El órdago de La «capilla sixtina valenciana»
Con una superficie más de tres veces superior al famoso templo del Vaticano, la restauración de la iglesia de San Nicolás de Bari, que se inaugura hoy, se ha convertido en todo un hito patrimonial.
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Con una superficie más de tres veces superior al famoso templo del Vaticano, la restauración de la iglesia de San Nicolás de Bari, que se inaugura hoy, se ha convertido en todo un hito patrimonial.
La iglesia de San Nicolás de Bari y San Pedro Mártir de Valencia, encuadrada en pleno centro histórico y Monumento Nacional desde 1981, es un claro ejemplo de convivencia de dos estilos artísticos, el gótico en arquitectura y el barroco en la decoración. En ella se ha llevado a cabo un proceso de restauración arquitectónica, pictórica, escultórica y ornamental realizado bajo el mecenazgo de la Fundación Hortensia Herrero, la intervención de la Universitat Politècnica de Valencia y el arzobispado, que hoy se inaugura.
Tanto por su magnitud como por las técnicas empleadas, este modelo de intervención se convierte en uno de los más importantes realizados a escala internacional. La superficie pictórica restaurada es, incluso, más grande (1.497 m²) que la realizada en la Capilla Sixtina (460 m²). Ha estado dirigida por el arquitecto Carlos Campos en los aspectos arquitectónicos y por la catedrática e investigadora del Instituto de Restauración del Patrocinio de la Universitat Politécnica, Pilar Roig. Abarca las pinturas al fresco de la nave central, diseñadas por Antonio Palomino y realizadas entre 1694 y 1701 por su discípulo Dionís Vidal. Estas pinturas, que recubrieron las bóvedas góticas originales, muestran escenas de la vida de San Nicolás de Bari y de San Pedro mártir de Verona, junto con distintas alegorías.
Según Pilar Roig, «la idea que dio origen a esta intervención nace de la propia Hortensia Herrero, presidenta de la Fundación. Frecuentaba la iglesia y se enamoró de ella. Percibió que las pinturas estaban en mal estado, negras y sucias, y se dijo: “Hay que salvarlas”. A partir de aquí puso en marcha el proceso, que comenzó con un trabajo arquitectónico previo de adecuación sobre ventanas –entraba agua–, humedades, frontales, lunetos... Después le pedimos cuatro meses para diagnosticar la problemática, para estudiar el verdadero estado de las pinturas mediante rayos ultravioleta, infrarrojos y rayos X. Un esfuerzo exhaustivo sobre el que planteamos un proyecto y una temporalización. Elegimos un equipo de diez técnicos experimentados en una selección muy dura, que se encargaron de las técnicas auxiliares, química, física...».
Les pidieron rapidez y han cumplido. «En el tiempo, dos años, y en el dinero, aproximadamente un millón de euros, que era lo ajustado», afirma la directora e investigadora. «El esfuerzo ha merecido la pena. Nos sentimos agradecidos y privilegiados como profesores porque ésta es la mejor forma de enfrentarnos a la docencia, experimentando sobre el terreno, investigando a pie de obra para avanzar en la técnica».
Técnicas de vanguardia
«Comenzamos intentando encontrar una metodología. Nos encontramos grietas, hubo que analizar su gravedad y sellarlas. Quitar la suciedad superficial con mucho cuidado, un trabajo complejo y delicado. Después limpiar, consolidar y hacer la restauración cromática, poner pintura donde ya no había y eliminar repintes de pasadas restauraciones». Y continua Roig: «Lo más importante es que hemos utilizado las técnicas más avanzadas, como un sistema de biolimpieza con bacterias educadas en el laboratorio para alimentarse de aquello que queremos eliminar en la pintura, por ejemplo, la cola. Es inocua, rápida (3 o 4 días) y barata. Otra es la colorimetría, que consiste en medir el color antes de quitar el andamio para que las coordenadas cromáticas coincidan con el tramo siguiente, que tengan el mismo color. O la utilización del láser, aunque poco, porque es muy caro». Para esta labor han contado con la asesoría de Gianluigi Colalucci, restaurador de los frescos de Miguel Ángel de la Capilla Sixtina. «Le dedicó catorce años. Aquí viene desde el 94, ya colaboró en la Basílica. Ha dado cursos y ponencias y hemos aprovechado sus conocimientos y sabiduría. Él era escéptico, pensaba que era un gran reto y estaba preocupado, pero cuando lo vio se emocionó, estaba entusiasmado. La pena es que no puede venir a la inauguración por convalecencia».
Para Pilar Roig hay dos aspectos destacables, por un lado, «no decir adiós definitivamente al proyecto cuando se acaba. Ahora es importante el mantenimiento. Para ello, se ha realizado una monitorización mediante sondas para controlar la temperatura y la humedad, conectado a un sistema informático que en caso de anomalía hacen saltar la alarma». Y por otro, concluye, «hay que agradecer y valorar la sensibilidad, la iniciativa y el mecenazgo de instituciones como la Fundación Hortensia Herrero, que desde un presupuesto privado, colaboran en la recuperación y esplendor de nuestro rico patrimonio artístico, que sin actuaciones así, corre el riesgo de perderse».