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El último milagro de la Dama Azul

A la izda., portada del «Memorial de Benavides» (1630), donde se da cuenta a Felipe IV de la milagrosa conversión de los nativos de Nuevo México por una misteriosa «dama azul».
A la izda., portada del «Memorial de Benavides» (1630), donde se da cuenta a Felipe IV de la milagrosa conversión de los nativos de Nuevo México por una misteriosa «dama azul».larazon

Un pueblo de tres mil vecinos del norte de Soria y el estado de Texas estrecharán relaciones en unos días inspirados en las bilocaciones de una monja del Barroco, sor María de Jesús de Ágreda.

El próximo 21 de marzo la villa soriana de Ágreda estrenará primavera de un modo muy especial. Su alcalde y una treintena de vecinos viajarán hasta San Antonio, Texas, para participar en una jornada en la que su gran protagonista será sor María de Jesús de Ágreda, una monja concepcionista de clausura que vivió en tiempos de Velázquez. Sus contemporáneos estaban convencidos de que entre 1620 y 1631 ella sola logró convertir al cristianismo a miles de nativos del suroeste de los actuales Estados Unidos sin siquiera salir de su celda. Se ayudó –o eso dijeron entonces– del don místico de la bilocación. Ya saben, esa discutida facultad cuántica que permite a una partícula, átomo o criatura estar en dos lugares a la vez.

Hoy, casi cuatro siglos después, sus bilocaciones han sido la fuente de inspiración elegida para la próxima –e insólita– cumbre Ágreda-Texas, impulsada por la Universidad Saint Mary y varias instituciones históricas y culturales estadounidenses. En esta cita se buscará también sentar las bases de un futuro hermanamiento entre Texas y la villa agredeña tal y como ya sucedió en 2008 con el estado de Nuevo México. No hay que olvidar que Ágreda (3.084 habitantes) es la única localidad del mundo hermanada con un estado de Norteamérica. Y que aquello se firmó sobre el relato de las bilocaciones de aquella religiosa –que todavía no es beata ni santa para el Vaticano–, y cuya memoria se resiste a desaparecer. Y es que Sor María de Jesús fue, además de mística, una de las grandes escritoras del Siglo de Oro, amén de confidente del rey Felipe IV con quien intercambió una abultada correspondencia.

El reto al que se enfrentarán, pues, agredeños y texanos será el de contarse bien la historia (sobrenatural) que comparten. No lo van a tener tan fácil como con Nuevo México. En aquel caso fue un documento fechado en 1630, impreso en Madrid por orden de Felipe IV y conocido como el «Memorial de Benavides», el que les brindó el hermanamiento en bandeja. Se trata de un informe oficial, que contó con los parabienes de Iglesia y Estado, y en el que un misionero llamado fray Alonso de Benavides refirió la sorpresa que le causó encontrarse en Nuevo México a cientos de nativos que le pedían el bautismo tras su encuentro con una «mujer joven y hermosa» vestida con ropas azules.

Aunque Texas no dispone de una «evidencia» tan contundente, sí cuenta con un puñado de cartas y diarios de misioneros que recorrieron su territorio a finales del siglo XVII y a los que les pasó lo mismo que al padre Benavides. Tras el examen de esos legajos lo primero que llama la atención es que la creencia en las visitas milagrosas de sor María de Jesús a Texas emergió más de dos décadas después de la muerte de la religiosa, cuando sus bilocaciones en España habían caído casi en el olvido. De hecho, la documentación disponible demuestra que no fue hasta 1689 cuando el primer gobernador de Cohauila, Alonso de León, se dio de bruces con el primer «eco» de aquellas manifestaciones sobrenaturales. Sabemos que De León decidió adentrarse en los entonces poco explorados territorios del norte de México para desmantelar el asentamiento ilegal de unos corsarios franceses cerca de la Bahía de Matagorda. Y que fue allí donde descubrió, asombrado, que los nativos de esa zona habían sido masivamente convertidos a la fe católica. Pero, ¿por quién? «Ellos hacen muchos ritos cristianos», escribió, «y el gobernador indio nos pidió misioneros para enseñarles diciendo que, muchos años antes, una mujer fue tierra adentro para adoctrinarles, pero nadie había oído nada de ella por mucho tiempo».

