Disney se la pega con la versión woke de "Peter Pan & Wendy"
La decisión de presentar a la nueva Campanilla de la última versión de Peter Pan como alguien racializado suscita polémica entre los espectadores
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Parece que el público empieza a cansarse de la excesiva imposición de una corrección política llevada a tal extremo que, en el remake de Peter Pan, los indios ya no son indios (son nativos americanos culturalmente sensibles) y Campanilla ya no es rubia ni blanca (es negra). Al menos sigue siendo diminuta, se ve que con la acondroplasia extrema no hay problema ninguno mientras vueles con las alas en su sitio y mantengas unas proporciones estéticas. Parece que el público se cansa ya, digo, porque las críticas están siendo demoledoras por parte de los espectadores, pese al empeño que están poniendo los críticos en ensalzarla. Hay ahí una brecha curiosa digna de estudio: mientras los medios son complacientes con el filme (el mejor remake de todos los tiempos, extraordinaria actualización del clásico) el público no lo es tanto (imágenes monótonas y deprimentes, exceso de corrección política).
Yo no la he visto porque estoy casi segura de que no me va a gustar, pero eso no me impide diseccionar una tendencia en declive, la de la leccioncita moral en cada fotograma. No voy a ir a verla, entre otras cosas, porque Peter Pan es ahora melancólico y vulnerable. Se ve que se ha deconstruido, como el James Bond familiar con osito de peluche en el tirante que de tan mala leche me puso, y no estoy yo para seguir perdiendo mitos culturales. Desde que todos los héroes se han reinterpretado convirtiéndolos en clones de Edward Cullen, mohínos y sensibles, casi azules, pertenecientes a minorías identitarias en cuanto pueden colarlo, yo ya solo quiero ver toda la saga de John Wick en bucle: hostias a cara perro porque quiere y porque puede.
Y viendo las cifras que le dan los espectadores al remake del Peter Pan PAS con su Wendy empoderada, diría que no soy la única. Incluso los niños deben estar ya hasta el moño de que les regañen en cada peli por insolidarios e insensibles. Casi fachas, a la que se descuiden. Los pobres, que van al cine solo cuando les lleva un adulto, porque no llegan a la taquilla como no llegan al microondas, y lo hacen, básicamente, por las chuches y el buen rato, y se encuentran con pelis con vocación de asignatura de la Lomloe (valores cívicos y éticos, para más datos). Ir al cine o poner Disney plus (o plas, o lo que sea) se ha convertido en una suerte de inversión en broncas.
No puedes ni confiarte a los clásicos que, cuando no te lo reinterpretan, te colocan una aviso para advertirte de que el contenido que acabas de elegir libremente a lo mejor es un poco de mala persona. Que una cosa es que sean concienciados a tope y otra que vayan a renunciar a los beneficios que genera cada una de esas pelis, intolerables hoy pero muy rentables. Por eso el Peter Pan de hoy, el de las nuevas masculinidades, te lo sueltan a bocajarro. Pero si tratas de ver el primigenio te avisan de que contiene “representaciones negativas o tratamiento inapropiado de personas o culturas. Esos estereotipos eran incorrectos entonces y lo son ahora” y se comprometen a “crear historias con temas inspiradores y motivadores que reflejen la gran diversidad de la experiencia humana en todo el mundo”. Qué pereza más grande.