«Tracers»: Lautner patina

El «parkour» parece haber sustituido al «skating» como manifestación de la creatividad «low cost» de las tribus urbanas. Aunque Daniel Benmayor (responsable, recordémoslo, de «Bruc» y «Paintball») pierde la oportunidad de excavar en la vida real de sus practicantes, hay que reconocerle el mérito de haber filmado, con energía y sentido del ritmo, los saltos, persecuciones y cabriolas varias que convierten a «Tracers» en un musical involuntario.

«Tracers», que empieza como «Sin límite», deja aparcadas las bicicletas para librarse a una lucha cuerpo a cuerpo entre un grupo de ladrones juveniles y la jungla de cemento, un parque temático de edificios y barcos abandonados, y de escaleras de incendios ad hoc. Lleva la voz cantante Taylor Lautner, y su sola presencia, con la sombra de ídolo «teen» venido a menos pisándole los talones, marca el carácter menor de la propuesta. Por supuesto, el hombre lobo de «Crepúsculo» interpreta a un alma caritativa, que acepta ser fuera de la ley para saldar una importante deuda con la mafia china y consumar su interés romántico por una chica dura que tiene el corazón blando. Aunque más expresivo que el bressoniano Robert Pattinson, Lautner carece de su carisma «emo», y tiene la capacidad de seducción de una viga en el ojo, problema que hace que la trama, ya delgada de por sí, aburra hasta a las ovejas. Ni siquiera las exhibiciones acrobáticas que puntúan la acción –y que Lautner se ha prestado a hacer sin dobles– nos hacen olvidar que no existen personajes, que el villano es de traca, que la mafia es bisutería fina.