Un cosmógrafo pariente de Góngora

¿Era aquello obra de la misma monja que se había aparecido en Nuevo México medio siglo antes? Quien resolvió esa duda fue el padre Damián Massanet, un joven franciscano mallorquín que se instaló en la región a instancias de De León. Aquel fraile no tardó en comprobar que esos nativos, en efecto, también habían sido visitados por la ubicua Dama Azul soriana. Massanet consignó sus hallazgos en una extensa carta al cosmógrafo Carlos de Sigüenza, pariente del poeta Luis de Góngora, que hoy es todo un tesoro. Al final de la misma, después de narrar las desventuras vividas durante su expedición, escribió: «Y por no tener más tiempo, sólo referiré lo más particular de todo. Y fue estando en el pueblo de los Tejas después de haber repartido ropa a los indios y al gobernador, una tarde dijo dicho gobernador que le diesen un pedazo de bayeta azul para mortaja y enterrar a su madre cuando muriese. Yo le dije que de paño sería mejor y él dijo que no quería otro color sino el azul. Preguntele (sic) qué misterio tenía el color azul y dijo dicho gobernador que ellos querían mucho dicho color y enterrarse particularmente con ropa deste color porque en otro tiempo los iba a ver una mujer muy hermosa la cual bajaba de lo alto. Y dicha mujer iba vestida de azul y que ellos querían ser como dicha mujer». Y concluyó: «Y preguntándoles si hacía mucho tiempo, dijo el gobernador no había sido en su tiempo y que su madre que era vieja la había visto, y los demás viejos también, de donde se ve claramente que fue la madre María de Jesús de Ágreda, la cual estuvo en aquellas tierras muchísimas veces, como ella misma confesó al padre custodio del Nuevo México».

Algo más tarde, a comienzos del siglo XVIII, las cartas de un militar y explorador franco-canadiense llamado Louis Saint-Denis confirmarían que la curiosa costumbre de buscar sudarios azules había arraigado también en el Este de Texas, a orillas del río Neches. En esa otra correspondencia, fechada entre 1710 y 1714, se aseguraba que aquella misteriosa mujer de hábitos celestes llegó incluso a bautizar a un chamán de los nacogdoches que quiso enterrarse a toda costa imitando a esa visión venida «del otro mundo».

La petición de los nativos

Otras pistas sobre la presencia de la Dama Azul pueden encontrarse en fuentes antropológicas. Según recoge Cleve Hallenbeck en su clásico «Legends of the Spanish Southwest», fue en el oeste del estado donde hacia 1668 cinco nativos llegados más allá del río Pecos se presentaron en la recién fundada Misión de San Agustín implorando a los frailes que les enviaran un sacerdote a su tribu. Les contaron que una mujer vestida de azul se había aparecido a su gente urgiéndoles a convertirse al cristianismo... Aunque para entonces la monja de Ágreda llevaba tres años muerta.

Curiosamente, es en el valle de San Antonio –justo donde se celebrará el encuentro entre la delegación de Ágreda y las autoridades de Texas en marzo– donde más huella parece haber dejado nuestra Dama. Allí la vinculan a leyendas locales que hablan de ciudades subterráneas y de las que dicen que emerge cada cierto tiempo para entregar sus dones místicos a alguna mujer. Se trata, en definitiva, de un mito que ha sabido renovarse y que sigue tan presente en Texas que incluso lo vinculan a la flor oficial del estado, el bonete azul (lupinus texensis). Allí creen que en la última de sus visitas sor María dejó sembrado un rastro de estas flores en sus llanuras para que nunca la olvidaran. Yo creo que lo ha conseguido.

Una cuestión de justicia histórica

La inminente cumbre entre Ágreda y Texas en realidad comenzó a fraguarse el pasado 22 de noviembre, cuando el cineasta William E. Millet visitó esa localidad soriana para presentar su miniserie documental «Texas antes de El Álamo». Se trata de una producción de seis capítulos dirigida por Félix Almaraz, doctor en Historia de la Universidad de Saint Mary, en la que se intenta explicar a los norteamericanos la «historia española» de la región antes de la famosa batalla de El Álamo por la que los independentistas lograron separarse del control político mexicano y convertirse en un estado propio en 1836. Una historia que comenzó, en realidad, con las bilocaciones de sor María de Jesús. «Me quedé muy sorprendido de que hubiera tan pocos estadounidenses en general, y texanos en particular, que visiten Ágreda para recordar sus orígenes», comentó Millet tras su visita. Y entusiasmado por haber encontrado en España las raíces de su propio pasado, propuso a su alcalde convocar una cumbre en Texas para corregir este «desajuste histórico». Lo que Millet y Almaraz han conseguido en sólo cinco meses es unir a once de las más importantes organizaciones educativas e históricas de Texas y convocarlas a un encuentro pensado para llamar la atención de Greg Abbott, gobernador republicano del estado desde el pasado mes de enero. «Queremos subrayar lo que la mayoría de historiadores de aquí ya saben, que la fundación de la primera misión española en esta tierra, la de San Francisco de las Tejas, en 1690, estuvo motivada por las apariciones de sor María de Jesús de Ágreda y que, por tanto, el acercamiento a su figura es una cuestión de justicia histórica».