Ramón Sarmiento

Crisis y cultura

La Razón
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No estamos ante una crisis sólo económica, sino ante una radicalmente cultural: cultivo del alma (cultura animi) en palabras de M. T. Cicerón. Cultura proviene del verbo latino «cultivare». Se aplicó, primero, al cultivo y mejora de la tierra, como la horticultura en la farmacopea. Posteriormente, a partir de la Ilustración, se utilizó en sentido figurado para indicar el cultivo de la mente en oposición al cultivo de la naturaleza. Así, para J. J. Rousseau, la cultura es un fenómeno distintivo de los seres humanos en comparación con el resto de animales: conocimientos y saberes acumulados por la humanidad a lo largo de la historia.

Para saber qué nos está sucediendo y tratar de descifrar las claves de lo que hoy ocurre, hay que ir con la mirada puesta en otros momentos de la historia: madre del único camino de la verdad, como escribió Miguel de Cervantes. El nacimiento de una nueva cultura exige nuevas técnicas de cultivo aunque los frutos cosechados parezcan similares. Ver la crisis en una perspectiva histórica ayuda mucho. Porque salir de la pura autorreferencialidad de nuestra época y dar cuenta de otros momentos significativos, de otros caminos recorridos por el capitalismo que también supusieron crisis o bancarrotas, proporciona luz para comprender. Con ello, no queremos decir que la historia se repita, sino que es importante ver de qué manera en aquellos contextos se buscaron alternativas, salidas para la crisis.

Vivimos una crisis sin precedentes, la que en internet se está mostrando en toda su crudeza. Y seguramente habrá planteamientos muy brillantes en lo económico y social para solucionarla. Pero de igual manera que, cuando asimiló las nuevas técnicas de cultivo el agricultor abandonó sin retorno el arado romano, así también esta sociedad está obligada a asumir previamente los planteamientos de los nuevos imaginarios sociales y culturales para repensarnos también a nosotros mismos como sociedad. Porque hay corrupción cultural, no sólo política o económica. Y, como la cultura es un producto más de esta sociedad decadente, el cambio de paradigma está en manos de las futuras generaciones.