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El día que Vox quiso fichar a “El Vaquilla”

“Me propusieron llevar asuntos del pueblo gitano”, asegura Raúl García Losada, que en 1985 interpretó a uno de los personajes más famosos del cine quinqui. A día de hoy es pastor evangelista.
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“Me propusieron llevar asuntos del pueblo gitano”, asegura Raúl García Losada, que en 1985 interpretó a uno de los personajes más famosos del cine quinqui. A día de hoy es pastor evangelista.
– ¿Sabes lo que te digo? Que me las piro, me escapo con La Mendoza.
– ¿Le has hecho una barriga?
– Qué va, sus padres, que quieren casarla con un gitano «mu mangui» que viene de Madrid. Se está al llegar, por eso he «quedao» con ella en los lavaderos, «pa’» darnos el piro. ¿Tienes dinero?
Han pasado 34 años, pero Raúl García Losada aún recita de carrerilla algunos diálogos del papel que le llevó a la fama con solo 12 años. En concreto éste, que fue el que preparó en apenas cinco minutos para el casting de la película. Este gitano madrileño de 46 años interpretó en la ficción la infancia y adolescencia de El Vaquilla, el mítico delincuente de los 80 cuya vida llevó a la gran pantalla De la Loma en 1985. «Yo nunca me he dedicado a la delincuencia, que aún hay mucha gente que me ve por la calle y me dice: “¿Ya te has reformado?”. Y no, era solo un papel», aclara. Pero lo cierto es que ni el mundo de hampa, ni el habla callejera ni el ambiente del cine le han sido nunca ajenos. Charlar un rato con Raúl es como hacer un máster en el mundo gitano madrileño de ayer y de hoy: conoce muy bien sus costumbres, cómo a día de hoy se siguen «pidiendo» las novias y cómo lo dicen: «Vengo a llegar a tu hija»; sus famosas juergas ante las que sucumbió Ava Gardner en los 60; los «mediadores» que aplican la ley gitana ante conflictos entre clanes, el machismo... No se pone de perfil ante ningún asunto. Su familia, apodada Los Cagacerros o Los Fieras, dice que debe ser la más extensa de España y lleva asentada en Madrid desde el año 1700. Él nació en Batán, pero unas inundaciones les llevaron a mudarse a Entrevías cuando aún era un bebé. Allí se ha criado toda la vida y estaba harto de ver cómo «se chirlaba» en el barrio (robo a punta de navaja) casi a diario. Eran los 80, la heroína y Vallecas. «Les llamaban Los Fieras porque siempre han tenido caballos y burros y cuando alguno ya no valía lo llevaban a la Casa de Fieras de El Retiro para venderlo y dar de comer a animales y supongo que de ahí se les quedó el mote». Pero no solo tenían a estos animales y los alquilaban para hacer películas. «Eran caballistas y doblaban a actores en ese tipo de escenas. Mi familia ha hecho “La caída del Imperio Romano”, “55 días en Pekín”, “Los 100 rifles”... muchísimas. Pero date cuenta de que a lo mejor un filme salía una vez al año, por eso siempre hemos vivido de la venta ambulante». Antes de tener un puesto en El Rastro y de trabajar en otros mercadillos, los gitanos de su familia iban con la maleta vendiendo por las casas, incluso se marchaban fuera de España. «Mi padre estuvo en Argentina muchos años. Y en Venezuela. Pobrecita Venezuela ahora».
Regatear el salario
Pero del «espagueti western», este miembro del clan de Los Fiera se pasó al cine quinqui. Así recuerda su fichaje estrella. «Estábamos acostumbrados a ese mundo; de hecho, yo ya había salido en “Barrio Sésamo”, pero esto surgió una mañana. Nos llamaron para un casting. Pensábamos que era para figuración y fuimos todos mis primos con mi tío a un bar del centro de Madrid. En cuanto me vio el hijo del director, José Antonio de la Loma junior, dijo: «Éste». Sus primos El Mono, El Sano (de gusano, no porque no se ponga malo), El Piraña y El Negro, se quedaron entonces sin papel y él inició una aventura apasionante para un niño de sus circunstancias. Aunque antes de emprender este viaje, su padre tuvo que regatear el salario con el realizador, del que no guarda especialmente buen recuerdo. «Nos quería dar poco, era un hombre muy huraño y no eran condiciones para un niño: rodaba más de ocho horas diarias, todo el día con los botos de tacón cubano... Si al final de la “peli” ya salgo hasta con ojeras».
