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El Ballet de Leipzig lleva a Madrid «La Gran Misa» de Mozart, ya sin entradas

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Los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid llegan a lo más alto esta temporada con la programación de la obra más espiritual de Mozart, "La Gran Misa", en la versión que el prestigioso Ballet de Leipzig continua representando, como homenaje a su fallecido director Uwe Scholz.
El director artístico de los Teatros del Canal, Albert Boadella; el primer bailarín y el director musical de la compañía alemana, Oliver Preiss y Andreas Schüller, respectivamente, y la viceconsejera madrileña de Cultura, Carmen González, presentaron hoy los detalles de una obra que tiene el aforo vendido para los tres días de representación.
Serán algo menos de 2.500 los aficionados los que tengan este año la fortuna de disfrutar de una de las versiones más controvertidas de "La Gran Misa", de Mozart, cuya espiritualidad y complejidad técnica la convierten en una obra "impresionante, un espectáculo total que une canto, poesía, ritual y baile", en palabras de Boadella.
La versión de este espectáculo que trabaja el Ballet de Leipzig une la música de la Misa de Do menor KV 427, conocida como la "Grande", de Wolfgang Amadeus Mozart, con piezas de Arvo Pärt, Thomas Jahn y György Kurtág, con poemas de Paul Celan y la ejecución en directo de la Joven Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid.
En la versión de Scholz, las partes no escritas se reemplazan por cantos gregorianos y música contemporánea, una especie de "collage"de grandes contrastes que sólo pretenden destacar el concepto.
Según Schüller esta es probablemente la obra "más grande"de Uwe Scholz, y la más compleja, "única"en su opinión desde el punto de vista musical por la mezcla de religiosidad y arte que el coreógrafo hace accesible a pesar de su elevado nivel intelectual.
El director musical explica que, aunque Mozart se basó en textos latinos "inequívocamente creyentes", a los que introdujo elementos inquietantes y los "sembró de dudas y de zonas oscuras, creando incluso el sentimiento contrario al texto original", Scholzt retoma esta dicotomía para darle otra vuelta de tuerca:
"A través de su coreografía se plantean las preguntas más fundamentales, entre ellas, si la religión sigue teniendo sentido, si existe una posibilidad para vivir en paz o si hay lugar para la esperanza, y todo ello con recursos coreográficos que enfrentan al espectador con esas cuestiones, porque ninguna obra de arte da respuestas", apunta.
Si en el aspecto musical la obra es inmejorable, para el primer bailarín del Ballet de Leipzig el reto es "transmitir todo ese cuestionamiento con el cuerpo, y ya no solo para que llegue al público -señala Preiss- sino casi íntimamente porque esa comprensión es necesaria para transmitir y hacer creíble el trabajo de Scholz".
Mientras Boadella habló de los principios más lejanos de la relación entre la religión y el arte - "la iglesia ganaría muchos adeptos si volviese a contratar músicos y orquestaciones como éstos", dijo-, Preiss se remontó al "principio de los tiempos, cuando los ángeles bailaban para hacer agradable la vida a Dios".
En ese sentido, la viceconsejera, que destacó la ocasión "única"de disfrutar de este espectáculo, tomó prestada la oportuna cita de que "la danza da al cuerpo una dimensión espiritual".
La obra, que estuvo en 2004 en Barcelona y se podrá ver los días 8,9 y 10 en la Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid, irá después a Bilbao, Pamplona y Valladolid.