Tribuna
La polémica de Cervantes y el revisionismo histórico
La afirmación de que Cervantes era homosexual, si bien irrelevante, nos muestra la tendencia a manipular la historia de nuestras grandes figuras
El revisionismo histórico no es algo nuevo. Es una realidad que se ha realizado desde el comienzo del mismo tiempo o, al menos, desde que los humanos hemos empezado a registrarlo. Esto es básicamente la tendencia a reinterpretar hechos históricos o con nuevas perspectivas- lo cual es algo bueno para la disciplina- o con la intención de dotar a esas épocas de valores que no les corresponden. Este último caso es profundamente negativo y nos lleva a alterar la historia y desplazarla de su contexto real o de, directamente, malinterpretar voluntariamente muchos sucesos para que casen mejor con lo que hoy consideramos bueno o malo.
El estreno de «El Cautivo», de Alejandro Amenábar, ha causado una enorme polémica entre la prensa y la sociedad justamente por este motivo. Y es que el por otro lado brillante director ha decidido que la trama de su película se haya enfocado en la supuesta relación, más homoerótica que homosexual, entre Hasán Bajá y Miguel de Cervantes durante el encierro del escritor en Argel.
La teoría de que Miguel de Cervantes era homosexual o, al menos, que había practicado sexo con hombres, no posee una base histórica seria, sino que surge en su mayoría de un fenómeno muy común en su época entre los literatos; las chanzas. El rumor nace cuando el monje dominico renegado Juan Blanco de Paz, conocido por su odio constante a Cervantes durante años, comenzó a decir que el escritor había realizado «cosas viciosas» durante su época en Argel. También hay registros de un sonetillo satírico anónimo que lo acusaba de sodomía al mismo tiempo que afirmaba que era un destacado conquistador de mujeres.
Este tipo de acusaciones sobre homosexualidad eran tremendamente habituales en esta época en la que, poseyendo una visión de la vida completamente opuesta a la nuestra, consideraban que esta orientación era algo humillante y digno de mofa. No cabe olvidar que Quevedo acusaba habitualmente a sus rivales de «sodomitas» o «doncellos» en sus poemas con el objetivo de humillarlos.
En todo caso, la historiografía nos confirma que Cervantes era mujeriego, que tuvo varias amantes conocidas y hasta una hija bastarda con una de sus amantes, Isabel de Saavedra. La película nos proporciona una imagen que no afecta al genio de Cervantes, pues poco importante para su obra eran sus preferencias, pero si altera la historiografía con el objetivo, parece en este caso, de satisfacer una particular intención del director o su agenda concreta.
Este fenómeno cada vez ha sido más común, sobre todo en el mundo del cine, y es profundamente peligroso. No cabe olvidarse del escándalo que fue convertir por puro progresismo a Cleopatra en una mujer de raza negra en el documental de Netflix- siendo su origen griego o, a lo sumo, egipcio- o las particulares muestras de mujeres guerreras en la serie Vikingos, en la que se mostraba a clanes enteros de mujeres luchadoras al más puro estilo amazonas. Algo históricamente falso. Estas visiones alteradas de la historia, al convertirse en productos de masas, confunden enormemente a la audiencia que, por pura lógica, no siente ni tiene la necesidad de aprenderse al dedillo la historia y la visión presentada en estas películas, vendida al público como verídica y acaba calando. Incluso en grandes películas como «Braveheart», que no corren riesgo de ser catalogadas de «woke», sucede algo muy parecido. La mayoría de la gente cree que Wallace era un campesino que declaró una guerra por amor, una visión mucho más noble que la real, en la que Wallace era un aristócrata ambicioso que buscaba hacerse con grandes posesiones si ganaba la guerra.
El revisionismo histórico en el entretenimiento es peligroso, pues nos aleja de lo que sucedió en realidad para crear imágenes de fantasía de nuestra propia historia . A veces con el objetivo de introducir agendas políticas concretas o a veces por el simple deseo personal del autor, como el nefasto Napoleón de Ridley Scott, convertido de gran general a un pusilánime manejado por sus conocidos.
El caso de Cervantes es uno más y si bien no es para nada el peor ejemplo porque, como hemos dicho, no afecta a lo genial de sus obras, si manipula la historia y, para muchos, esa será la versión que quede del gran personaje. Tengamos cuidado.