Rescatando la Historia

¿Quién fue Carlos VII de Nápoles y Sicilia?

Siendo un infante, centró las ambiciones de su madre, la astuta Isabel Farnesio

Carlos III de España
Carlos III, el "mejor alcalde de Madrid", fue rey de España desde 1759La RazónLa Razon

La fecha: 1735. Tras la victoriosa batalla de Bitonto y la conquista de Gaeta a manos del infante don Carlos, obtuvo éste en recompensa los reinos de Nápoles y Sicilia.

Lugar: Palermo. Coronado como Carlos VII, la prole del futuro Carlos III de España nació en sus reinos de Italia antes de su regreso definitivo a España en 1759.

La anécdota. La infanta María Josefa y sus hermanos correteaban por el parque de la villa de sus padres en Caserta, cerca de Nápoles, donde el rey tuvo palacio.

La infanta María Josefa Carmela de Borbón y Sajonia (1744-1801) nació el 16 de julio de 1744 mientras su padre, el futuro rey Carlos III, se hallaba al frente de sus tropas con motivo de la guerra de Italia. Previamente, la esposa del monarca, María Amalia de Sajonia, se puso de camino para Gaeta, puerto marítimo a orillas del golfo homónimo, en la región del Lazio. Iba acompañada de sus damas de honor, dado que estaba encinta. En Gaeta dio a luz a la infantita, a las diez de la mañana exactamente, la cual recibió poco después el bautismo de manos del cardenal Spinelli.

Concluida victoriosamente la campaña militar, Carlos y María Amalia entraron juntos en Nápoles el 7 de diciembre. Cuatro días después, lo hicieron la infanta María Isabel y la recién nacida María Josefa. Siendo todavía infante, Carlos había centrado las ambiciones de su madre, la astuta reina Isabel Farnesio, afanosa por conseguirle un trono. La ocasión propicia se presentó con la sucesión de los ducados de Parma, Plasencia y Toscana, pertenecientes a la Casa de Farnesio, precisamente. Tras repetidas gestiones y convenios, auspiciados en la sombra por la reina, se logró que su primogénito Carlos fuese reconocido como sucesor de su tío abuelo el duque Antonio. Con tal fin, se despidió Carlos de sus padres en Sevilla, en octubre del año 1731, embarcando luego en el puerto francés de Antibes rumbo al italiano de Liorna.

Celebrada poco después la batalla de Bitonto, en la que el conde de Montemar se cubrió de gloria, así como la conquista de Gaeta a manos también del infante don Carlos, obtuvo éste en recompensa los reinos de Nápoles y Sicilia, coronándose en Palermo, con el nombre de Carlos VII, el 3 de julio de 1735. Por esa razón, toda su prole vino al mundo en sus nuevos reinos de Italia antes de su regreso definitivo a España, en octubre de 1759.

Retrato para una joya

De aquellos primeros años se conserva un original retrato de María Josefa en miniatura sobre marfil, obra sin duda de algún artista italiano. Tiene éste forma de corazón para llevarlo en una joya, probablemente de su madre, la reina María Amalia. En tiempos de María Cristina de Borbón, cuarta esposa de Fernando VII, debieron quitar la alhaja de su primitivo broche de pedrería, pues a esa misma época corresponde el bisel de bronce donde hoy se conserva.

Sobre el parecido físico de la infanta se pronunciaba Fernán Núñez, el mejor biógrafo de Carlos III, asegurando que era pequeña y contrahecha, pero de rostro no desagradable. Sin duda, su apreciación debía referirse a cuando María Josefa vino a España siendo aún adolescente. Se parecía entonces ella bastante a su padre en la nariz prolongada y la boca pequeña. Su expresión de inocencia, propia de su corta edad, favoreció seguramente el juicio indulgente de Fernán Núñez.

María Josefa dio sus primeros pasos sin separarse de su madre. Nada extraño, teniendo en cuenta que el rey en persona solía decir de su esposa que era «buena mujer y muy madrera», lo cual no significaba que ésta recurriese también al castigo cuando se terciaba.

Era costumbre entonces, en la Corte española, asignar la vigilancia de los infantes a damas que recibían el nombre de ayas, las cuales permanecían en sus funciones hasta que los niños cumplían siete años. Nuestra infanta tuvo como aya a la marquesa de San Carlos Cavaniglia, que también se ocupó del futuro Carlos IV hasta finales de 1755, cuando éste cumplió la edad establecida para recibir los cuidados de un ayo, en su caso, el príncipe de San Nicandro.

Pero era la propia reina María Amalia la que velaba por la educación cristiana de sus hijos, inculcándoles la fe y devoción manifestadas diariamente en actos públicos y ejercicios espirituales celebrados en la intimidad familiar en una recogida estancia presidida por un gran crucifijo.

María Josefa y sus hermanos corretearon por el inmenso parque de la villa de sus padres en Caserta, a unas cuatro leguas de Nápoles, donde el rey se hizo levantar un hermoso palacio; o en Portici, que, por su proximidad a Herculano, fue elegida para edificar un imponente castillo donde se custodiaban los tesoros arqueológicos hallados en aquella localidad cubierta por lava volcánica del Vesubio en el año 79, en tiempos del emperador Tito.

Muerto su hermano Fernando VI, el padre de María Josefa tuvo que sucederle en el trono de España. Carlos III abandonó así Italia con su familia, seguido por su propio séquito.

EL REGRESO A ESPAÑA

El 15 de octubre de 1759 arribaron los reyes y sus hijos al puerto de Barcelona, donde se celebraron fiestas de bienvenida en su honor. Por las noches recorrían la población numerosas y llamativas máscaras. Los hermanos pequeños de María Josefa, los infantes Antonio Pascual y Francisco Javier, de cuatro y dos años respectivamente, rompieron a llorar de miedo; como no se calmaban, su madre les dio unos pequeños azotes en el balcón. Llegados a Zaragoza el 28 de octubre, aquella misma noche don Carlos debió guardar cama aquejado de un sarampión, contagiando poco después a toda la familia, incluida la infanta adolescente María Josefa Carmela de Borbón y Sajonia, razón por la cual no pudieron partir hacia Madrid hasta el 1 de diciembre. Una vez en la corte, la reina María Amalia no se habituó a vivir en el Palacio del Buen Retiro por considerar incómodas y frías sus habitaciones.