cultura
Edesia, ¿filósofa o moneda de cambio?
Fue una de las grandes transmisoras del pensamiento neoplatónico y jugó un papel de vínculo estratégico entre las escuelas de Atenas y Alejandría
«La mejor y más bella de las mujeres de Alejandría»: así describió Damascio a una mujer cuyo nombre apenas ha sobrevivido en los márgenes de la historia filosófica. Mientras su belleza quedó inmortalizada en antiguas biografías de filósofos relevantes, su verdadero legado permanece oculto entre las líneas de la transmisión del pensamiento neoplatónico. Edesia, una filósofa que conectó varias generaciones de intelectuales en el siglo V d.C., nos mira desde los márgenes de los libros para hacernos entender que el lazo que une las escuelas de pensamiento fue posible gracias a mujeres desconocidas como ella.
Nacida en el seno de una familia dedicada al pensamiento, Edesia estaba emparentada con Simplicio y era hija de Olimpiodoro el Viejo, reconocido maestro neoplatónico en Alejandría en el siglo V. La escuela alejandrina donde se educó constituía un centro relevante para el pensamiento filosófico de la época. Como maestro, su padre era un elocuente pensador, pero hablaba tan rápido que Proclo, su discípulo más brillante, tenía que repetir las lecciones de su maestro, explicándoselas de nuevo a sus compañeros al final de la jornada. Seguramente estuvo ayudado por Edesia, presente en la escuela, quien había aprendido los saberes de Platón y Aristóteles a través de su padre.
El papel de la mujer
Su destino estuvo inicialmente vinculado a Proclo. Olimpiodoro propuso el matrimonio entre ambos, pero este no llegó a concretarse debido a la vocación ascética de Proclo, quien consideraba que las relaciones carnales impedían la elevación del alma. Esta circunstancia, lejos de ser anecdótica, refleja las tensiones entre el papel asignado a las mujeres en la sociedad (como esposas y madres) y sus aspiraciones intelectuales. Edesia contrajo matrimonio posteriormente con Hermias, otro destacado filósofo formado en Atenas bajo la tutela de Siriano, quien también había sido maestro de Proclo. La unión no fue meramente un arreglo social, sino el encuentro de dos mentes dedicadas al pensamiento filosófico. De este matrimonio nacieron Amonio Hermeio (nombre que significa literalmente «hijo de Hermias») y Heliodoro de Alejandría, quienes llegaron a ser figuras destacadas en la tradición filosófica.
Si bien estos episodios podrían interpretarse como indicios de que Edesia fue utilizada como vínculo estratégico entre las escuelas filosóficas de Atenas y Alejandría, un análisis más profundo revela a una intelectual con capacidades notables. La evidencia histórica disponible sugiere que poseía aptitudes comparables a las de destacados filósofos contemporáneos. De haber existido estructuras institucionales que permitieran a las mujeres ocupar posiciones formales de enseñanza, como ocurrió excepcionalmente con Hipatia, probablemente la documentación histórica sobre Edesia sería más extensa y detallada.
Tras el fallecimiento de Hermias, no solo mantuvo las prestaciones municipales que su esposo había recibido para sus hijos (un logro sin precedentes destacado por Damascio), sino que también se encargó personalmente de su formación filosófica. Además, la decisión de Edesia de trasladarse con sus hijos a Atenas para que recibieran enseñanzas en la escuela donde Proclo ejercía como director demuestra su determinación por garantizar la continuidad de la tradición filosófica. En Atenas, todo el «coro de filósofos» admiraba su virtud, su piedad y su aplomo. Este tipo de desplazamientos geográficos facilitó la conexión entre los círculos intelectuales de Alejandría y Atenas, contribuyendo a la transmisión del pensamiento neoplatónico.
Damascio, en su obra «Vida de Isidoro», no solo exalta la belleza física de Edesia, sino que la describe como una persona de carácter equilibrado, que combinaba la capacidad de apreciar el humor con un interés por principios éticos como la justicia, la filantropía y la prudencia. La práctica de dar limosna a los necesitados por encima de sus posibilidades le otorgó reconocimiento entre diversos sectores de la población, incluso entre los «peores ciudadanos» (es decir, los cristianos). Damascio señala específicamente que estas actividades filantrópicas resultaron en compromisos financieros significativos que afectaron tanto su patrimonio personal como el de sus descendientes. Este patrón de generosidad sistemática puede interpretarse como una manifestación del concepto de evergetismo, una práctica de mecenazgo y beneficencia pública característica de las élites intelectuales y económicas en el mundo mediterráneo antiguo. En sus últimos años, ya anciana, Edesia continuó siendo una figura venerada por su sabiduría y virtud. El propio Damascio, que la había conocido alrededor de 470/75, recitó un discurso escrito en hexámetros en su funeral, en torno al 480, marcando la memoria de esta mujer con la grandeza de una vida consagrada al conocimiento y la benevolencia.