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Crítica de "Los que se quedan": la historia como refugio ★★★★

Dirección: Alexander Payne. Guion: David Hemingson. Intérpretes: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da’Vine Joy Randolph, Carrie Preston. USA, 2023, 133 min. Género: Comedia dramática.
Crítica de "Los que se quedan": la historia como refugio ★★★★
Crítica de "Los que se quedan": la historia como refugio ★★★★UNIVERSAL
La Razón
  • Sergi Sánchez

    Sergi Sánchez

Barcelona Creada:

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Dirección: Alexander Payne. Guion: David Hemingson. Intérpretes: Paul Giamatti, Dominic Sessa, Da’Vine Joy Randolph, Carrie Preston. USA, 2023, 133 min. Género: Comedia dramática.
Paul Hunham (Paul Giamatti) es un profesor de Historia Antigua que vive sumergido en el fin de la Historia. Tal vez sea esa sensación de apocalipsis la que lo ha encerrado en un espacio seguro que se sitúa entre su pomada de hemorroides, su petaca de whisky y las “Meditaciones” de Marco Aurelio, y que toma forma en un internado para niños ricos más allá de cuyos muros y océanos de césped no hay más que el vacío del presente, ese 1970 inmerso en la guerra del Vietnam. Como Paul Hunham, otro de sus antihéroes patéticamente humanos, Alexander Payne cree que la Historia no solo es el estudio del pasado sino la explicación del presente, y con los andamios de esa creencia ha forjado una filmografía anacrónica, que ha revisado los patrones narrativos del New Hollywood abriéndose paso entre la maleza del cine de autor y el cine comercial mientras izaba la bandera de un humanismo que no está precisamente de moda entre sus compatriotas. Hay en el mismo título de su última tragicomedia, “Los que se quedan”, una clara declaración de intenciones: como Hunham, Payne ha encontrado su espacio seguro en aquel cine de los setenta -desde “El último deber” de Hal Ashby hasta “Luna de papel” de Peter Bogdanovich- que ahora toma como modelo explícito, y que es su manera de entender la Historia a la vez como un refugio y como un modo de conocimiento sobre las glorias y miserias de lo humano (algo que también está presente, está bien recordarlo, en cierto cine clásico europeo: Hunham está inspirado en el protagonista de una oscura película de Marcel Pagnol, “Merlusse” (1937)). Payne sabe que quedarse en ese espacio tiene sus recompensas: cuando ha salido de él -en la incomprendida “Una vida no tan grande”- ha pagado un precio demasiado alto.
Entre Hunham y el escritor frustrado que el excelente Paul Giamatti interpretaba en “Entre copas” no hay tanta diferencia, como no la hay entre Hunham y Angus Tully (Dominic Sessa), el alumno díscolo que se convierte en su némesis durante las vacaciones de Navidad de 1970. Al fin y al cabo, les une la hostilidad y la desesperanza ante un mundo que les ha decepcionado. Es hermoso, sin embargo, que incluso compartiendo lo negativo, lo que está contando Payne de la relación entre ambos es un aprendizaje moral que se produce en doble dirección. Podríamos decir que en eso consiste el argumento universal del cine de maestros y alumnos, aunque “Los que se quedan” sea, en esencia, el contraplano de “El club de los poetas muertos”, y Hunham, una versión gruñona y biliosa del profesor Keating que inmortalizó Robin Williams. Si algo se le da bien a Payne -como ya demostró en “Election”, su extraordinaria vuelta de tuerca al cine de institutos- es ampliar el campo semántico de sus arquetipos, hacerlos más complejos, y columpiarse en su perspicaz sentido de la observación para sacar humanidad del más nimio de los gestos o las situaciones. En ese sentido, “Los que se quedan” brilla más cuando el conflicto apenas existe: en ese momento en que Hunham y Mary (Da’Vine Joy Randolph) ven la tele después de cenar, o en la escena de la hamburguesería entre Hunham y Angus, con la aparición de un interés romántico que derrite la mirada vidriosa del profesor. A veces da la impresión de que la dinámica pasivo-agresiva de ambos personajes se enquista un poco, antes de dar paso a su salida al exterior, a su transformación en ‘road movie’ donde el pasado de Hunham y Angus se revela en pequeñas dosis para que entendamos de dónde proviene su soledad. Y ahí, hacia el pequeño gran final, Payne ya nos tiene en su equipo.
Lo mejor: Payne mantiene intactas las virtudes de sus obras más afortunadas (la capacidad de observación, el humanismo, la excelente dirección de actores).
Lo peor: Da la impresión de que, después de la arriesgada “Una vida no tan grande”, se ha refugiado en el cine que se espera de él.