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Contracultura

"Indomables": rebelión contra el feminismo hegemónico

En la semana del 8-M, diez mujeres de mundos distintos unen sus voces en un libro que planta cara al «pensamiento único» del feminismo hegemónico y pretende abrir un debate que creen imprescindible

8m Mujeres
Una escena de la manifestación del 8M en Madrid del año pasadoEp

La Real Academia Española define el feminismo como la «doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres». También como el «movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres». A primera vista parece imposible que haya debate en torno a una idea tan rotunda, un axioma a prueba de bombas. Sin embargo, en los últimos años la controversia no se despega del feminismo. Cambios en la legislación vigente impulsados por el Ministerio de Igualdad (cuando lo presidía Irene Montero), sobre todo la «Ley Trans» y la del «Solo sí es sí», han ahondado la zanja entre las feministas clásicas y las de la nueva hornada podemita. Pero también hay una tercera corriente, heterogénea y que no viene de la izquierda, que se reivindica como disruptiva y que acaba de publicar un libro, «Indomables» (Ladera Norte), en el que una decena de estas mujeres se manifiestan contra lo que llaman «feminismo hegemónico». Hemos hablado con tres de ellas.

Yaiza Santos (Huelva, 1978) es una de las promotoras del libro. Periodista y editora, dice que le gustaría desterrar la victimización de la mujer, que no es un ente desvalido al que hay que proteger y que no puede defenderse por sí mismo. «Me preocupa también que estemos educando a los jóvenes en el miedo. Están asustados porque el discurso que reciben es que están acabando con el planeta o que el varón tiene la culpa de todo por el mero hecho de serlo». Insiste en que cada una de estas diez «indomables» viene de un sitio distinto pero que tienen en común el rechazo al «discurso único».

El cuestionamiento del feminismo mayoritario parece llevar implícita (al menos para la que escribe estas líneas) la asunción de que todo está bien. Si no hay víctimas, entonces no hay desigualdad o, aún más inquietante, es que quizá la paridad no sea el objetivo. Yaiza niega la mayor y asegura que «nadie está cuestionando eso, claro que partimos de ahí, pero no acepto que me digan en qué feminismo tengo que creer. Yo puedo no compartir todas las opiniones que aparecen en el libro, pero lo importante es que me hacen reflexionar y demuestran nuestra pluralidad». Y va aún más allá: «Es que ese feminismo se olvida de las víctimas. Con la cantidad de dinero que se ha destinado desde 2004 a esas cuestiones y las cifras de violencia de género no dejan de crecer, igual que las de violencia sexual. No digo que las causas no existan, sino que está claro que las estrategias están equivocadas».

Una de la aseveraciones que abre el libro es que «España es uno de los mejores países del mundo para nacer mujer». Acusan a ese feminismo que denostan de enhebrar un relato tremendista en el que la tutela del Estado es la tabla de salvación. Escribe Yaiza en el capítulo «No tengan miedo» que la experiencia le habla a las claras de otra realidad: «Hombres educados en el más férreo franquismo y en el hambre atroz, como mi abuelo, o en un franquismo atenuado por los tecnócratas pero todavía profundamente conservador, como mi padre, fueron, en democracia, hombres que ejercieron la igualdad y que educaron a sus hijas y nietas en libertad, sin necesidad de políticas ‘‘con perspectiva de género’’».

El manifiesto de una treintena de mujeres bajo el título «No nacemos víctimas», publicado en «El País» el 6 de marzo de 2018, fue el arranque de este feminismo contestatario y el germen del libro. Berta González de Vega (Málaga, 1972) estuvo en ambos partos. Periodista especializada en Educación, firma el capítulo «Los chicos no están bien y no importa», en el que defiende que ese pensamiento totalitario está convirtiendo a los niños en reaccionarios. «Ese feminismo está haciendo a los niños más machistas que sus padres por pura reacción. Se los señala desde todas partes como peores estudiantes, más adictos al juego online, más propensos a ser diagnosticados con TDAH... y a las niñas se las ensalza por todo lo contrario».

