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Cuando el paraguas era indigno de un hombre

Fue inventado durante el reinado de Luis XIV para que no se arruinasen los tocados de la corte y su uso no fue aceptado hasta los años 30 del siglo XIX en Inglaterra
«Los paraguas», de Pierre Auguste Renoir (1883)
«Los paraguas», de Pierre Auguste Renoir (1883)national gallery
La Razón

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El paraguas es un objeto cotidiano que nos acompaña en la vida e inspira míticas escenas de películas inolvidables. Todos recordamos el famoso paraguas negro de Charlot, donde Chaplin encarna un vagabundo con aires de soñador y digno caballero o la famosa escena en la que Gean Kelly baila también con un paraguas negro en «Cantando Bajo la Lluvia» (1952). Negro era también el paraguas que transportaba por los aires a «Mary Poppins» (1964) o el paraguas transparente que con el que se pasea por Tokio Scarlety Johansson en «Lost in Trastalation». Este objeto común en las calles en los días de lluvia en todo el mundo se inspiró en los parasoles chinos a los que se les cambian varillas y telas.
La referencia mas antigua que se tiene de parasoles aparece en el libro de ceremonias llamado «Zhou Li», o «Zhoguan», un libro de la dinastía Zhou escrito alrededor del siglo II a.C. Se trata de un tratado de burocracia y teoría de gobierno que aparece en la biblioteca de libros antiguos del príncipe Liu De, hermano del emperador Wu de Han (156-87 a.C). En el libro de se recogía la costumbre de poner el parasol en los carros oficiales de los emperadores y altos funcionarios de la corte para proteger de las inclemencias del tiempo, un uso que refleja una práctica más antigua ya que aparece en el carruaje de uno de los guerreros de terracota que forma parte del mausoleo del emperador Qin Shi Huang, más conocido como tumba de los guerreros de Xi’an, del siglo III a. C. Estos parasoles llegaron a Egipto y Europa a través de las relaciones comerciales, pues los egipcios los utilizaban en los rituales cortesanos y en Grecia y Roma sólo los utilizaban las mujeres desapareciendo posteriormente su uso en Europa. En China su usos fue restringido hasta el siglo XIV, época en la que el comercio de la Ruta de la Seda hace llegar este artefacto de nuevo a Europa. Inspirándose en los parasoles chinos se fabrican sombrillas de gran tamaño en París para proteger a los miembros de la corte durante las recepciones en una ciudad donde la lluvia es una constante. A finales del reinado de Luis XIV (principios del XVIII), estas enormes sombrillas se utilizaban como paraguas pero eran muy pesadas e incómodas por lo que no eran de uso generalizado y tanto hombres como mujeres arruinaban las voluminosas pelucas de moda en los días de lluvia. Este problema fue observado por Jean Marius, un artesano y fabricante de bolsos y carteras del barrio parisino de Saint-Honoré cuando sus clientas visitaban su tienda en los días lluviosos con sus pelucas arruinadas. Se dio cuenta de que los paraguas eran la respuesta, pero que en su forma actual las mujeres elegantes no se atreverían a ser vistas llevándolos.
Tras varios intentos y cambios de tela en 1709 Marius creó una sombrilla de bolsillo de tela de sede verde con nervaduras plegables y un eje articulado que se desmontaba en tres secciones, lo que permitía transportarlo. Luis XIV, un ávido usuario de pelucas, apreció inmediatamente el invento y concedió a Marius un privilegio real. El nombre que aparece en el privilegio es parapluie, origen del vocablo español paraguas y le aportaba el monopolio de la fabricación durante cinco años en Francia. Uso años más tarde su uso era ya algo ordinario en Versalles y los miembros de la corte harán publicidad de las virtudes de este invento. Así en una carta escrita el 18 de junio de 1712 la Princesa Palatina, Isabel Carlota entonces duquesa de Orleans y cuñada de Luis XIV, menciona en una carta a sus amistades el invento de Marius «el parasol-paraguas es muy útil se puede llevar a todas partes, en caso de que la lluvia os sorprenda en pleno paseo». En el Museo de la Moda de París se conservan dos ejemplares de 1715 cuando la fabricación se liberalizó. Si bien en París fue ampliamente aceptado, en Inglaterra, un país donde llueve a diario, hubo problemas para su aceptación. Sólo era utilizado por mujeres, ya que era incompatible con la hombría de todo caballero que debía soportar la lluvia estoicamente. Durante 30 años, Jomas Hanway, un filántropo y comerciante de lana que trató de importarlo, fue insultado por los ciudadanos de Londres que lo veían pasear bajo la lluvia con el paraguas francés, y era reprobado por los conductores de carruajes que temían perder su negocio si el uso del paraguas se extendía. Casi cien años más tarde, en 1830, se abrió en Londres la primera tienda especializada en paraguas, James Smith&Sons, una tienda que todavía conserva su función, el paraguas se había democratizado con independencia del sexo. Actualmente hay patentes anuales de paraguas con telas y varillas cada vez más resistentes a vientos y tormentas a pesar de su reducido tamaño. Ojalá su uso aumente en nuestro país y se pueblen las calles de Oviedo a Cádiz de paraguas como en las pinturas de los impresionistas.