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El XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española arranca con una exposición comisariada por José Manuel Sánchez Ron, quien habla de «invasión idiomática» de términos científicos.
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El XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española arranca con una exposición comisariada por José Manuel Sánchez Ron, quien habla de «invasión idiomática» de términos científicos.
«Un pequeño esbozo del Quijote partió de la cárcel sevillana donde estuvo encarcelado Cervantes», apuntó Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, durante la inauguración de la primera jornada de actividades del XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE). Un año más, la RAE pone en marcha, hasta el 8 de noviembre, la cita de las 23 academias repartidas alrededor del mundo en Sevilla para celebrar un «elenco único sobre el español». Así lo calificó Antonio Pulido, presidente de la Fundación Cajasol durante la presentación de la exposición sobre la ciencia, quien se refirió al amplio abanico de actividades en español que tendrán lugar a lo largo de esta semana en siete sedes repartidas por el centro de la ciudad. Destacó, igualmente, que habrá un programa académico y, por otro lado, uno cultural, ambos integrados en la semana de las letras que llega a Sevilla.
Durante la presentación, Muñoz Machado habló sobre la colectividad del español como idea del panhispanismo y la presencia del público en la agenda cultural del programa. Pulido, además, comentó durante la presentación de la primera jornada del Congreso el «éxito» a la respuesta del público que, en tan solo unas horas, agotó las invitaciones «para la mayoría de las conferencias y presentaciones», quedando todo completo a día de ayer.
Por último, la última intervención previa a la mesa redonda: «¿Existe una literatura panhispánica?Distancias geográficas y cercanías lingüísticas»y a la exposición de Juan Gil «La Armada de Magallanes. El Proyecto y su preparaciön», fue a cargo del vicedirector de la RAE José Manuel Sánchez Ron. Este, comisario de la muestra, presentó la exposición ubicada en el patio de columnas de la Fundación Cajasol en la plaza San Francisco de Sevilla que recoge «momentos estelares de la Academia», en sus palabras, dando a conocer antiguas fotos en una colección «pequeña pero alegre y selecta».
La exposición «La ciencia. Un patrimonio panhispánico común» ofrece, en una primera etapa, un periplo por las expediciones científicas que en el siglo XVIII ampliaron el horizonte de Europa, especialmente en el campo de la botánica, deteniéndose en la trascendencia de algunos alimentos ahora omnipresentes, como la patata, el tomate o el maíz, o en la correspondencia que el gaditano José Celestino Mutis –director de una de ellas– mantuvo con el sueco Linneo. «Pretende mostrar que no solo nos une la lengua, el español, si no que hay otras cosas en las que somos copartícipes. Todo lo que existe debe ser nombrado y la ciencia no puede ser ajena a ninguna lengua», explica José Manuel Sánchez Ron.
Patrimonio y deuda comunes
Mediante láminas y libros o recordando los tres elementos químicos descubiertos por españoles –el wolframio, el vanadio y el platino, dos de ellos hallados en América– la muestra ahonda en el «patrimonio común», mientras que en una segunda parte visibiliza «la deuda, también común, con la producción científica» que tiene la sociedad hispana. El académico explica los pocos referentes en la ciencia atendiendo a que «los acontecimientos políticos de diverso orden han predominado sobre la tarea que es más lenta y a la postre da más réditos sociales». Es decir, que no se ha invertido en investigación.
Mientras la producción literaria ascendía al olimpo de los premios Nobel con asiduidad (11 escritores en español lo han obtenido), los reconocimientos científicos han sido escasos. Solo siete nombres de hispanohablantes se han inscrito entre los Nobel de ciencia, cinco en medicina y dos en química. «Y solo dos de ellos, el argentino Houssay y Ramón y Cajal, los ganaron por investigaciones que desarrollaron en sus patrias», remarca Sánchez Ron. Esa falta de apoyo a la investigación científica ha propiciado un retroceso en la influencia de nuestro idioma. «En un mundo como el actual, en el que la ciencia es, digamos, la mano que mece la cuna del desarrollo social, político y económico, es una severa limitación para nuestra presencia en este mundo globalizado», opina. «Los nuevos conceptos u objetos que se crean y necesitan ser nombrados proceden más de la ciencia y la tecnología que de otros campos. Esto significa una invasión foránea mayor», según el académico.
Una circunstancia que no siempre fue así, asegura, citando uno de los documentos que podrán observar quienes se acerquen hasta a la Fundación Cajasol: una carta firmada por el experto en histología Kölliker reconociendo sus esfuerzos por aprender español para entender los artículos de Ramón y Cajal. Para el vicedirector de la RAE, es complicado revertir esa colonización idiomática: «No se ve la manera de frenar esa invasión. Desde luego, cabría la esperanza de amortiguarla si hiciéramos más ciencia original».

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