Madre de dos niños y una niña, Berta tiene un asiento de palco en las consecuencias que tienen estos mensajes tan diferentes y diferenciadores. «Me considero feminista, como el 99 por ciento de los españoles cuando se les pregunta, pero me inquieta enormemente que este país no ponga el acento también en ayudar a los niños varones. Se trata de una cuestión de igualdad de derechos entre hombres y mujeres». Responde con un rotundo «no» a la pregunta de si las niñas parten con alguna desventaja en nuestro sistema educativo. «A veces da la sensación, incluso, de que se trata de algo deliberado. Ese empeño por ahondar la brecha entre niños y niñas. Se trata, constantemente, de buscar el dato que apoye la conversión de las niñas en víctimas. Para eso no hace falta ningún Ministerio de Igualdad», continúa.

El rechazo a la victimización abre otro interrogante: ¿es que no lo somos de violadores y acosadores en una proporción estratosférica en comparación con los varones? Contesta Berta: «Claro que no estoy igual de tranquila cuando mi hija vuelve sola por la noche que cuando lo hacen mis hijos, pero es que hay un factor biológico. No es prudente decirle que puede volver sola y borracha. Además, no hay que olvidar el temor que puedo tener de que mis hijos varones se metan en una pelea, por ejemplo, y les den un navajazo».

Teresa Giménez Barbat es antropóloga, escritora y política. Miembro del equipo fundador de Ciudadanos en 2006, fue eurodiputada entre 2015 y 2019. En «Indomables», cuestiona el «mito de la revolución sexual» que, para entendernos, sería algo así como que, en el fondo, ni nos gusta ni nos sentimos bien emulando a Carrie Bradshaw. Para apoyarlo, cita ciertos estudios y autoras, como Louise Perry o Anne Campbell, que concluyen que no salimos igual que ellos del sexo ocasional, aunque nos empeñemos en ser las primeras en saltar de la cama a la mañana siguiente: «Hubo una época, hasta prácticamente ayer, en la que estuvimos firmemente convencidas de que huir de lo convencional nos traería el mayor de los bienestares. Pasado medio siglo desde los felices setenta empezamos a darnos cuenta de que quizá el mundo no funciona como pensábamos. Libertad y felicidad, hélas! Fastidia la idea pero, ¿y si no podemos tener ambas a la vez?».

Teresa, autora también de «Contra el feminismo. Todo lo que odias de la ideología de género y no te atreves a decir (Pinolia), esgrime la biología y los mandatos genéticos para la disparidad de expectativas, pero ¿no tiene tanto o más que ver la forma en que fuimos educadas? No puede dejar la misma huella haber sido criada en una comuna en Ibiza que en un colegio del Opus Dei a la hora de esperar la llamada del rollo de una noche. «Es verdad que la educación juega un papel, pero no solo se trata de eso. Es posible que una cosa sea el universo de los hombres y otra, el de las mujeres. Quizá es que tenemos unos condicionantes innatos que nos han hecho sobrevivir como especie. Aquello de la revolución sexual era una proclama voluntarista, un experimento a gran escala. Los datos han venido después».

Igual que el resto de autoras, Teresa cree que estamos viviendo un momento óptimo en España, aunque no exista la «sociedad ideal». Escuchándola, una se pregunta si, quizá, su percepción de la realidad como intelectual sea más generosa que la que muestran otros prismas. Esta ex eurodiputada cree que el feminismo «como militancia» ya no es necesario en España: «Lo que es necesario es el ordenamiento jurídico, la legislación y los tribunales a los que puedes acudir. Si la militancia feminista es antihombres, no la comparto. Son aliados. Creo que la ciudadanía española tiene una ética y una visión parecida a la que podemos tener nosotras. También la más humilde aunque carezca de formación».