Einstein: «Los chinos son gente sucia y lenta»
La recuperación de un libro de viajes del matemático desvela, además de sus gustos turísticos, la xenofobia que sentía hacia las personas asiáticas, concretamente, por los chinos.
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La recuperación de un libro de viajes del matemático desvela, además de sus gustos turísticos, la xenofobia que sentía hacia las personas asiáticas, concretamente, por los chinos.
La reputación humanitaria de Albert Einstein (1879-1955) casi coincide con su estatus científico. El que fuera refugiado judío de la Alemania nazi denunció constantemente el racismo que vio en Estados Unidos, llegándolo a describir como «una enfermedad de los blancos» de la que abominaba. La cuestión ahora es si él también lo fue. El debate se ha puesto encima de la mesa después de que hayan salido a la luz una serie de diarios privados en los que el autor de la Teoría de la Relatividad relata con todo lujo de detalles el viaje que realizó entre 1922 y 1923 por el este de Asia, Palestina y España. En sus páginas, el matemático describió a los chinos como «gente trabajadora, sucia, lenta». Y destacó la forma en que «no se sientan en los bancos mientras comen, sino que se ponen en cuclillas como hacen los europeos cuando van a evacuar sus necesidades en el bosque». Son «una nación peculiar parecida a una horda» –relata– «a menudo más como autómatas que como personas». «Sería una pena si estos chinos suplantan las otras razas», añadió. “Para personas como nosotros, el mero pensamiento es indescriptiblemente sombrío». La travesía empezó en los meses de otoño de 1922. Con él viajaba su esposa Elsa y tardaron más de cinco meses en recorrer países y ciudades. Incluso tocaron puerto en España y pasaron allí unas semanas. Tambien recorrió la pareja Hong Kong y Singapur, y hasta en Palestina disfrutaron de casi quince días. Cinco meses y medio duró el periplo.
Los diarios, editados y traducidos al inglés por el historiador y archivista Ze’ev Rosenkranz, han sido publicados por la editorial académica Princeton University Press. «El lenguaje es extremo», asegura el historiador a la CNN. «Es perturbador e impactante para la era moderna. Y el “shock” es aún mayor dada la imagen de Einstein como un icono humanitario». «Si eres un humanista de verdad, crees que todas las vidas tienen el mismo valor. Pero él no se adhirió a ello en esos años», completa Rosenkranz antes de aclarar: «Quizá lo hizo después».
No solo para eruditos
Los diarios documentan sus impresiones personales sobre la gente y los lugares que conoció, a la vez que reflexionaba acerca del arte, la filosofía y la ciencia. Hasta la fecha, solo habían sido publicados en alemán como parte de los 15 «Collected Papers» de Albert Einstein, con pequeñas traducciones suplementarias al inglés. Sin embargo, tal y como explica un portavoz de Princeton University Press, esta es la primera vez que pueden estar «disponibles para cualquiera que no sea un erudito». Así, se puede rastrear su conferencia inaugural en la futura Universidad Hebrea de Jerusalén, una fiesta que se celebró en el jardín por la emperatriz japonesa y a la que el matrimonio fue invitado o la audiencia con el rey Alfonso XIII durante su estancia en suelo español. La edición recoge facsímiles de las páginas del diario acompañados de una traducción al inglés, una extensa introducción histórica, numerosas ilustraciones y anotaciones, cartas, tarjetas postales, discursos y hasta un mapa de viaje.
El físico –cuya imagen llegó a ser utilizada para una campaña de ACNUR con el lema «Una maleta con pertenencias no es lo único que un refugiado trae a su nuevo país. Einstein era un refugiado»– asegura que incluso cuando los chinos son «reducidos a trabajar como caballos, nunca da la impresión de que padezcan un sufrimiento consciente». «Una nación peculiar parecida a una manada, a menudo más como autómatas que como personas», recalca.
En otro de los pasajes agrega sin el menor miramiento: «Noté la poca diferencia que existe entre los hombres y mujeres; no entiendo qué clase de atracción fatal poseen las mujeres chinas que embelesa a los hombres correspondientes hasta tal punto que son incapaces de defenderse contra la formidable bendición de la descendencia». Lo que, para Rosenkranz, es «una buena dosis de misoginia extrema junto a su xenofobia».
