractal de Spiderman. No hay una sino cinco encarnaciones del mito que luchan al alimón contra el Mal, y cada una personifica un estilo de animación distinto, toca un tono discordante (que acepta incluso a Peter Porker, versión gamberra del Porky de los Looney Toones), como si un cuento de Borges y otro de Italo Calvino hubieran sido reescritos por un Robert Coover en pleno viaje lisérgico. En este contexto, lo que menos importa es la trama (con absurdo «macguffin» incluido), siempre y cuando siga su lógica metaficcional. La película atraviesa todas las fases de la tarea del héroe, insiste en que cualquiera de nosotros puede ser el elegido, convierte a un hijo de afroamericano y portorriqueña en su protagonista –Miles Morales, que apareció por primera vez en el universo Marvel en 2011–, da espacio a las versiones femeninas de la genética superarácnida, pero, lejos de ser un himno a la multiculturalidad, integra estas novedades con una frescura y una energía al margen de cualquier agenda de corrección política.