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El cuento de Navidad se reinventa
Una antología de autores contemporáneos revisa el género a través de unas narraciones que sacan a la luz cómo se viven hoy estas fechas, mientras otro volumen de relatos reúne cuentos de miedo de grandes escritores clásicos ambientados también en estas festividades

El 20 de diciembre de 1843, la editorial inglesa Chapman & Hall publicaba una novela corta sin prever entonces que se convertiría en un fenómeno literario inmediato, que solo cuatro días después de sacarla a la venta, ya en Nochebuena, se habrían agotado todos los ejemplares de la primera tirada y que en muy pocos años, sino de manera inmediata, esa historia se convertiría en un clásico universal. El escritor, entonces un joven de 31 años, aunque para ese siglo, esa era ya una edad adulta, respondía al nombre de Charles Dickens, un autor destinado a aportar a las letras algunas de las novelas más relevantes del siglo XIX y a impregnar el imaginario colectivo con una serie de narraciones que hoy forman parte del acervo cultural de todos. El novelista jamás disimuló su conciencia social ni tampoco su sensibilidad hacia los más desfavorecidos, en especial, los más pequeños, los niños, que durante ese fatal periodo de Europa desempeñaban trabajos infames a lo largo de jornadas extenuantes y por un salario ridículo.
Él mismo procedía de clase humilde y conocía de sobra la clase de injusticias que estaban aconteciendo. Por eso, cuando ese mismo año tuvo acceso a un informe gubernamental sobre el empleo infantil en su país, solo sintió indignación y rabia, y, sin vacilar, decidió escribir una historia para denunciar a una sociedad que se había entregado sin ningún recato al egoísmo, la codicia, a explotación y el enriquecimiento sin medida. De este momento nació un personaje hoy conocido por todos: Ebenezer Scrooge, ese avaro al que se le aparecerían los fantasmas de la Navidad. La historia daría pie a los cuentos típicos de este año. Todo un género que, lejos de diluirse en el tiempo, todavía gozan de cierta aceptación.
Las librerías reciben estos días dos volúmenes de distinta horma que tienen como eje principal este tipo de relatos. «Una Navidad así» (Tusquets) y «Navidades de miedo» (Siruela). El primero es una antología escrita por distintos autores contemporáneos: Julia Viejo, Marta Jiménez Serrano, Paco Cerdà, Munir Hachemi, Andrea Fernández Plata, Cristina Araújo Gámir, Daniel Ruis, Inés Martín Rodrigo y Elisa Ferrer. Una antología de escritores que, desde distintos ángulos y desde distintas perspectivas, han intentado acercarse a estas fechas a través de unos cuentos que procuran alejarse de los convencionalismos y los tópicos que suelen predominar en estas fechas. Sin traicionar la tradición, al contrario, tratando de revivificar este género y, a la vez, tratando de dotarlo de nueva savia, ellos reflexionan sobre este periodo de supuesto recogimiento.
Crisis humana
No está libre de ironía que Charles Dickens iniciara toda una costumbre pensando en las injusticias sociales de su época y, en concreto, en la enorme crisis humana que flagelaba las ciudades de Inglaterra entonces. Existen ciertas concomitancias entre su ayer y nuestro hoy, y, cómo, en aquella lejana década, la avaricia y el enriquecimiento desmedida son realidades ineludibles de nuestra época. Este conjunto de narradores, de hecho, denuncian el consumismo, con todas sus bifurcaciones, y cómo se ha pasado de la generosidad que debería primar en estos momentos de reunión familiar, al consumo de los grandes almacenes; del acercamiento al prójimo a las discusiones familiares.
De hecho, algunas de estas situaciones pueden derivar en el más extremo terror, algo que conjuga bien con el segundo volumen que se ha publicado «Navidades de miedo». También se trata de un conjunto de textos con distintas firmas, pero, en esta ocasión, se ha tratado de revertir el género, y, como hizo Tim Burton en una célebre película, han intentado ver el lado más oscuro de la blanca Navidad. Sheridan Le Fanu, Conan Doyle, Maupassant, Chesterton, Emilia Pardo Bazán, Antón Chéjov, Benito Pérez Galdós y muchos más, no traen muñecos de nieve ni grandes mesas adornadas con velas o agradables chimeneas encendidas y, mucho menos, árboles con regalos colocados a sus pies y dispuestos para que se abran por la mañana, sino demonios, espíritus y seres monstruosos que salen de lo más recóndito de nosotros mismos y que están dispuestos a hacernos pasar un mal trago cuando nos quedemos a oscuras. Todo un festín, pero de criaturas que, en lugar de luz, nos regalan oscuridad. Es el otro lado de la Navidad, que no por ser tenebroso, dejar de estar ahí.
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