Clara Campoamor, de la tribuna a la literatura
Un libro reúne los ensayos que escribió durante su exilio en Argentina y rescata algunas entrevistas que reflejan su compromiso político.
Un libro reúne los ensayos que escribió durante su exilio en Argentina y rescata algunas entrevistas que reflejan su compromiso político.
Cuando calló la voz política, se alzó la literaria. Clara Campoamor, una de las primeras diputadas en España, defensora del divorcio y el voto femenino, y una de las mejores oradoras que han pasado por los estrados de la política, jamás olvidó sus compromisos ni relegó nunca sus convicciones, que siempre defendió, a un segundo plano. Pero aquellos 17 años de exilio argentino ofrecieron a su inteligencia, y su prosa, de una claridad y clarividencia notables, un paréntesis para que la imaginación creativa abordara temas que las premuras de los asuntos públicos no le permitían. Unas ideas y reflexiones con las que llenó unas cuartillas con vocación ensayísticas y que habían quedado en ese limbo que es el abandono hasta que Beatriz Ledesma Fernández de Castillejo las ha rescatado y que ahora se reúnen en el volumen «Del amor y otras pasiones», que edita la Fundación Santander dentro de su excelente colección Cuadernos de Obra Fundamental. Todos estos folios se habían editado de manera dispersa en una serie de publicaciones, con las que colaboró habitualmente durante su estancia en el extranjero. Concedió varias entrevistas, que también se han rescatado aprovechando esta ocasión, a la publicación «Caras y caretas», donde abordó temas de actualidad, como recalcaron durante la presentación las escritoras Carmen Posadas y Marta Robles, incluido una polémica tan espinosa hoy en día como es el lenguaje inclusivo.
Fuerza motriz
Pero esta mujer, tan relacionada con la abogacía, que había descendido a la arena de los debates más arduos y espinosos de la época, aprovechó para abrir la espita de la pasión: «Esa fue, sin duda alguna, la fuerza motriz que impulsó sus actos y la piedra angular sobre la que edificó una existencia del todo singular, hecha a imagen y semejanza de su propia personalidad». Y esta arista de su carácter indomable, sin sujetar por las riendas de los convencionalismos, brotó en los artículos que publicó en la revista mensual femenina «Chabela». En sus páginas publicó, entre 1943 y 1945, sus comentarios acerca de autores diversos, pero, sobr todo, pertenecientes al Siglo de Oro. «Nos habla aquí –comenta Beatriz Ledesma en la introducción–, las pasiones que fueron la sustancia vital de muchos de los gandes poemas de nuestra lengua: el deseo, la seducción, la obsesión, la traición, el sufrimiento, el abandono. Y, por supuesto, el amor, en sus múltiples formas: platónico, pasional, conyugal, místico...». Es interesante repasar esa nómina de escritores. Cuáles fueron los autores que atrajeron su atención. Y es que, junto a Fray Luis de León, Manuel Machado, Sor Juana Inés de la Cruza, Juan de Mena, Bécquer Góngora, Garcilaso o Cristóbal de Castillejo, hubo un mito que comentó en varias ocasiones, don Juan, y un poeta controvertido como es Francisco de Quevedo, al que respeta como escritor, pero juzga con dureza. Clara Campoamor no solo ahonda en la biografía del verdadero gran seductor en «La triste historia del verdadero don Juan», sino que repasa la tradición de este personaje, partiendo del texto de Tirso de Molina, siguiendo después con la interpretación que Espronceda hace del burlador, que para ella es el más humano de los tres, y terminando con la obra de Zorrilla, «el más atractivo, el que está más cerca de la comprensión y hasta de la simpatía y admiración de los espectadores».