En cualquier caso, Einstein no reservó sus comentarios racistas únicamente para los chinos. Después de un viaje por el Canal de Suez, llega a Port Said (Egipto), donde se encuentra con lo que él describe como «levantinos gritones de todos los colores, que se abalanzan sobre nuestro barco. Como escupidos del infierno». Al visitar el puerto por segunda vez, durante su viaje de regreso, comenta sobre la «gentuza», término traducido de una palabra alemana que, como señala Rosenkranz en la introducción del libro, tiene una connotación de «plaga» y puede interpretarse como xenófobo. En una travesía a Colombo en Sri Lanka, Einstein se queja de los «carros de culí» y describe a los nativos como «intrusos» y «primitivos». Su prosa es clara y sus dardos certeros hacia quienes acaba de conocer. No existe el menor miramiento a la hora de escribir ni de describir tantos comportamientos que le pueden parecer abominables como a la gente con quien se va encontrando en el camino. No todo, sin embargo, está teñido del color de la crítica más feroz. Los japoneses, por ejemplo, son quienes salen mejor parados en sus comentarios. Einstein los define como «modestos, decentes, muy atractivos en general» y elogia sus «lindas casitas». «Son almas puras como en ningún otro lugar. Uno tiene que amar y admirar este país», recalca.
Inferioridad japonesa
Con todo, Rosenkranz señala que el científico también concluye no sin dejar destilar cierta ironía que «las necesidades intelectuales de esta nación parecen ser más débiles que las de índole artística: ¿disposición natural?». «Las menciones de Einstein sobre el origen biológico de la supuesta inferioridad intelectual de los japoneses, chinos e indios definitivamente pueden considerarse racistas. En estos casos, otros pueblos son descritos como biológicamente inferiores, un sello absolutamente claro del racismo. El inquietante comentario de que los chinos pueden “suplantar a todas las demás razas” también es muy revelador en este sentido», escribe el historiador.
En sus diarios, las personas que Einstein conoce durante sus viajes aparecen principalmente como caricaturas, representantes deshumanizados y estereotipados de sus naciones con poco espacio para la individualidad, los matices o la complejidad. No hay en sus palabras el menor atisbo de empatía. Son muchos los que argumentan ahora que las descripciones xenófobas y deshumanizantes que Einstein realizó en la década de los años 20 simplemente reflejan los estereotipos rampantes que había en Occidente durante ese momento. Pero Rosenkranz no cree que se pueda excusar al genio de esa manera. «No me gusta esa explicación», asegura. «Hubo otros puntos de vista que prevalecieron en ese momento que fueron más tolerantes».
En su introducción, el historiador insiste en que los diarios son especialmente pertinentes «en el mundo de hoy, en el que el odio por el otro es tan desenfrenado en tantos lugares. En una realidad así es especialmente interesante explorar cómo incluso la cara más famosa de los esfuerzos humanitarios podría haber tenido creencias prejuiciosas y estereotipadas sobre los miembros de otras naciones».
Rosenkranz espera que los diarios alienten a las personas a reflexionar sobre sus propios puntos de vista. «Necesitamos ver nuestros prejuicios y actitudes», señala. «No solo debemos ser críticos con Einstein, sino también mirarnos honestamente a nosotros mismos», añade.
La desconcertante figura sagrada del padre de la Relatividad
Daniel Kennefick, astrofísico en la Universidad de Arkansas y autor de «An Einstein Encyclopedia», asegura que quedó «desconcertado» cuando leyó los diarios. «Uno sí piensa en Einstein como una figura sagrada y es sorprendente verlo aquí haciendo estos comentarios racistas», explica. Sin embargo, Kennefick también destaca que a Einstein le preocupaba que las personas lo idolatraran. «Él sintió que la gente lo estaba poniendo en un pedestal», señala. «Era consciente de eso, de que las personas se inclinaban a pensar sobre él como un tipo encantador que nunca tuvo un mal pensamiento en su vida», algo que quedaría absolutamente desmontado con estos cuadernos de viaje en los que el padre de la Teoría de la Relatividad se retrata de cuerpo entero. En este sentido, el académico dice sentirse a favor de tener «una percepción mucho más compleja» del genio «como ser humano. La imagen pública suele ser muy bidimensional, muy en blanco y negro».