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Tarzán, el lado salvaje de un «lord»

Esta nueva versión del clásico, con el sueco Skarsgard como protagonista y multitud de efectos digitales, lleva al «rey de los monos» desde la confortable Londres a la selva africana.
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Esta nueva versión del clásico, con el sueco Skarsgard como protagonista y multitud de efectos digitales, lleva al «rey de los monos» desde la confortable Londres a la selva africana.
Tarzán regresa a la gran pantalla. Pero ni vive en la selva ni viste con taparrabos. Ahora pasea por las calles lluviosas de Londres, toma el té en Downing Street con el dedo meñique levantado, se desenvuelve con políticos y calza sofisticados zapatos de piel. David Yates, el célebre cineasta responsable de las últimas cuatro películas de «Harry Potter», no viene con un «remake» estilo el «Libro de la selva» bajo el brazo. En «La leyenda de Tarzán», el que fuera el rey de los monos es ahora lord John Clayton III, lleva un traje de tres piezas y habla perfectamente inglés.
En definitiva, no hay ni rastro del mítico hombre salvaje con el inconfundible grito para salvar a su Jane. Al menos, en las primeras escenas porque la historia comienza en la capital británica, donde el protagonista lleva viviendo casi una década. Lo que le arrastra luego hacia su antiguo hogar en el Congo es la misión comercial para Westminster, donde se encuentra utilizado como peón en una estrategia para reforzar la opresión belga sobre África Central. «No es el Tarzán que conocemos», explica Yates. «Es una gran experiencia épica cinematográfica basada en cómo vemos el mundo ahora mismo, en cómo conectamos los unos con los otros y con los animales», matiza.
Desde la primera aparición en 1912 de la historia de «Tarzán de los monos», la creación del célebre novelista Edgar Rice Burroughs ha permanecido como el personaje más duradero de la cultura popular del siglo XX. «¡Es como el súper héroe original!», comenta Alexander Skarsgård («True Blood»), quien se mete en el papel protagonista. El actor sueco aún recuerda cómo se lanzaba sobre las cintas VHS de su padre, el también intérprete Stellan Skarsgård, entre las películas de blanco y negro de 1930 y 1940, cuando el campeón de natación rumano Johnny Weissmuller protagonizó el papel. La clásica narración del hombre huérfano criado por animales ha dado pie a 24 novelas, medio centenar de películas, más de 30 series de dibujos animados y casi 500 cómics. «Había que sorprender a la audiencia y darle algo inesperado y el hecho de que la trama comience en Inglaterra me pareció muy inteligente», matiza.

El corazón del Congo

«No es hasta que Tarzán llega al Congo cuando sus raíces resurgen lentamente y se transforma, pasando de ser un sofisticado lord británico a adoptar un estado más primitivo, de ser John Clayton a convertirse en Tarzán... y él no quiere eso. Tiene miedo de quién fue, miedo del lado más animal de su personalidad. Pero es vulnerable sin Jane y cómo se reencuentran el uno con el otro es lo que realmente conduce la película», matiza durante la presentación de la cinta en Londres.
Como su compañero de reparto, Margot Robbie, la aclamada estrella de «El lobo de Wall Street» y próximamente «Escuadrón Suicida» se sintió atraída desde el momento en que leyó el guión. «Jane no es una damisela en apuros. Es una mujer independiente con mucho carácter», matiza. «Pero obviamente es una genuina historia de amor», añade. Mientras Skarsgård tuvo que someterse a una estricta dieta y un duro programa de entrenamiento, la atractiva australiana se reveló contra los productores cuando éstos le pidieron perder peso para el papel. «La película está ambientada en el Siglo XIX. Así que si Jane tenía algo de peso era incluso mejor por los cánones de belleza», explica. Por otra parte, no estaba dispuesta a privarse de nada precisamente cuando era la primera vez que podía vivir en Inglaterra y disfrutar de sus pubs.
En efecto, la cinta está rodada en la selva artificial creada para la ocasión en los estudios de Warner Bros, en Leavesden. Sin embargo, como parte del presupuesto de 180 millones de dólares invertido –según la web especializada Box Office Mojo– durante la fase de preproducción, Yates y el equipo principal se aventuraron en una exploración en helicóptero de los bosques pluviales de Gabón, una de las últimas junglas intactas del planeta. Allí grabaron por el aire durante seis semanas para capturar bosques, acantilados y cascadas utilizando un innovador conjunto de varias cámaras de alta definición. «Es verdaderamente tecnología del siglo XXI», añade maravillado el director. «Puedes conseguir lo mejor de Gabón –los claros y espectaculares paisajes– con lo mejor que un diseñador de producción tres veces ganador al Oscar como Stuart Craig puede hacer en el Reino Unido; puedes unir de forma íntegra las dos digitalmente y luego tenerla rodada en 20 semanas», explica.
Por otra parte, habiendo trabajado en la película de 1984 de Hugh Hudson, «Greystoke, la leyenda de Tarzán: el rey de los monos», el equipo de producción hizo hincapié en la oportunidad de soñar más allá de lo que en aquel entonces era posible. En aquella ocasión, la cinta se procesó de forma predigital, con animación predigital y fue pregenerada por ordenador. Pero treinta años después, no existe la necesidad de poner a especialistas vestidos de simios cuando los ordenadores pueden replicar animales digitalmente. Después de la oscarizada «La vida de Pi», de Ang Lee, el mismo equipo de efectos visuales crea ahora elefantes, cocodrilos, hipopótamos, leones generados por ordenador y, sobre todo, los Mangani, los simios de ficción de los libros de Burroughs que criaron a Tarzán desde la infancia, capaces de conectar con el público de forma instintiva y emotiva.
El reparto se completa con Samuel L. Jackson, quien se mete en la piel de George Washington Williams, un héroe de la vida real pero relativamente olvidado de la historia americana del siglo XIX. «Era un hombre con muchas cualidades así como una gran valentía; cuando tenía catorce años se marchó a la guerra entre estados», puntualiza el actor. «Y se presentó como candidato a un cargo, se convirtió en un predicador e hizo tantas otras cosas. Así que era una oportunidad para que la gente supiera de la existencia de este hombre, históricamente hablando, que de hecho se marchó al Congo y escribió una carta al rey Leopoldo II explicándole lo que estaba haciendo a su población. Afortunadamente, la gente verá esta película y buscará en sus móviles – o como solíamos decir, «irá a la biblioteca– y buscará en Google a George Washington Williams y descubrirá lo que ocurrió realmente en el Congo», matiza.