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Cuando el género frívolo se convierte en trágico

La Zaranda presenta en el Teatro Español “El desguace de las musas”, una crítica sobre la degradación del teatro en clave de cabaret

De izquierda a derecha: Gabino Diego, Inma Barrionuevo y Francisco Sánchez
De izquierda a derecha: Gabino Diego, Inma Barrionuevo y Francisco Sánchezlarazon

La Zaranda presenta en el Teatro Español una crítica sobre la degradación del teatro en clave de cabaret y con Gabino Diego en el papel de un hortera de manual

En octubre de 2017 La Zaranda andaban representando “Ahora todo es noche” en el teatro Romea de Barcelona. Una mañana salieron a pasear por el barrio chino buscando el lugar donde estuvo aquel antro llamado la Bodega Bohemia, en la calle Lancaster, por el que, antes de su cierre, solían pasar cuando venían por la ciudad. Al poco tiempo de encontrarlo, Eusebio Calonge escribió el primer borrador de “El desguace de las musas”. La Bodega Bohemia era un café teatro donde actuaban cantantes, magos o imitadores, artistas controvertidos y transgresores, frecuentado por la burguesía catalana. Con esta obra, La Zaranda -Teatro Inestable de Ninguna Parte- vuelve al Teatro Español -en coproducción con el Romea- desde hoy 22 de mayo hasta el 9 de junio, dirigida por Paco de la Zaranda, o lo que es lo mismo, Francisco Sánchez, que también actúa.

El montaje nos sitúa en aquel viejo y andrajoso cabaret del barrio chino, metáfora de una realidad teatral convertida en burdo espectáculo, un lugar donde seis actores y cantantes tratan de sobrevivir a la degradación del teatro. Pero la pieza no es una recreación de la vida de aquella Bodega Bohemia, sino una reflexión sobre la eterna lucha entre la cultura y el entretenimiento, una crítica al “teatro donde se va marginando al hombre de tener un encuentro con su propio espíritu, donde el arte ha dejado de ser ese encuentro con el alma y termina siendo solo ocio, prácticamente equiparable a cualquier programa de televisión o deporte”, explica Eusebio Calonge, autor de cabecera de la compañía, que se pregunta: “¿Qué pasaba con esta poética, con estas musas que parece que ha dejado de inspirar a la gente del teatro? Yo creo que la poética nunca va a desaparecer, pero las artes escénicas están en un letargo y por más que haya un movimiento de muchos profesionales de este medio, el lenguaje teatral es raro verse”.

Y añade: “El teatro está tratando con verdadera crueldad a sus propios creadores, convirtiéndose en una maquinaria de captura de público desde la taquilla, no desde la obra, no desde la creación, sino desde lo estrictamente financiero y mercantil”. Y esto les produce inquietud como compañía, puesto que muchas de ellas han desaparecido, “todo está abocado a la producción, no impera la calidad creativa ni el encuentro humano, sino la vigencia comercial de un producto”.

De esa reflexión comenzó a surgir esto. “En nuestras obras usamos un lenguaje muy alegórico, donde en el principio de todo siempre hay una bajada de los personajes al infierno. Si no se baja a los infierno es muy difícil arrancar belleza, se puede hacer algo estéticamente bonito, pero belleza, nunca”. Y prosigue: “Esa falta de poética que sí encontrábamos en los escenarios de antes es lo que refleja esta obra, de ahí el desguace de esas musas planteado desnudamente desde el dolor de los personajes, desde el tremendo trabajo y esfuerzo actoral que siempre se hace para cruzar cada uno ese infierno con toda la desnudez posible”, explica el dramaturgo. Por esto han querido reproducir aquellos elencos de las compañías antiguas que reunían artistas muy dispares provenientes de una suerte de cabaret donde tenían cabida cantantes, caricatos y bailarinas.

Un esperpento para el que han incorporado a Gabino Diego, que representa a Melvin Kentuky, un hortera de manual de trajes tan cutres como estrambóticos, restos de “showman”, ruina de caricato y cantante que desafina en cualquier estilo. Completan el reparto Inma Barrionuevo, como Corín “La Volcán”, primera vedette, desgarbada, cegata, cursi y sentimental que malvive de sus recuerdos; Gaspar Campuzano “Gitanillo de Miami” o “Culipicao”, de erotismo dudoso y turbulento; Enrique Bustos “Don Pepe”, de legendario macarra de punta en blanco a mugriento empresario con incontinencia fecal. Se diría que yace dentro de su deslucido frac, un peluquín rubio como el pellejo de una alimaña cubriéndole la calavera y gafas de sol. Y para completar el reparto Mª Ángeles Pérez-Muñoz “Juani la Tosca” o “La Toscanina”, fulana enclenque y desabrida, siempre dispuesta a la reyerta, que gastó sus huellas en las teclas del grasiento piano.

FICHA

Dónde: Teatro Español

Cuándo: hasta el 9 de junio

Cuánto: de 4 a 22 euros