Historia

Martina, la última emperatriz del Imperio Romano

Se casó con su tío Heraclio, un motivo más por el que fue torturada, condenada y juzgada, tensiones provocadas aún siendo una mujer regente y con poder en el mundo antiguo

Fabia Eudocia y martine, las dos esposas de Heraclio
Fabia Eudocia y Martina, las dos esposas de HeraclioPalacio de Versalles

Martina, la emperatriz más vilipendiada de la época bizantina, cargó con la infamia de su matrimonio con Heraclio (c-575-641), un emperador mucho mayor que ella y ya casado anteriormente con la venerada Fabia Eudocia, de la que contamos su historia la semana pasada. Para colmo, Martina, era sobrina de Heraclio por parte de su hermana María. Esta relación incestuosa iba en contra de todas las normas de la Iglesia, y provocó un constante rechazo, tanto del clero como del pueblo, que complicarían considerablemente el reinado de Heraclio y el de sus hijos Heraclio Constantino (o Constantino III Heraclio, hijo de Fabia Eudocia) y Herocleonas, hijo de Martina. Por tanto, nos encontramos con una figura femenina que vivió muchas situaciones espinosas a lo largo de toda su vida.

Aunque las fechas exactas de su nacimiento y muerte permanecen desconocidas, la historia de Martina cobra vida a partir de su matrimonio con Heraclio, una unión que no estuvo exenta de controversias (se casaron alrededor del 612 o 623, aunque estas fechas también son disputadas). El patriarca Sergio, encargado de oficiar la boda, expresó su desaprobación ante esta unión, e incluso intentó convencer a Heraclio de repudiar a Martina. En el día de su matrimonio, la facción favorita del emperador (la facción verde), que había ayudado a salvar a su primera esposa de Focas, recibió a su segunda mujer con insultos. Sin embargo, el emperador desoyó las críticas y demostró un fuerte vínculo con su esposa, compartiendo un matrimonio fuerte en el que raramente se separaron.

Gobernante por derecho propio

Martina acompañó a Heraclio en numerosas batallas, incluso en la campaña contra los persas entre 622 y 626, mientras estaba embarazada de su hijo Herocleonas. También estuvo con su hijo en el campamento militar cuando recibió la noticia de la derrota ante los árabes en el río Yarmuk en agosto de 636. Este hecho desencadenó una reacción adversa hacia ella y su matrimonio incestuoso, que fue culpado por la derrota militar. Los miembros de la familia imperial también expresaron sus objeciones, y el hermano de Heraclio (y tío de Martina), Teodoro, censuró continuamente a Heraclio por esta relación y dijo que «su pecado está continuamente delante de él», refiriéndose a que era su sangre y criticando el hábito poco convencional de Martina de viajar con Heraclio y el ejército.

Martina dio a luz a muchos hijos, dos de los cuales nacieron con discapacidades (Fabio, el mayor, tenía el cuello

paralizado y el segundo, Teodosio, era sordomudo), lo que se interpretó popularmente como un castigo por el matrimonio entre parientes. Martina apoyó firmemente a sus hijos, especialmente a Herocleonas, quien se convirtió en el único heredero apto para el trono debido a las limitaciones físicas de sus hermanos mayores, que actuaban como barrera. Tuvo una relación tormentosa con su hijastro, ya que, al fin y al cabo, era su madrastra y su prima hermana, lo que seguramente no tuvo que facilitar las cosas.

Con la muerte de Heraclio en el 641, Constantino III Heraclio y Herocleonas se proclamaron co-emperadores. Por primera vez en los anales de la historia del imperio dos hermanos ostentaron el poder simultáneamente. Martina fue honrada como «madre emperatriz», es decir, no solo como figura regente, sino como gobernante por derecho propio, lo que generó tensiones en la capital. Pero Constantino III estaba enfermo y tenía dos hijos que no podían gobernar ya que la descendencia de Martina estaba claramente en condiciones de hacerse con el trono en caso de que algo le ocurriera a Constantino III. La muerte del co-emperador por tuberculosis después de un corto gobierno de solo 103 días derivó en la falsa creencia popular de que había sido envenenamiento por Martina. La presión de esta emperatriz por asegurar el trono para sus hijos desencadenó una revuelta popular, que culminó en el derrocamiento de Martina y su prole por el ejército sublevado. Una fuerza militar marchó a la capital, capturó el palacio e hizo que la emperatriz y sus hijos Herocleonas, David y Martino fueran «escoltados con insolencia». Los despojaron de la corona imperial, a Martina la cortaron la lengua y a los hijos les seccionaron la nariz (para que no pudieran intentar recuperar el trono) y fueron desterrados a Rodas. El hijo menor, presumiblemente Martino, fue castrado; pero Teodosio, el segundo hijo, salió ileso porque era sordomudo. Nunca antes se había visto que una emperatriz fuese torturada, condenada por sus acciones y juzgada por su matrimonio.

Tristemente, este hecho solo sirvió para que las emperatrices-regentes posteriores desempeñan un papel muy secundario en el gobierno, que temieron sufrir un destino similar si desafiaban el statu quo establecido por la sociedad patriarcal. Aunque su legado ha sido oscurecido por la historia, Martina sigue siendo un recordatorio de los peligros y desafíos que enfrentaron las mujeres en el mundo antiguo.