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«En este teatro la política la haremos nosotros»

Antonio Banderas y Lluís Pasqual se unen para levantar en otoño El Soho, un espacio escénico que buscará convertirse en referencia nacional y en un lugar «necesario para la gente de Málaga».

Lluís Pasqual (izquierda) y Antonio Banderas, durante la presentación del pasado año en Madrid del nuevo Teatro del Soho
Lluís Pasqual (izquierda) y Antonio Banderas, durante la presentación del pasado año en Madrid del nuevo Teatro del SoholarazonAlberto R. Roldán

Antonio Banderas y Lluís Pasqual se unen para levantar en otoño El Soho, un espacio escénico que buscará convertirse en referencia nacional y en un lugar «necesario para la gente de Málaga».

No, no son Jack Lemmon y Walter Matthau, sino Antonio Banderas y Lluís Pasqual. Uno, perpetuo emblema de Málaga; otro, faro de la escena catalana, española y, desde el próximo otoño, de la capital andaluza, en concreto. Juntos no forman esa «extraña pareja» de antaño, sino el binomio en boga de las tablas malacitanas y futuros líderes del Teatro del Soho (antiguo Alameda). Un proyecto que el actor tenía en la cabeza desde «hace muchos años» –atrás quedaron varios intentos fallidos–, pero que encontró su sentido con la salida de Pasqual del Lliure: «Fue la oportunidad de darle a esto una dimensión mayor», explicaba, ayer, durante una mañana interminable de entrevistas fugaces en las que no pudieron «ni estirar las piernas». «Esta idea no es un capricho de Banderas, es algo muy delicado, muy serio», respondía el director, ya sin el «luto» –por su marcha del Lliure, fundado por él mismo en el 76– bajo el que presentó el «Romancero gitano» en Madrid el pasado octubre: «La amistad de Antonio me ha ahorrado muchos psicólogos. Eso y ensayar, que es mi medio natural».

Sin perder la sonrisa, Banderas suplicaba por un paseo exprés fuera del despacho en el que tuvieron lugar los encuentros –también por «una paella», contestaba cuando se le ofreció un café, pero eso ya parecía más complicado– y Pasqual hacía lo propio por fumarse un cigarro del paquete que apostaba al lado de la grabadora, casi haciéndonos culpables de alargar el mono. Pero los tiempos eran los marcados y ni esos nimios placeres fueron aptos para las estrellas. Así que nada de vicios, un saludo rápido y a comenzar. Lo primero, claro, la apertura de un teatro que se suma al «ambiente de ebullición de una Málaga en la que empiezan a pasar cosas», comentó el intérprete, convertido aquí en corazón y motor.

Dos nuevos escenarios

La llegada del Soho completa a los museos y al festival de cine como apuesta cultural de una ciudad que antes de final de año contará con los dos nuevos escenarios de este centro: el principal y el adscrito a la Escuela Superior de Artes Escénicas de Málaga (Esaem). Vuelve así Banderas a unos escenarios que, antes de comenzar a hacer carrera en Madrid, le vieron crecer durante los 80. Luego, a finales de la década, un veinteañero andaluz se ponía hasta en tres ocasiones bajo las órdenes del entonces director del Centro Dramático Nacional –un tal Pasqual que terminaría de enamorarle con la «Mariana Pineda» en la que dirigió a Sara Baras– y decía algo así como que si un actor no se renovaba en el teatro terminaría sin nada que ofrecer a su público. Será que esos ecos no cesaron en su interior por lo que el intérprete siempre tuvo en mente volver a la escena, a casa. Porque si ayer se presentaba como líder del Soho, pronto lo hará como actor y director de «A Chorus Line» presumible inauguración del nuevo espacio del Barrio de las Artes.

Todo bajo una impronta «muy malagueña», «por lo que Lluís está tratando de establecer una conversación con la ciudad para ver qué necesidades tiene. Me pidió verla y olerla». Lo explicaba Banderas de un aroma «nada desconocido» para Pasqual (Reus, 1951), que asegura tener la ventaja andaluza de su madre (nacida en Cabo de Gata): «Llego con el capital de que nada me suena raro. Ni el humor, ni el lenguaje, ni las expresiones». De esta forma, el director del Soho cambia Barcelona por Málaga, «pero todavía no puedo contar las líneas de la temporada. No porque no tenga ideas, sino por estar concentrados en las obras del espacio». Remodelación que, por cierto, ha salido del bolsillo del propio Antonio Banderas: «Sin dar números, que queda feo»; el resto del dinero, en buena parte, saldrá de CaixaBank, principal patrocinador del espacio y empresa comprometida con uno de los mantras de la dupla: «No tocar la ideología del proyecto. Los artistas necesitamos libertad creativa absoluta».

¿Qué quiere la ciudad?

Pero si hay una obsesión que le ocupa a Pasqual en estos meses es la de descubrir qué tiene ganas de ver el público malagueño: «El teatro es el resultado del diálogo de una ciudad con sus escenarios. Lo comparo con Ikea o Zara, que antes de existir no lo necesitaba nadie, pero una vez que salieron... Nosotros en doce meses no vamos a poder hacernos indispensables, pero puede que a los dos o tres años, sí. Nos hemos dados cinco para conseguir ser imprescindibles», desarrolla el director de una posible descentralización del teatro en España. Que no solo Madrid y Barcelona produzcan: «Primero presentaremos en Málaga y luego nos moveremos por España e internacionalmente», apunta Banderas. «Siempre que la Ley de Mecenazgo lo permita porque corremos un riesgo importante si el ministro de Hacienda no la quiere. Si este modelo funciona quizá le dé un empujón a esta norma», defiende Lluís Pasqual.

Tanto a uno como a otro les aburre hablar de política, de hecho, Banderas reconoce que «lo ha intoxicado todo, como las “fake news” [culpables de la dimisión de Pasqual y del último encontronazo del malagueño en las redes]», pero siempre termina siendo un tema apetecible ante dos voces autorizadas a nivel internacional, con mundo. El director catalán reconoce que ahora llega «a un teatro donde la política la haremos nosotros. La escena siempre ha sido importante, pero ahora más porque es un espacio de libertad, una palabra que no se une muy bien a los postulados de Vox». Mientras, el intérprete suscribe y apunta que «todo lo que tenga que ver con que este señor es catalán y yo andaluz solo sirve para enriquecernos».