Cargando...
Sección patrocinada por

cine

Crítica de "Una ballena": extrañas formas de vida ★★★ 1/2

Dirección y guion: Pablo Hernando. Intérpretes: Íngrid García Jonsson, Ramón Barea, Asier Tartás, Kepa Errasti. Fotografía: Sara Gallego España, 2024. Duración: 108 minutos. Fantástico.

Última hora La Razón La RazónLa Razón

¿Cómo se filma una ballena? Acaso el cine de ficción está condenado a inventársela bajo el amparo del digital, o a imaginársela estática, dominable, agónica, varada en una playa, como aquel pez del final de “La dolce vita”, dispuesta a convertirse en metáfora de algo. En el título, Pablo Hernando la acompaña del principio de indeterminación, puede ser una ballena cualquiera, y, sin embargo, ahí está, como un cadáver en espera de su epitafio, o de su significado. Tal vez su papel es despistarnos, porque el director de “Berserker” no quiere que nos demos cuenta de que su propuesta, en muchos momentos estimable, en otros en exceso opaca y hermética, le debe demasiado a una de las películas clave de este siglo, “Under the Skin”. 

El personaje de Ingrid García-Jonsson, una gélida asesina a sueldo que supura una extraña sangre blanca y tiene una profunda conexión con criaturas cósmicas, remite al de Scarlett Johansson en el filme de Jonathan Glazer. Hay algo en la frialdad de las imágenes de “Una ballena” que parece evocar aquella fábula sobre la muerte de los sentimientos, aunque la película acabe siendo un ejercicio de remezcla de géneros -la ciencia-ficción con el neonoir- que se columpia en la singularidad de sus mimbres. 

Es, por supuesto, una obra singular: a veces, el tono solemne de las intervenciones de Melville -un apodo que puede responder a un homenaje al autor de “Moby Dick” o al director de “El silencio de un hombre”, que habría aplaudido los grises azulados de la fotografía y el hieratismo de Jonsson-, vertidas como viscoso petróleo por un excelente Ramón Barea, aporta una pátina poética a la ya de por sí misteriosa existencia de nuestra sicalíptica sicaria, atrapada entre los fuegos cruzados del narcotráfico en una ciudad portuaria de cielo plomizo. 

Sin duda, “Una ballena” es más una película de atmósfera que de “tema” o de “argumento”: por eso cuando intenta centrarse en el personaje de Jonsson desde un punto de vista dramático más convencional, para explicar su comportamiento, resulta mucho menos convincente que cuando lo contemplamos en sus acciones, contagiando de sonambulismo a este filme que, muchas veces, parece transcurrir debajo del agua, en un limbo sin gravedad, que es, probablemente, el lugar que ocupa -excéntrico, marginal- en un cine español no demasiado habituado a este tipo de propuestas.

Lo mejor: 

La atmósfera enrarecida, densa y fría, que envuelve a las imágenes. Y Ramón Barea.

Lo peor: 

La opacidad de sus propósitos, tan cerrada en sí misma como su heroína.