«Idomeneo», entre Mozart y los refugiados
El Teatro Real presenta la ópera de Mozart que toma los horrores de la guerra como fondo de la lucha de ideas entre la violencia y el perdón, y que plantea debates tan modernos como el nacionalismo, el exilio y el odio.
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El Teatro Real presenta la ópera de Mozart que toma los horrores de la guerra como fondo de la lucha de ideas entre la violencia y el perdón, y que plantea debates tan modernos como el nacionalismo, el exilio y el odio.
Es una ópera, pero, según Joan Matabosch, director del Teatro Real, «no puede ser más actual. Parece que se esté leyendo un diario de la semana pasada con la tragedia del Mediterráneo, los desastres de una guerra...». «Idomeneo, Rè di Creta», la ópera incluye guerras, refugiados, ideología, traiciones familiares y lucha por el poder en un libreto escrito por Mozart en 1781. «Es una obra que nos interroga sobre cosas del presente como pocas otras y es increíble que fuera compuesta hace tanto tiempo», añadió Matabosh del montaje que se estrena el 19 de febrero y que permanecerá en Madrid hasta el 1 de marzo. Bajo la dirección de escena de Robert Carsen y la musical de Ivor Bolton, esta coproduccón con la Canadian Opera Company de Toronto, el Teatro dell’Opera de Roma y la Ópera de Copenhague, promete un gran corpus humano para contar con mayor despliegue del habitual un «alegato pacifista», según lo ha descrito el propio Matabosch. Según Carsen, esta es una historia de personajes que «han perdido sus puntos de referencia: desnortados por la guerra y el dolor, no saben hacia adónde dirigirse».
Muerte y honor
En la historia homérica (Canto XXIV de «La Ilíada») y en el libreto de Giovanni Battista Varesco, hay varios ámbitos de lectura. El primero es el de la acción externa, el contexto histórico: Idomeneo regresa a Creta después de vencer a los troyanos. Van ya diez años de muerte y horror y los hijos del pueblo pagan sus consecuencias. Los protagonistas de esta ópera de Mozart son los héroes de la Ilíada y también sus hijos, que toman el testigo hasta acabar con el enemigo por completo. Troya será destruida, pero antes, Creta parecerá un campo de refugiados, con prisioneros enemigos encerrados mientras que Troya no está mucho mejor: saqueada, incendiada, violada y ansiosa de la eterna venganza.
La acción, sin embargo, recae sobre los personajes: el rey Idomeneo regresa a Creta triunfante, pero, en el camino de vuelta, su barco está a punto de naufragar. Viendo su muerte cercana, se encomienda a Neptuno y le ofrece el sacrificio de la primera persona a la que vea cuando llegue a tierra. El barco naufraga y todos piensan que Idomeneo ha muerto, pero resurge de las aguas y al primero que se encuentra es a Idamante, su hijo, que mantiene un romance en secreto con Ilia, hija del mayor enemigo de Creta, el rey troyano Príamo. Ilia ha dejado atrás a toda su familia asesinada y sin patria pero cree que alimentar la venganza no es el camino para el futuro. Ambos son partidarios de perdonar a los troyanos en contra del criterio de Elettra, hija de Agamenón, quien también ambiciona el amor de Idamante.
Para evitar el sacrificio de su hijo, Idomeneo le ordena que se exilie, por lo que tendrá que renunciar a su amor prohibido con Ilia, como una especie de daño colateral de los conflictos armados si hubiera que narrar esta historia con el lenguaje eufemístico del presente. Así que, como decía ayer Carsen, «la pregunta fundamental que plantea la ópera es cómo afrontar el futuro después de una guerra», o desde otro punto de vista, en el relato de Mozart la filosofía que flota es cómo salvar la situación ante esta ola de destrucción enfrentando dos ideologías opuestas: la de la guerra y la agresión frente a la de la paz y el perdón. «Creo que Idomeneo es un personaje muy shakespereano. Es inteligente, un gran soberano, pero también es padre y tiene que vivir con esa contradicción», añadió Carsen.
Finalmente, en la historia late un trasfondo de relaciones personales. Por ejemplo, Carsen afirmó en la presentación del montaje que Illia y Elettra, a pesar de enemigas y de estar enamoradas del mismo hombre, tienen en común el hecho de que han perdido a todos sus seres queridos, es decir, se trata de un fiel reflejo de los refugiados por los conflictos armados que suceden hoy en día. Junto a esta idea, surge con fuerza otra relación, la del padre y el hijo, que muchos han interpretado como una visión autobiográfica del propio Mozart, ya que justo antes del estreno de esta pieza, el músico se enfrentó a su padre y se liberó de la influencia del arzobispo Colloredo para trabajar de manera más independiente. El compositor austriaco vivió en este momento de su vida una «fase de rebeldía» que, en opinión del director de escena, se puede rastrear de «manera inconsciente», y no como un alegato o una declaración de intenciones. En todo caso, tampoco fue tanta la rebeldía, pues Mozart utilizó una sordina para las trompetas que su padre Leopold había inventado y de la que ayer se hizo una demostración por parte de los músicos del Real. Una sordina que hoy es habitual pero que en su día resultaba de una sonoridad sorprendente. Sin embargo, tal y como explicaron ayer tanto él como Bolton, esta ópera fue especial para el genial compositor. Entre su estreno en Múnich (1781) y su representación en Viena (1789), Mozart cambió innumerables aspectos que más adelante siguió modificando, hasta el punto de que puede considerarse una «obra inacabada». En la presente producción, cuyos pases darán comienzo a las 19:00 horas en lugar de a las 20:00 como es habitual, se toma como referencia la segunda de las versiones
En su opinión, esta ópera trata sobre la gente y, para que quede claro y no se distraiga al público con «cambios escénicos ni efectos teatrales», coloca sobre las tablas a toda una «muchedumbre», 170 personas entre actores y coro. Con ellos y a través de sus movimientos, según añade Bolton, trata de reflejar cómo las decisiones de unos pocos, de los líderes políticos, impactan en la vida de muchas personas sin que ni quieran sean conscientes. Nombres como los de Putin o Trump flotaban ayer en la rueda de Prensa sin que nadie los pronunciase. A estas alturas, ya deberían conocer el final de la historia, del que Carsen habló como «una declaración anti-belicista potente, con un final lleno de esperanza: la posibilidad de que una nueva generación traigan el amor y la paz y pueda transformar un mundo herido por el poder, la guerra y la destrucción». ¿Prevalecerá el amor sobre el odio? ¿La conciliación sobre la venganza? ¿Tendrán un futuro los refugiados? ¿Pueden dos pueblos enfrentados llegar a entenderse? Parece que no hemos aprendido muchas lecciones y, a la vista de lo que sucede hoy en día, hay preguntas que seguimos sin saber contestar.