Finalmente cerraron trato: 75.000 pesetas más dietas. Ahora rememora con nostalgia cómo le asombró lo enorme del hotel donde se hospedaban, el hostal Los Gallegos, lo bueno que estaba el bocadillo de calamares con pan «tumaca» que le daban en los descansos y que «zollipó» cuando le regalaron toda la ropa que había utilizado para su personaje. Durante la promoción, mientras estaban en una radio, habló por teléfono con el auténtico Vaquilla, que ya estaba en prisión y que finalmente murió en 2003 en el Hospital Penitenciario Can Ruti de Balconada a causa de una cirrosis. «Me dijo que no se me subiera a la cabeza y creo que así ha sido».
Después de aquellos días de gloria, hizo el casting para «El año de las luces» (Fernando Trueba, 1986), pero dice que no le dieron el papel «por bajito» y se quedó con las ganas de besar (en la ficción) a Maribel Verdú. Aunque el mundo del cine volvió a llamar a su puerta muchos años después, decidió dar carpetazo a los sets de rodaje y se dedicó la venta ambulante y a su familia –está casado desde los 16 y es padre desde los 17– hasta que sintió la llamada de Dios y se hizo pastor evangelista. «He vivido experiencias muy fuertes gracias a eso. Ayudar a un matrimonio destrozado, a un drogadicto que se ha salido después de haberle aconsejado... He dado conferencias en Argentina, Milán, Puerto Rico... ¡Hasta en Finlandia! », dice, y aprovecha para decir unas frases en la lengua escandinava. En Madrid ha sido pastor de locales para el culto en Entrevías y Aluche durante muchos años y ahora es coordinador de otros pastores, como en Parla. Así, ha vivido entregado al mundo religioso hasta que hace dos años se cruzó en El Rastro con el actor Manolo Caro. «Él estaba preparando la serie de “Gigantes” con Enrique Urbizu y me ficharon». Hizo un papel en la primera temporada de la serie y ahora ha trabajado en la segunda como asesor de vestuario y lenguaje caló. «Hay cosas que corrijo a los guionistas para que sea más creíble. Por ejemplo, un gitano nunca diría “me cago en tu puta sangre”. Un gitano diría “me cago en tu raza o en tus muertos”».
Raúl también se encuentra inmerso en otros proyectos que aún no puede desvelar, pero asegura que no paran de llamarle. Y no únicamente del mundo audiovisual. Hasta los políticos han querido contar con el «alegre bandolero», como cantaban Los Chichos en el largometraje que interpretó de crío. Confiesa que Vox también deseó ficharle. «Fue hace unos años, en Majadahonda. Saben que entre los gitanos hay mucho voto de derechas, pero lo que me propusieron era algo así como llevar asuntos del pueblo gitano y yo eso no lo veía integrador. Es como segregar, ¿no?».
De momento, se ve más cómodo con su labor evangélica y en el asesoramiento de cine porque es una verdadera enciclopedia del mundo gitano: «¿Tú sabías que el flaco de El Gordo y El Flaco era gitano? Y Gina Lollobrigida, Elvis, Bill Clinton, Tom Waits, el guitarrista de Rolling Stones... tienen sangre gitana. Sí, sí, muchos». Ahí queda eso.
Misa en Parla y confesiones a domicilio
Es raro encontrar a un gitano ateo y, de ser religiosos, practican el Culto Evangélico. Esta celebración no deja indiferente a nadie. Al menos, la celebrada por el pastor Carlos en Parla, que contó el pasado martes con la presencia especial del «apóstol Raúl», según se referían a El Vaquilla (abajo durante la oración). Mucho más interactiva, ruidosa, alegre (está amenizada con un guitarra y un batería) que las misas cristianas. Tocan temas de todo tipo, incluso científicos: «El carbono 14 sólo puede medir 5.500 años». Pero suelen girar en torno a la fe. «Es la base de todo», explica a la salida este pastor que se despide de sus fieles con « con tres montones de besos». «La fe puede mover el universo. Dios está en todo. Incluso la teoría del Big Bang se desvanece sola porque es necesario el oxígeno para que haya una explosión».
No sólo es pastor dentro del lugar del Culto, también hace el homólogo a la confesión cristiana a domicilio y trata, entre otros temas de adulterio.