El espíritu indomable de Pío Baroja
Mal estudiante, lector escandaloso con tendencia a confundir vocaciones y pensador obseso de los decadentes vicios castellanos, quien fuera una de las mentes más lúcidas de la generación del 98, dialoga con el presente en la primera colección del editor navarro Joaquín Ciáurriz, «Baroja & yo». A través de un total de 26 títulos, la editorial fundada por Ciáurriz, IPSO ediciones, propone una revisión de carácter personal por parte de distintos autores para, a través de la escritura, explicar su relación con la obra del escritor vasco y configurar un homenaje literario que sea capaz de poner en valor su legado. Uno de esos nostálgicos confesos es Iñaki Ezquerra (Bilbao, 1957). El escritor bilbaíno acaba de publicar «La voz de la intemperie» o lo que es lo mismo, la plasmación escrita de su manera de pensar a Baroja que constituye el volumen número 19 de toda la colección.
«Desde el principio me entusiasmaba la idea de formar parte de este proyecto porque traspasa el concepto clásico de un editor que publica libros. En este caso se trata de un editor que te propone escribir un libro que de otra manera no habrías escrito y que te invita a reflexionar sobre por qué para ti Pío Baroja ha sido un autor importante. Como yo digo, Baroja no es un escritor más. Es el escritor», comenta exultante por teléfono. Su gusto por el impresionismo descriptivo de la obra del padre literario de Andrés Hurtado, el joven estudiante de Medicina eternamente abandonado en Madrid, ha derivado en una interpretación cuyo nacimiento se remonta en el tiempo: «La creación de este libro me ha hecho desenterrar recuerdos que tenía sepultados y que han vuelto a mí de una manera natural para recordarme cómo entré en contacto con él y con su pensamiento», comenta el que fuera uno de los fundadores del Foro de Hermua sobre los inicios de su vinculación emocional con Baroja al tiempo que añade: «Cuando yo tenía doce años, mi madre me guardaba los libros de Baroja y los paquetes de tabaco de LM en un armario. Las dos cosas estaban prohibidas con esa edad y yo por supuesto me dedicaba a poner en práctica ambas en cuanto se iba mi madre», confiesa entre risas. La visión sombría de una España en decadencia y la hábil articulación de un diagnóstico social huérfano de expectativas conforman algunos de los elementos representativos del discurso barojiano que Iñaki Ezquerra rescata y relaciona de forma directa con el presente más inmediato: «En la época en la que Baroja escribe “La lucha por la vida”, a principios del siglo XX, este país era un país con hambre. El mundo ha cambiado mucho, pero sorprende encontrarse con unas herencias ideológicas izquierdistas que remiten a esa época para justificar el presente», sentencia.