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Fernando García de Cortázar: «La idea de España se ha erosionado»

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Fernando García de Cortázar traía la vocación literaria solapada por su oficio de historiador comprometido, batallador. Durante estos años de lecturas, publicaciones y bibliografía acumulada, había contenido ese pálpito, aunque, de vez en cuando, asomara involuntariamente en las páginas de algunos volúmenes cuidados, esmerados, de esos que escapan a los academicismos y son escritos con algo más que paciencia, bibliografía y estudios, como ocurre en «Los perdedores de la historia de España». Resultaba inevitable que, más tarde o más temprano, abordara la novela y que la materia que trabajara fuera el tiempo, ese gran modelador de hombres, voluntades, actitudes y conciencias. Con «Tu rostro con la marea» (Mr), premio de Novela Histórica Alfonso X el sabio, el autor salda una doble deuda: la que mantenía consigo mismo, con ese escritor enmudecido que llevaba por dentro, y con una época de guerras y entreguerras, de amores y desencuentros, de ideologías emergentes y civilizaciones crepusculares, que ha trabajado durante décadas. «En mi obra, ya extensa por mérito de mis años, hay una clara voluntad de estilo y en ella resuenan las grandes voces de la literatura», explicó. García de Cortázar, que ha defendido siempre que «un historiador que no comunica no es historiador. Los historiadores no sólo debemos saber historia, sino debemos saber contarla, escribirla con amenidad», nos ofrece este relato porque, como afirma, «la ficción y la literatura abren nuevos horizontes al historiador necesarios para transmitir no sólo el sentido, sino también el sentimiento de una época, de unos personajes».
–¿Su profesión le ha ayudado?
–Quería hacer algo sobre el siglo XX que partiera de la conmoción de la Primera Guerra Mundial, ahora que estamos en el centenario. Sin mis conocimientos de Historia no la habría construido.
–Es la evocación de una época.
–O por lo menos un recuerdo de un mundo que dejó de existir. Es una novela de un tiempo que comienza a ser pesimista. En situaciones incómodas, de angustia y miedo, como sucedió en el siglo XX, se sufre mucho. Recuerdo un pasaje de la «Divina Comedia» que aseguraba que no existe mayor dolor que acordarse de un tiempo feliz en una época de miseria. Ésa es la nostalgia de los protagonistas de este libro. Es una sociedad que está cambiando, que está destruyéndose.
–¿Por qué con tantos libros y novelas históricas es tan fácil imponernos una historia alternativa?
–Porque, en lo que se refiere a España, casi se nos ha olvidado la conciencia histórica. He querido recordar a la diosa de la historia para demostrar ahora cómo en otros momentos difíciles también salimos adelante, cómo se solucionaron los problemas en otros siglos.
–¿Por qué hemos perdido esa conciencia?
–Por el descuido de la historia en los planes de estudio. Quizá, también, hay una carga de inmediatez, de sobrevalorar lo que es más cercano e inmediato. Hemos perdido una perspectiva del pasado, la capacidad de relacionarlo con el presente.
–Ahora se valoran más los discursos históricos de los políticos que los de los historiadores.
–Ellos tienen más altavoces y la Prensa siempre magnifica más la presencia de un político en un acto que la de un historiador. Priman sus palabras a la reflexión de un intelectual o un historiador. Hay una gran responsabilidad que también responde a un exceso de trivialidad en los medios. A veces, bajo el señuelo de que el público manda, ya no se hacen intentos para hacer productos culturales de calidad, no pesados ni prolijos, sino de gran calidad. Hay que hacer este esfuerzo. Mi aportación es esta novela. La Historia es muy importante: nos ayuda a mejorar el mundo y a situarnos bien en él.
–¿A mejorarlo?
–Sí, y esto se puede potenciar con la literatura. Una buena novela histórica da alas a la historia y al conocimiento de la historia. La literatura ofrece una posibilidad que la historia no da: adentrarse en las almas y los sentimientos de la gente. Aporta mayor profundidad y ayuda a que los personajes se queden en la mente.
–¿Echa de menos el ambiente literario de comienzos del siglo XX?
–Sí, pero tampoco hay que mitificarlo. Unamuno ya decía que lo que faltaba era público. En España faltan intelectuales que se planteen con vigor la idea de España en un momento en que la están impugnando, y la defiendan.
–¿A qué se refiere con impugnada?
–Es la impugnación catalana, a la cual hay que dar una respuesta no fútil ni trivial ni violenta. Los independentismos son una amenaza para la España que hemos vivido, que es la España de las libertades colectivas y las individuales.
–¿Cómo hemos llegado a este punto?
–Los nacionalismos son más activos que las democracias, que suelen ser menos combativas. Los nacionalistas saben lo que quieren y no hay que dar concesión a sus objetivos. En este momento no hay respuesta de la ciudadanía ni de los gobiernos. Estamos viviendo cómo, desde Cataluña, se empuja una historia mítica, pero el Gobierno no impulsa programas culturales para borrar lo que el nacionalismo catalán difunde. Las naciones se construyen en años. Los nacionalistas catalanes han ido construyendo la nación catalana, pero nosotros no hemos hecho la nación española. La nación es un plebiscito diario. Nosotros no lo hemos construido, y se ha erosionado la idea de España. Y no ha habido una respuesta de denuncia continua de lo que ha pasado.
–Parece que hay cuestiones que nunca resolvemos.
–Ahora, lo que vemos en la crisis, en lo que ha pasado en España, es el deterioro de la Educación y de no formular una acción conjunta desde el Estado en este punto. Lo que ha sucedido con la idea de España es que está impugnada desde el País Vasco y Cataluña. Parte de ese deterioro de la enseñanza es por culpa de los partidos que han gobernado.
–¿Está nervioso por la publicación de esta novela?
–Siempre he sido mimado por mis lectores en los sesenta libros que he publicado. He tocado la historia desde la literatura, la cultura y el pensamiento filosófico; la he escrito para adolescentes y para lectores en general. Pero en este momento me encuentro más emocionado y más inquieto ante la respuesta que recibiré del público.