Erasmo, cuando la mente y la pluma se contradicen
Carlos Clavería publica un ensayo sobre el humanista en el que ha rastreado actitudes que revelan la falta de coherencia entre lo que escribía y lo que sentía
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Carlos Clavería publica un ensayo sobre el humanista en el que ha rastreado actitudes que revelan la falta de coherencia entre lo que escribía y lo que sentía.
Es frecuente descubrir a lo largo de la historia a grandes genios que han destacado por haber llegado a la cima en diferentes ámbitos del arte, la ciencia o el pensamiento, que son admirados universalmente por ello mientras su vida particular era un desastre o difiere mucho de su imagen pública. Carlos Clavería Laguarda ha publicado «Erasmo, hombre de mundo: evasivo, suspicaz e impertinente» (Editorial Cátedra), al que ha añadido el llamativo subtítulo «Misántropo, borrachín, pendenciero» y dice en el prefacio: «Erasmo de Rotterdam, el erudito más influyente de su tiempo, dedicó toda su vida a construir una imagen de sí mismo que lo reflejara como un intelectual íntegro y como una persona guiada por una nueva educación (“humanitas y civilitas”) basada en la piedad cristiana y en el deseo de paz universal». En 1523 se definía a sí mismo como amante de la verdad, desdeñador del dinero y reluctante a las polémicas, no menos que sereno en el hablar. «Sin embargo –explica Clavería–, como suele ser habitual en las personalidades complejas, los comportamientos no coinciden siempre con las intenciones».
En 1524, Erasmo se atreve a escribir en estos términos contra un impresor que ha osado publicar un libro crítico: «Si tiene hijos que alimentar, ¡que mendigue!, ¡que prostituya a su mujer!, pero que no publique libros que atentan contra mí, contra las buenas letras, contra el Evangelio y que traerán a la ciudad de Estrasburgo toda la maldad de los herejes». Es difícil entender que, del considerado como el más grande humanista del Renacimiento, precursor del espíritu moderno, cuyas ideas y doctrina dieron origen al movimiento erasmista que se extendió por toda Europa, puedan salir semejantes palabras.
Clavería ha analizado el epistolario de Erasmo «con la intención de encontrar contradicciones que, según los baremos de hoy, pudieran servir para interpretar su comportamiento como incorrecto, lo que no quiere decir censurable», es decir, «leerlas con criterios tenidos por correctos o habituales en el siglo XVI», aun así, «muchas de las actitudes que se descubren de Erasmo a través de ellas pueden interpretarse hoy como desconcertantes». El libro «pretende explicar algunos momentos de su vida a través de la distancia que abren entre su comportamiento y sus ideas».
Afirma Clavería que «Erasmo fue tan magnánimo en sus amores a primera vista como implacable en la persecución de los desafectos de su causa y su amistad». Para ilustrarlo, el autor desglosa un episodio sobre el impresor Bebel que, aunque no es de gran trascendencia –como advierte–, puede servir para ver algunas constantes que marcarán su vida desde los primeros días en el monasterio de Steyn con apenas veinte años: «La utilización del prójimo a su antojo, la afección desmesurada por los eruditos apenas conocidos, la preocupación excesiva por el dinero, manía persecutoria, hipocondría, la presencia constante del vino, la obsesión por censurar contrarios y prohibir libros, la crítica feroz ante los amigos cuya confianza se ha perdido –Moro, Vives, Aldo, Aleandro...– y la expresión de opiniones contradictorias sobre un tercero».
Para el autor, «no se trata de analizar las cartas de Erasmo para comprobar si estaba o no en sus cabales, ni que lo expresado en un epistolario fragmentario sea una base canónica para juzgarlo. Las epístolas sobre las que se suelen reconstruir detalles de su personalidad no pasan de ser a veces juegos literarios, expresiones e ironías, justificaciones en público de contradicciones privadas o dedicatorias interesadas, por lo que han de ser tomadas con mucha prudencia». Lo que lo ha llevado a leerlas «es la intención de rastrear actitudes que revelen datos de la persona, no de la personalidad, de Erasmo y de su forma de relacionarse con el mundo», afirma. Sin embargo, hay autores que sí han intentado hacer un perfil psicológico de él amparándose en las críticas de sus contrarios, por ejemplo, De Ligt afirma que Erasmo era «bisexual, neurasténico y psicópata» y Schenk cree encontrar en sus cartas tendencias homosexuales latentes. «El riesgo de estudiar una época y un comportamiento a partir de confesiones privadas y no de reflexiones ponderadas es que la conclusión puede no ser científica ni unánime», explica Clavería.
Bisexual y psicópata
La dimensión intelectual no interesa aquí al autor por considerarla «suficientemente tratada por eminentes autores». Ha tomado las cartas «como textos para estudiar un comportamiento; no con la intención de justificarlo, ni de estudiar su importancia o influencia intelectual». Los estudiosos insisten que la correspondencia de Erasmo está «escrita con varios registros dependiendo de los intereses que el autor persiga: con los poderosos en términos que permitan ser comunicados a todos, con los íntimos con intimidad, con los enemigos con amistad y con los amigos expresa confidencias comprometedoras». En definitiva, «no son las confesiones personales las que ponen en evidencia a las personas complejas, sino la falta de coherencia entre lo dicho y lo escrito, entre la piedad escrita y la impiedad sentida», afirma Clavería.