Geografía mítica

«La Maliciosa»: Leyendas de terror en la Sierra de Guadarrama

Quien ha recorrido los senderos entre Collado Mediano y Navacerrada sabe de la mala fama de la montaña a veces llamada «la Monja»

En «El príncipe Baltasar Carlos, a caballo» Velázquez retrató la silueta de la Maliciosa
En «El príncipe Baltasar Carlos, a caballo» Velázquez retrató la silueta de la MaliciosaMuseo del Prado

Una montaña de torva y nevada mole. Una bruja que vive en una casona pintada de negro. Son ingredientes básicos de las leyendas de la geografía mítica de la Sierra de Madrid. Érase una vez en Navacerrada, o en Cercedilla, bajo la mole ominosa de la montaña conocida como «La Maliciosa», que actualmente se levanta entre los pinos de la Barranca y el pantano de Navacerrada, y se extiende entre La Barranca y La Pedriza. Allí se desarrollan algunas de las historias subterráneas de la sierra de Guadarrama. Quien ha recorrido los senderos que van desde Collado Mediano y El Boalo al puerto de Navacerrada, excursionando hacia la bola del mundo o hacia el pico de «La Maliciosa», sabe de la mala fama de esta montaña de mal nombre, a veces llamada la «Monja» o la «Maligna», de etimología disputada pero a menudo relacionada con una oscura bruja que acaso vivió en la zona en la época gloriosa de las brujas y los inquisidores, que tan maravillosamente glosó Caro Baroja, o quizá mucho más tarde, justo antes de la Guerra Civil. En el camino se verán los perfiles terroríficos de un viejo sanatorio mental, el del Santo Ángel, construido en 1941 y abandonado en 1995: aunque parece que vaya a ser pronto demolido, no se olvidarán fácilmente las leyendas urbanas acerca de rituales satánicos y adolescentes perdidos que se despeñan por el hueco de la escalera en ruinas después de jugar temerariamente con la tabla Ouija.

De escenario de cine

La geografía mítica de la sierra de Madrid no sólo es parada y fonda para esquiadores sino también historia viva y leyenda para contar cuentos al amor de la chimenea. El municipio de Navacerrada es muy antiguo y se sitúa en las sendas que cruzaban las montañas que separan Castilla la Vieja de Castilla la Nueva, en un paso transitado desde antiguo por la trashumancia y disputado entre segovianos y madrileños hasta que cayó finalmente bajo la órbita del madrileño Manzanares cuando Alfonso X El Sabio unió en su posesión varios pueblos de la zona bajo el nombre de El Real de Manzanares. Las casas nobiliarias de la zona quedaron vinculadas a la vertiente sur, como dueñas de algunas de sus mejores tierras, de lo que dan fe algunas edificaciones. La iglesia parroquial, con su campanario solitario en el que anidan las cigüeñas, remonta al siglo XVI, aunque fue reformada varias veces, la última tras su incendio en la Guerra Civil. El más reciente pantano, sobre el que también hay leyendas malignas, es otra seña de identidad del pueblo, que ha servido varias veces, por su pintoresco aire montañero, de escenario para el cine reciente.

Pero hay pocos otros símbolos como el pico de «La Maliciosa», con una altitud de 2.227 metros. Su inconfundible silueta fue pintada por Velázquez en 1635 al fondo del retrato del príncipe Baltasar Carlos. Cuenta la leyenda de esta joya natural de la sierra de Guadarrama, un verdadero «axis mundi» al noroeste de Madrid, que su nombre se debe a una bruja que habitaba en Cercedilla, o acaso en una vieja casa del camino del puerto de Navacerrada, y que era conocida como «La Maligna» por sus extrañas prácticas: curaciones, maldiciones, mal de ojo, alcahuetería y andanzas siniestras en los bosques de la zona que transitaban los pastores que cruzaban esos montes, incluidos siniestros aquelarres de adoración al Maligno. Una vez, seguida hasta la cumbre de la montaña por un grupo de vecinos que quería espiar estos ritos secretos, la bruja se dio la vuelta y les miró, tras lo que se desató un terrible incendio que calcinó el monte, aquel pueblo, los pastos y las personas. Se dice que por eso, desde entonces, no crece la vegetación en la Maliciosa, en recuerdo de la desolación causada por la bruja.

Navacerrada ha sido a menudo el pueblo habitado por misteriosas brujas, que han ido sucediéndose a lo largo de la historia hasta llegar a la época anterior a la Guerra Civil. Se habló entonces de una casa siniestra en la montaña, camino al puerto de Navacerrada, toda pintada de negro, a veces por dentro y otras incluso por fuera. Esta «casona», tras quedar abandonada en la guerra, fue adquirida en los años 50 por un ilustre abogado y poeta que, al entrar en ella, encontró la casa pintada de negro totalmente por dentro, con signos malignos y pinturas de machos cabríos o de una extraña Dama «Pata de Cabra» (hay una vieja leyenda vasca sobre el tema: el hada con una pata de cabra que se casó con un caballero medieval y le prohibía santiguarse). La casa fue encalada de nuevo y adornada por un ancla de un buque mercante, que hoy día, tras la muerte del abogado, fue donada al ayuntamiento y adorna la plaza principal. Larga es la sombra legendaria de las malignas comadres de la cuesta del puerto de Navacerrada y sus malandanzas hacial «La Maliciosa». La sierra tiene un lado siniestro, con cuentos de invocaciones al Maligno y criaturas de leyenda, como el Dragón de Cercedilla que da nombre a la «Sierra de los Siete Picos». Pero eso habrá de quedar para mejor ocasión.