El arco de Mutter
Obras de Bahms, Williams y Dvorák. Director: Christoph Eschenbach. Violín: Anne Sophie Mutter. Temporada Orquesta Nacional. Auditorio Nacional. Madrid, 16-XI-2018.
Eschenbach es el principal director invitado de la Orquesta Nacional. Artista serio, con sempiterna cara de póker, suele alcanzar buenos resultados con el conjunto, que parece actuar a gusto con él. Tuvo buen pulso en la exposición de una poderosa, contundente, briosa y diligente «Octava» de Dvorák, musculada, bien articulada, que cuidó sobre todo las estructuras sonatísticas emparentadas con Brahms, su riqueza temática. En los meandros más tranquilos pudimos admirar el sonido y el fraseo del primer flauta, Álvaro Octavio Díaz. Se consiguió el clima quasi religioso de los compases previos a la explosión de la coda, que fue resuelta muy a las bravas, con planificación poco fina. En el «Concierto» de Brahms Anne-Sophie Mutter volvió a hacer gala de refinamiento tímbrico, igualdad, afinación, alado fraseo, concentración y seriedad en la concepción.
De un clasicismo etéreo, la violinista exhibió de nuevo su ágil arco, sus limpios ataques, las sutilezas de su portamento, la soltura de su «spiccato». Y eso que en determinados instantes del primer movimiento no todo fue impoluto. Pero dio igual porque desde el principio nos sentimos identificados con el tempo, el sentido del rubato, la expresión afectuosa y cálida, muy lejos de la fácil y untuosa peroración. Lo cristalino de la sonoridad, lo natural de la dicción y lo transparente de la línea nos fueron dando, compás a compás, lo más cálido y recóndito del alma brahmsiana, aunque no siempre el «tutti» alcanzara las mismas cotas de refinamiento.
Pero el oboe de Roberto Silla sonó casi angélico en el Adagio. El bis de regalo nos pareció la «Courante» de la «Partita nº 2» de Bach. Más refinamiento advertimos en la colaboración con la violinista en «Makings», del cinematográfico John Williams, un encargo de la violinista, obra para cuerdas, arpa y violín solo, de delicado trazo melódico y atmósfera poética, que desarrolla un discurso envuelto en escalas y arpegios. Copland y Bernstein en el horizonte. Un hermoso soliloquio que concluye con un agudísimo fa natural en la voz solista.