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Édith Piaf, viva y en España
Se presenta en el Teatro Fígaro un musical protagonizado por Mariaca Semprún que recorre la vida de la cantante a través de sus principales temas
Se presenta en el Teatro Fígaro un musical protagonizado por Mariaca Semprún que recorre la vida de la cantante a través de sus principales temas.
La vida de Édith Giovanna Gassion (1915-1963), que era su verdadero nombre, no fue «La vie en rose». Ya desde muy pequeña estuvo marcada por circunstancias adversas. Nació en la calle, hija de padres alcohólicos, se crió al cuidado de su abuela, que regentaba un burdel. De adolescente trabajó con su padre viajando con un circo o haciendo acrobacias en las calles. En 1935, cuando cantaba en una avenida de París, fue vista por el empresario Louis Lepleé, que, fascinado, la contrató y la bautizó como «Piaf» (gorrión) o «La Môme Piaf», (la niña gorrión). Lepleé quiso convertirla en figura del cabaret, pero murió pronto. Su consagración llegó tras la II Guerra Mundial, cuando se convirtió en la musa de poetas e intelectuales y se ganó la admiración incondicional del público. Piaf se convirtió en una estrella. «Mon légionnaire», «Je ne regrette rien», «Milord», «Padam»... fueron himnos que acabarían convirtiéndola en un icono de Francia y tras su muerte, en un mito.
Leonardo Padrón escribió «Piaf, voz y delirio», un musical que, interpretado por Mariaca Semprún, tuvo su primera temporada en Caracas en 2016, posteriormente pasó a Miami, Orlando y México. Ahora llega al Teatro Fígaro de Madrid, donde estará hasta el 29 de julio. Mariaca, recuerda «que en su vida real, Piaf nunca cantó en España y, aunque sea a través de alguien, es una manera de disfrutar de ella». Para la protagonista, «el espectáculo, al igual que la película, es bastante biográfico, a través de las canciones –dieciocho– se cuenta de forma cronológica su vida, desde su niñez hasta 1962 que hizo su último concierto en el Olimpia». En el escenario está acompañada por «siete músicos y cuatro figurantes que representan los personajes cercanos que la influyeron o modificaron en algo su vida».
Maldita vida
Una vida, «si bien por un lado dramática, tumultuosa y llena de desgracias, por otro fue inspiradora. Nadie podía imaginarse que una niña de la calle, pobre, que terminó viviendo en un burdel con la abuela, iba a convertirse en lo que se convirtió, que sigamos hablando de ella y rindiéndole culto», afirma Mariaca. «Una existencia durísima, llena de fracasos amorosos, adicciones... que en la mayoría de los casos fueron eventos ajenos a ella, la muerte de sus seres queridos, su madre, que apenas supo de ella, su padre y, al final, su gran amor muerto en accidente de avión. Uno se pregunta, ¿por qué la vida se ensañó tanto contra ella? Pero a la vez, vivió al máximo, era una mujer muy alegre también, le gustaban las fiestas, beber y por las enfermedades y dolores que sufría, terminó siendo adicta a la morfina –continúa–. Su adicción tiene más que ver con asuntos de salud que con su voluntad, por eso yo la defiendo en ese aspecto», apostilla. Ese halo trágico le marcó a la hora de cantar, «la definió como intérprete, su temática tenía que ver con su vida, arrancó cantando canciones de cabaret, historias de la calle, de antros nocturnos y suburbios. Y también su forma de cantar, una voz que parecía salida de las entrañas, con un universo expresivo muy rico. Su voz, sus matices y la erre gutural, tan emblemática de su país. Yo creo que ella está al lado de la bandera francesa», afirma Mariaca.
«Para mí, cantar a Édith Piaf es, sin duda, el reto más grande en mi carrera, no solamente por lo vocal, que tiene un registro muy amplio y se pasea por varios colores de voz, sino por la parte actoral. Emular su cuerpo, caracterizar su rostro, ha significado un reto gigantesco», concluye.
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