Pulqueria, la emperatriz virgen que inspiró a María
De gran devoción religiosa e inteligencia política, proclamó un voto de castidad que la blindó de los juegos de poder, así como la consolidó como una líder capaz y respetada en su época
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El título puede parecer paradójico o incluso erróneo: ¿cómo podría una emperatriz bizantina crear la idea de que María fue virgen casi 400 años después? Sin embargo, la historia demuestra que nuestras percepciones actuales sobre figuras carismáticas han sido moldeadas con el tiempo. Este es el caso de Aelia Pulqueria, o Santa Pulqueria. Consejera de su hermano menor, Teodosio II, y más tarde esposa del emperador Marciano, Pulqueria fue una figura precursora en la exaltación de la virginidad como un ideal cristiano, concepto que eventualmente se vinculó a la devoción hacia María. Nacida el 19 de enero de 398 o 399, pertenecía a la dinastía Teodosiana. Era hija de Arcadio, considerado el primer emperador del Imperio Bizantino tras la división del Romano en el siglo IV, y de su esposa Elia Eudoxia. La muerte prematura de sus padres la dejó a cargo de sus hermanos menores, entre ellos, Teodosio II, que sería emperador.
Desde temprana edad, Pulqueria destacó por su devoción religiosa y su inteligencia política. Fue nombrada Augusta en 414, con apenas 15 años, convirtiéndose en regente imperial de su hermano pequeño, quien todavía era menor de edad. En lugar de ceder a las presiones matrimoniales que habrían socavado su autoridad, Pulqueria proclamó un voto de castidad tanto para ella como para sus hermanas. Este acto fue una medida estrictamente política (y no religiosa) que no solo la blindó de los juegos de poder, sino que la consolidó como una líder capaz y respetada. Se dice que «ella dedicó su virginidad a Dios, e instruyó a sus hermanas para que hicieran lo mismo. Para evitar la causa del escándalo y las oportunidades de intriga, no permitió que ningún hombre entrara en su palacio». Es más, como corregente se la conoció como ascética, erudita y políticamente comprometida (aunque casi siempre en un segundo plano), siendo muy estimada en la corte, tanto que hasta se erigió un busto de ella en el Senado bizantino, acompañando a otros augustos, como un emperador más.
Durante su regencia, Pulqueria implementó reformas que fortalecieron la posición del cristianismo en el Imperio. Influyó en importantes decisiones políticas, como la guerra contra el Imperio Persa sasánida (421-422), que se justificó en parte como una defensa de la fe cristiana. Su apoyo al derrocamiento del arzobispo Nestorio en el Concilio de Éfeso (431) fue crucial para establecer a la Virgen María como «Theotókos» («Madre de Dios»), un dogma que definió la cristología de la Iglesia. Pulqueria y Cirilo, patriarca de Alejandría, salieron triunfantes de este primer concilio. Aunque impuso la Unión de 433, también se enfrentó a Dioscoro, oponiéndose discretamente a su victoria en el segundo Concilio de Éfeso (449). Pulqueria llamaría a este concilio el «Sínodo de los ladrones».
Líder religiosa
Además, desempeñó un papel fundamental en la convocatoria del Concilio de Calcedonia (451), que fue crucial para la doctrina cristiana al afirmar la plena humanidad y divinidad de Cristo. Junto con el papa León Magno I, se enfrentó al poder político de Alejandría y facilitó el desarrollo del concilio, que estableció como dogma que Cristo no podía ser dividido en dos personas, sino que era «uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo, Señor Jesucristo». Este logro consolidó su reputación como una líder religiosa, a menudo comparada con Santa Helena, madre de Constantino el Grande. Su hermano Teodosio cayó de un caballo en una partida de caza en el 450, lo que la hizo convertirse, de nuevo, en emperatriz. Pulqueria, con 50 años, tomó el control del Imperio y, por razones políticas, se casó con un veterano militar de nombre Marciano que era viudo, a quien elevó al rango de emperador. Sin embargo, ella permaneció fiel a su voto de virginidad, marcando un precedente en la historia imperial.
Pulqueria dedicó sus últimos años a ayudar a los pobres, promover el griego en la escuela de filosofía de Constantinopla (lo que hizo que el griego se impusiese en el Imperio oriental al latín) y promoviendo la construcción de iglesias dedicadas a la Virgen María, lo que consolidó su imagen como un modelo de santidad y virtud, siendo muy popular entre la población. Su muerte en el 433 fue vista como una pérdida para todos los habitantes de Constantinopla. Tras su fallecimiento sería canonizada en reconocimiento a su devoción y contribuciones al cristianismo. Sin embargo, su figura quedó en gran medida relegada en Oriente debido a las divisiones eclesiásticas que siguieron al Concilio de Calcedonia, que eclipsaron su legado político y espiritual.