Mujeres desconocidas

Hildegarda de Bingen, la voz de la Edad Media

Fue una erudita, estudiosa y e intelectual monástica que sufrió visiones místicas, registró hasta 78 obras de canto medieval y hasta un nuevo lenguaje artificial

Hildegarda de Bingen, en "Liber divinorum operum"
Hildegarda de Bingen, en "Liber divinorum operum"La Razón

En los anales de la historia yacen figuras tan ricas y complejas que resumirlas resulta un reto titánico: «la sibila del Rin», «doctora de la Iglesia», «profetisa teutónica» o «la mujer más predominante de la Edad Media» son etiquetas para Hildegarda de Bingen (1098 -1179) que apenas rascan la superficie de su compleja existencia. En la encrucijada de la Edad Media, surge esta figura excepcional. Hildegarda nació en 1098 en Bermersheim (Alemania), siendo la décima primogénita de una familia noble. Siguiendo la mentalidad predominante en aquel período, Hildegarda fue destinada a la iglesia desde su nacimiento, considerada un tributo divino y diezmo a Dios.

Niña enferma, experimentó visiones vívidas desde muy temprana edad de las que era plenamente consciente y que describió como una conexión con lo divino en forma de una «sombra de luz viviente» (umbra viventis lucis). Estas alucinaciones la revelaban formas insólitas, colores disonantes, imágenes transcendentes, e incluso ¡música! Todos a su alrededor interpretaron estas experiencias como presagios o apariciones divinas, a saber, teofanías. Las alegorías, pinturas y producciones simbólicas que plasmó en su libro «Conoce los Caminos» (en latín, «Scivias») son tan ricas que han perdurado como parte del ideario colectivo sobre la Edad Media. Y es que Hildegarda marcó nuestro imaginario sobre lo que entendemos como éxtasis o visión religiosa: esferas celestiales conformadas por ángeles, la unidad representada con forma de círculo lumínico, la trinidad o rocambolescas visiones de la fecundidad, son todas producciones de la santa. Incluso en su tiempo, la Iglesia mostró interés en las visiones de Hildegarda, lo que evidencia la relevancia que se le otorgaba a sus experiencias divinas.

Visiones y escrituras

La condesa Judith de Spanheim asumió la responsabilidad de la educación de Hildegarda, guiándola en el arte de la lectura de las Escrituras y el canto gregoriano. Este vínculo las llevó a ambas a dar un paso significativo cuando ingresaron al monasterio masculino de Disibodenberg, donde se había reservado una pequeña área para acoger a las novicias. Ahí se fraguaría la comunidad de monjas benedictinas de la que Hildegarda acabaría siendo abadesa. En 1150, cumpliendo una visión se trasladó junto a varias acólitas a Rupertsberg y fundó su propio monasterio benedictino. En su madurez, Hildegarda comenzó a transcribir sus visiones, alentada por la Iglesia, que interpretó su obra como fruto de la intervención del Espíritu Santo.

A parte de su producción teológica, nuestra protagonista también escribió sobre plantas, animales y piedras, siendo considerada la pionera en los estudios de historia natural con sus obras. Desarrolló una visión médica basada en cuatro humores corporales, conectándola con los cuatro elementos, demostrando amplios conocimientos sobre el funcionamiento del ser humano, posiblemente influenciada por las obras del médico romano Galeno. Asimismo, esta profetisa teutónica dejó un impacto significativo en la música medieval, componiendo 78 obras que son el ejemplo paradigmático de canto medieval. Para la santa, el canto y el salmo reflejaban el espíritu divino que existe en el ser humano. Por ello, destaca el contraste tonal, con la voz como referencia en sus monofonías. Relevante es igualmente la creación de la primera lengua artificial de la que se tiene constancia en la historia, a saber, la lingua ignota. La usaba con fines místicos, pero también científicos. Consta de 23 símbolos, correspondientes a letras del alfabeto, y se basa principalmente en vocabulario, mezclando palabras en latín y en esta lengua construida.

Hildegarda es la figura de la que más obras se conservan de toda la Edad Media, gracias al códice de Wiesbaden o Riesencodex, un monumental manuscrito de 15 kilos y 481 folios, considerado la culminación de sus logros. Curiosamente la historia casi lo destruye: en la Segunda Guerra Mundial el «Códice Gigante» fue trasladado a Dresde, pensando en vano que estaría en un lugar seguro. Sufrió daños tan estructurales que su preservación actual es en parte fotocopias y facsímiles del siglo XX. Fue devuelto en 1948 a su lugar legítimo en la Biblioteca Estatal de Wiesbaden desde la Zona de Ocupación Soviética.

Hildegarda falleció en 1136, dejando hagiografías que destacan su fama de asceta al llevar una vida simple y humilde. Su legado abarca un amplio espectro de conocimiento y sabiduría, consolidándola como una de las figuras más destacadas de la Edad Media.