Edad Media: el poder real de aquellas mujeres empoderadas
En «Fémina», la historiadora medieval Janina Ramirez rescata el gran peso femenino de aquellos siglos
Madrid Creada:
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La de la Edad Media era una mujer empoderada. En esos siglos que se describen como epidémicos, sucios y reformistas, que inspiran historias retorcidas a la vez que reveladoras, las mujeres no fueron consideradas pertenecientes a un segundo sexo. Eran figuras con poder, que llegaban a igualarse con el hombre en términos de influencia, hasta el punto de que podría compararse con la mujer empoderada de hoy en día. Explica Janina Ramirez, profesora, historiadora, presentadora de televisión británica e investigadora, que el Londres del siglo XIV era una ciudad cosmopolita: «Analizando científicamente un enterramiento de una fosa de la peste negra, encontré que hasta un 30% de la población no era blanca, pues tenía herencias mixtas, de África o del Medio Oriente». De la misma manera, sus estudios han hecho «que se me haya caído otro mito, que tiene que ver con el pensamiento de que la Edad Media era una época monolítica en lo que respecta a la fe. Se desafiaba al sistema imperante de multitud de maneras». E, igual que ha descubierto esta gran diversidad medieval, asegura que «los hombres y las mujeres ya fuimos antes iguales, y hay que volver a esa casilla de salida y volver a serlo del todo». Estos aprendizajes los vuelca en «Fémina. Una nueva historia de la Edad Media a través de las mujeres» (Ático de los libros), obra que, como experta, «me ha cambiado y borrado muchas preconcepciones que tenía», avanza.
Ramirez, que toma el estudio de la Historia con la fascinación de quien se interesa por comprender y mejorar su presente, está de acuerdo con que «conocer la Historia ayuda mucho a entender lo que vivimos y, en cierto modo, nos empodera». Más aún si comenzamos a rechazar la idea de aquellos siglos como oscuros e inexpresivos y empezamos a pensar que la Edad Media está de moda. El libro de la historiadora cubre un largo periodo de tiempo: «Del siglo VIII al XV. Me desplazo tanto a nivel de localización como de disciplina, y veo a mujeres distintas. En cada capítulo intento mostrarlas haciendo cosas que nadie se esperaría desde una perspectiva moderna», apunta Ramirez. Pero no solo habla «de personalidades excepcionales, porque no existían en un vacío, sino que había todo un medio que las sostenía, conformado tanto por hombres como por mujeres. Y todo lo cuento desde una perspectiva femenina».
[[DEST:L|||«En cada capítulo de ''Fémina'' muestro a mujeres haciendo cosas que nadie esperaría hoy»|||Janina Ramirez]]
Entre estas mujeres, como la mística Margery Kempe o la primera reina de Polonia, Jadwiga (y si lo más atractivo de la labor de un historiador es la inalterable posibilidad de nunca dejar de sorprenderse), existe una figura en esencial que entusiasmó a Ramirez durante su escritura. «Es Hildegarda de Bingen. El dibujo que aparece en la portada del libro es suyo, y hace referencia a la feminidad y a lo cósmico. Vivió en la Renania del siglo XII, una época fascinante para estar vivo, y hoy no hay nadie que tenga la amplitud de intereses y conocimientos que tuvo ella en su tiempo». Fue una abadesa benedictina alemana, y cuando cumplió 40 años se convenció «de que tenía algo que decir, y de que la iban a oír por toda Europa», relata Ramirez: «Vivió 81 años y escribió tres libros que fueron un éxito absoluto, su música es fascinante, algo único la manera que tiene de viajar entre las octavas... Incluso inventó una lengua». Cultivó la filosofía, la ciencia, la medicina y los estudios de la naturaleza, y, sin embargo, su nombre es desconocido. ¿En qué momento se oculta el trabajo de estas mujeres, aún siendo tan influyentes como los hombres? «Cuando llegamos al siglo XV –explica la historiadora–, con el auge de las naciones y el inicio de los viajes internacionales, se comienza a construir una narrativa en la que las mujeres debían situarse por debajo de los hombres, pues era algo que ayudaba al poder de ese momento». Martín Lutero, por ejemplo, «fue quien mandó, entre comillas, a las mujeres a la casa. Con la Reforma se cerraron conventos y los emplazamientos donde ellas podían estudiar y ejercer poder. Tenían que ser madres, hijas, esposas o hermanas». Una ruptura que la investigadora ve como «evidente y bastante obvia», y que detalla en su obra como advertencia para que la historia no se repita y las mujeres nunca dejen de ocupar el lugar que merecen. «Mi labor como historiadora, y en este libro, es resolver un rompecabezas a partir de pocas piezas para invitar al lector a que sea él quien inicie su propia investigación. Ciñéndose a las evidencias, y a partir de que sean conscientes de esa manipulación y borrado de las mujeres, les animo a mancharse las manos y a tratar con el pasado», concluye.