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Estas son algunas anécdotas sexuales más curiosas de la historia de España

Descubre esta recopilación de las más peculiares
Estas son algunas anécdotas sexuales más curiosas de la historia de España
Estas son algunas anécdotas sexuales más curiosas de la historia de EspañaHistoria de Iberia Vieja
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Entre los restos que nos han llegado de los íberos se encuentran numerosos exvotos, figurillas de función ritual que muestran hombres desnudos. En ellas, los hombres presentan el pene erecto, lo que se ha interpretado como un signo de fertilidad.
En los tiempos de Hispania, las bodas eran muy similares a las actuales. Había convite, y luego, noche de bodas. Los matrimonios, con su forma actual, existían desde mucho tiempo atrás.
La tradición obliga al marido a cumplir con los deseos de la mujer, que corría el riesgo de no poder ser satisfecha por su recién estrenado esposo. En caso de que eso pasara, la esposa tenía entre sus objetos una especie de objeto de madera similar a los modernos consoladores. Ese objeto tenía la imagen del dios de la fecundidad Príapo, cuya característica era el enorme falo que tenía. Si en la noche de bodas él no satisfacía a la mujer, lo hacía Príapo.
Los anticonceptivos se popularizaron en la época del emperador hispano Adriano gracias a las recomendaciones del médico Sorano de Efeso: aceite de oliva, miel, bálsamo y resina de cerdo... Hecha la mezcla, al introducirse en el útero obraba infertilidad temporal. Se acababa de inventar la píldora.
Los gladiadores y los atletas eran el cuerpo –nunca mejor dicho– de deseo de la mujer en todo el imperio, desde Oriente a Hispania. Se llegaba a pagar por estar una noche con ellos, con la condición de que no se lavaran después de la pelea.
Uno de los iconos de belleza de la época de Hispania era que el hombre tuviera vello, de tal forma que las dos cejas estuvieran unidas.
El libro de medicina que usaban los Galenos en el siglo XV, una época en la que se creía que las mujeres también generaban esperma, daba las recomendaciones de cómo dejar embarazada a una mujer. El lenguaje y la forma de instruir sobre cómo debía ser el encuentro merecen ser recordados: "Después de la medianoche e ante del día, el varón deve despertar a la fembra; fablando, besando, abrazando e tocando las tetas e el pendejo e el periteneon, e todo aquesto se face para que la mujer cobdicie; que las dos simientes concurran juntamente; porque las mujeres más tarde lanzan la esperma. E quando la mujer comienza a fablar tartamudeando, entonces devense juntar en uno e poco a poco deven facer coito e deve se juntar de todo en todo con el pendejo de la mujer en tal manera que el ayre non pueda entrar en ellos”.
Felipe I de Castilla, el esposo de Juana la Loca, tenía especial objeto de idear tramas para poder estar a solas con sus amantes y hacerlas pasar por mujeres fascinadas por la ciencia, las subía a la torre de palacio, en la que disponía de instrumentos de observación gracias a los cuales podía ver algunas ciudades próximas. A su esposa le decía: “Voy a poner a la doncella mirando para Cuenca”.Y de ahí el origen de la expresión.
En el siglo XVI se registra la primera evidencia de transformismo en España. Se trataba de mujeres que querían ser hombres: “Querían ser más masculinas de lo que la naturaleza les permitía”, escribe Cristóbal.
Juan Comes, párroco de Cologne (Girona), fue detenido en 1666. En el pliego del proceso se lee lo siguiente: “Sabiendo que cierta mujer tenía disgustos con su marido, le envió a decir fuese a su iglesia con manto, como solía ir a confesar y la aconsolaría”.
LA sodomía, entre personas del mismo sexo, o entre dos hombres, fue una de las grandes obsesiones de la Inquisición. Los acusados fueron, generalmente, frailes y sacerdotes.
María Luisa Isabel mantuvo encuentros con mujeres, con quienes se encontraba en los salones de palacio. Practicaba un hedonismo abierto. A su marido –que también tuvo otras relaciones– aquellas conductas le enojaron hasta el punto de encerrar a su mujer en El Alcázar durante 16 días.
María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, siendo aún nuera del rey Carlos III, se reunía con sus amantes en el llamado “cuarto de los príncipes”. Según algunas informaciones,
tenía una auténtica corte de hombres que le hacían favores. Los cortesanos eran músicos y artistas, y especialmente guardias de corps, con quienes mantenía encuentros sexuales.

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