
Cine
Laura Antonelli, muere la musa erótica de los 70
La actriz, que malvivía con una pensión de 500 euros, fue hallada muerta en su casa. Tenía 73 años

La actriz, que malvivía con una pensión de 500 euros, fue hallada muerta en su casa. Tenía 73 años
Quién iba a pensar, y menos deuna semidiosa del erotismo húmedo de los años 70 como Laura Antonelli, que acabaría parodiando el título de una de sus películas de su época más gloriosa: «¡Dios mío, como he caído tan bajo!» (1974). Y no precisamente por el sexo, sino por un mal paso que dio por culpa de un inepto cirujano plástico que le destrozó el rostro. Fue patético verla descender a los infiernos de la estética, gorda y deprimida, denunciada por posesión de cocaína, litigando durante diez años por salir a flote de la trama que en Italia es todo proceso judicial, para acabar absuelta pero directa a un psiquiátrico. Todo empezó con «Malizia» (1973), una película de Salvatore Samperi que retomaba con un erotismo primario el clásico porno blando de la chacha y el señorito en una familia italiana parecida a la de «Teorema» de Pasolini, pero de clase media. El filme recaudó en Italia 6 millones de liras y consiguió el Nastro d’Argento a la mejor interpretación femenina. La última de las «maggiorattas» italianas, heredera de Sophia Loren y Gina Lollobrigida, volvía a la comedia de corte neo neo realista encarnada en una italianona hermosa y frescachona, que era seducida por el niño de la casa en una escena memorable de acoso juvenil: mientras comen en el comedor, Nino, un calenturiento púber, le baja parsimoniosamente las bragas y se las queda, sin que los padrs se enteraran del trajín que el vástago se lleva entre manos bajo la mesa, con cierta colaboración de Laura.
La escena en la que limpiaba los cristales subida en una escalera no era precisamente «La rodilla de Claire» (1970), pero era su equivalente en el cine meridional, donde el sexo no es una cuestión metafórica y sutil de erotismo intelectualizado estilo Rohmer, sino una cuestión de piel, de tocamientos y pecados veniales de la carne propios del catolicismo. Tanto en «Malizia» como en «Pecado venial» Antonelli representa el mismo tipo de mujer italiana franca e ingenua, de una belleza natural, del pueblo llano, con sus pechos no excesivamente grandes, como correspondía al erotismo de posguerra, sino más bien con una figura adecuada a los años 70, época de jipis y revolución sexual, en la que los mitos eróticos en cine y televisión se repartían por igual entre la sofisticada Sylvia Kristen y la despampanante Farrah Fawcett, junto a Lolitas como Ornella Mutti en Italia y Ana Belén y Marisol en Italia y España. Era el famoso cine «S», para mayores, que eclosionó justo antes de la aparición del vídeo casero, un formato que acabó cambiando la forma de ver cine erótico en aquellas salas acondicionadas para este tipo de cineque no llegaba al porno calificado como «X».
A pesar de su apariencia sureña, Laura Antonelli había nacido en el norte de Italia, en Pula, hoy perteneciente a Croacia, como la actriz Alida Valli. Triunfó con dos películas que causaron sensación en el cine internacional y que le abrieron las puertas del cine de autor, de «Playboy» y de numerosas revistas semieróticas como la española «Interviú»: «Malicia» y «Pecado venial». Ella se definió así: «Soy bajita, un poco redondita y tengo las piernas bastante cortas, ¿será esa la razón por la que gusto?»
Fue novia de Jean-Paul Belmondo, a quien conoció durante el rodaje de «Gracias y desgracias de un casado del año II» (1971), y llegó a trabajar con varios directores del cine de autor italiano. Visconti, que le dio el papel protagonista de su último filme, «El inocente» (1976), la consideraba «la più bella donna dell’universo». Trabajó con Dino Rissi y Luigi Comencini le dio el papel de marquesa Eugenia di Maqeda en «¡Dios mío, cómo he caído tan bajo» (1974). Y finalizó su carrera con dos directores de los grandes: Ettore Scola, «Entre el amor y la muerte» (1981), y Mauro Bolognini «La veneciana» (1986).
En los últimos años, el actor y compañero Lino Banfi había pedido al Gobierno que la ayudara a vivir con dignidad, pues malvivía con una pensión de 510 euros al mes, pero la intérprete rechazó la acción popular de Banfi, aduciendo que la vida terrena ya no le interesaba. «Me gustaría ser olvidada», fueron sus palabras.
Filmografía escogida
- «El gran amante», 1966.
La dirigió Alberto Sordi y compartió reparto con otra bomba sexual de la pantalla, la rubia Anita Ekberg.
- «Cabalgando al infierno», 1970.
Con este título sólo podría tratarse de un «western», en el que compartía planos con James Garner.
- «Gracias y desgracias de un casado del año II», 1971.
La cercanía con Jean-Paul Belmondo propició que entre ambos se iniciara un romance.
- «Malicia», 1973.
Significó su revelación internacional como símbolo erótico junto al joven Alessandro Momo.
- «El inocente», 1976.
Visconti le dio el papel protagonista del que sería su último filme. En los 80 trabajó con Scola y Bolognini.
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