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Hallazgos arqueológicos

El expolio entre los antiguos

Una reciente investigación toma un bajorrelieve íbero hallado en una villa romana murciana como ejemplo de la reutilización de elementos arquitectónicos entre culturas

Imagen del relieve del “domador de caballos” de Los Villaricos de Mula, Murcia Archivo Español de Arqueología

La reutilización de materiales arquitectónicos de la antigüedad o «spolia» es una constante desde el medievo hasta prácticamente nuestros días. A fin de cuentas, es muy humano reutilizar lo ya hecho, sea tanto para aprovecharse del prestigio y belleza de estas piezas como, principalmente, para economizar gastos y esfuerzos. Por supuesto, los propios romanos no dejaron de expoliarse a sí mismos y, de este modo, disponemos de numerosos ejemplos de reaprovechamiento de elementos arquitectónicos previos en la mismísima capital imperial. Si bien el ejemplo más clásico es el de Constantino y su arco, compuesto a partir de monumentos anteriores para conmemorar su victoria sobre Majencio, este último hizo lo propio previamente, puesto que reaprovechó parte del templo de Venus del Foro Romano para la construcción de su enorme basílica que, por lo demás, terminó el mismo Constantino y donde éste colocó una enorme estatua suya cuyos impactantes restos se pueden observar hoy en el Museo Capitolino. Otro ejemplo de época anterior, aunque también paradigmático, es la majestuosa «Domus Aurea» de Nerón, descomunal en tamaño y riqueza, que le hizo exclamar al excéntrico emperador con sorna que «por fin había empezado a vivir como un hombre». Poco después de su muerte fue saqueada sistemáticamente y sus riquísimos materiales reutilizados. Este hábito se extendió por doquier. A veces por necesidad, por pura economía o por deseo de reafirmación, como lo acredita la arquitectura cristiana desde el siglo IV que, ejemplificada en la primitiva basílica de san Pedro, aprovechó de nuevo fundamentalmente los espacios paganos públicos pese a que las leyes imperiales prohibiesen de forma generalizada esta práctica. Los ejemplos son innumerables en la historia romana y se debe comenzar con las basílicas creadas por, de nuevo, Constantino en Roma y, en primer lugar, por San Juan de Letrán. Asimismo, Roma no sólo reaprovechó su legado sino también los restos materiales de otras culturas como los obeliscos egipcios milenarios transportados a Roma para ser exhibidos en los recintos circenses.

Sobre esta última cuestión discurre el reciente «El ‘‘domador de caballos’’ procedente de la villa romana de Los Villaricos (Mula, Murcia)», una investigación colectiva encabezada por Rafael González Fernández de la Universidad de Murcia y publicada en el «Archivo Español de Arqueología». Los Villaricos es un yacimiento estupendo. Se trata de una clásica villa romana de explotación agropecuaria excavada durante décadas y recientemente hecha museo. Desde su origen en el siglo I d.C. estuvo orientada fundamentalmente a la explotación olearia, y subsidiariamente vinícola, hasta su abandono en el V, si bien su «pars urbana» fue reocupada a fines de esta centuria e inicios del siglo VI, cuando se erigió una estructura basilical interpretada como iglesia. Allí se encontró en 2023 una pieza única que no responde a tradición romana alguna sino a un sustrato cultural anterior. Es el fragmento de un amplio bajorrelieve de arenisca procedente del mundo ibérico usado como parte del muro de mampostería de ese ábside. Esta sugestiva investigación analiza el origen, características e interpretación de tan singularísima evidencia, y el porqué de su reutilización cientos de años después.

Posición rampante

Su interpretación es indiscutible. Se trata, pese a su estado fragmentario, de una representación del «Despótes Hippôn» o domador de caballos. Consiste, pese a ligeras variaciones, en la representación de dos caballos en posición rampante que rodean a una figura central masculina estante o sedente que les domina. Es una iconografía originaria del Próximo Oriente que, traída por feniciopúnicos y griegos, fue adoptada desde el siglo VI a.C. por los íberos del sureste, que lo representaron primordialmente en relieves hasta su sustitución en el siglo III a.C. por una figura relacionada, la Póthnia Hippôn o «señora de los caballos». Como bien indican los investigadores, la pieza parece proceder del cercanísimo yacimiento íbero de El Cigarralejo, en concreto, del santuario, pues en una «favissa» se encontraron numerosos exvotos de caballos, o, más probablemente, de su necrópolis. Pese a su estado, es una pieza muy interesante que, de acuerdo a su lectura iconográfica y morfológica, dataría del siglo IV-III a.C. Conforme su lectura, se trata de una divinidad antropomorfa «protectora de caballos y asociada a la fertilidad» que, además, debería interpretarse también, de acuerdo a su lectura del relieve, en tanto parte de un monumento funerario como muestra de las tendencias heroizantes de la sociedad íbera ligadas a la «conformación de la aristocracia como estamento de poder». Así, la figura humana, representada con la tradicional túnica corta íbera, aparece retratada con brazaletes que permiten inferir el elevado estrato social del representado y su rol de guerrero. Un origen que contrasta con su destino final. Aunque, como sugestivamente indican, fuera expoliada de una necrópolis para emplearse como elemento decorativo de la parte residencial de una villa romana, acabó siendo reutilizada una vez más para decorar un espacio sagrado cristiano totalmente ajeno a sus tradiciones.