Inteligencia artificial: ¿arte o todo lo contrario?
La proliferación de imágenes creadas por IA ha reabierto el debate sobre su legitimidad
Madrid Creada:
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Era previsible que ocurriese ya en cualquier momento y así ha sido: una fotografía creada, en parte, haciendo uso de Inteligencia Artificial ha resultado ganadora en la última edición de los Sony World Photography Awards. El ganador, el fotógrafo Boris Eldagsen, renunciaba al premio tras haberse hecho público y explicaba su motivación al presentarse con esa imagen y no otra: tratar de averiguar si los concursos de fotografía están preparados para los avances de la IA que se suceden a velocidad vertiginosa. “Necesitamos un debate abierto”, decía, “en el mundo de la fotografía sobre lo que queremos considerar fotografía y lo que no”. Y concluía con una afirmación “las imágenes de IA y la fotografía no deberían competir en premios como este. Son cosas diferentes". El año anterior, en el concurso de arte de la Feria Estatal de Colorado, Estados Unidos, el primer premio recaía en una obra generada por IA. La polémica no se hizo esperar y el resto de participantes se mostraban indignados. Lo cierto es que estaríamos ante un cambio de paradigma en el mundo del arte con la irrupción de la inteligencia artificial y, tal vez, sea necesario un marco normativo especial que lo “ordene” o, al menos, abrir un debate mucho más profundo sobre qué es lo que consideramos arte y cuál sería el modo de juzgarlo adecuadamente en estos momentos, dadas las ilimitadas posibilidades de la Inteligencia Artificial y su desembarco en disciplinas artísticas.
“Lo que yo creo”, indica Manuel Ruíz Zamora, filósofo especialista en estética y autor del libro “Escritos sobre post-arte”, “es que el arte, tal y como se concibe desde el romanticismo, es algo que está ya prácticamente muerto, que vive de una serie de mitologías que son sostenidas, básicamente, por la industria de lo que llamamos el mundo del arte. La Inteligencia Artificial, se desarrolle como se desarrolle a partir de ahora, lo único que va a producir es la puntilla final a este tipo de mitologías, que tienen hitos como podrían ser el artista, la autoría, la genialidad, la originalidad… Son todo mitologías románticas que nacen en el S.XIX, pero casi todo el arte del siglo XX es ya un juego contra todo eso y sobre todo eso. Y un juego que, en la mayoría de los casos, es un juego cínico. Sería el caso de Damien Hirst o Jeff Koons”. “Yo creo”, añade Javier G. Recuenco, ingeniero y miembro del claustro de inteligencia artificial de la UNIR, “que acabará ocurriendo como sucedió con Duchamps, fundador del arte conceptual, en el momento en que irrumpe en el mundo del arte, marcando un antes y un después en el arte contemporáneo. Con la IA ocurrirá algo parecido: se creará una nueva corriente y se asimilará. Un par de elegidos se harán absurdamente ricos por ser los pioneros, el resto tendrán mucho más difícil destacar y finalmente quedarán los popes que los críticos decidan salvar. El mundo del arte hará un uso intensivo de ello hasta que pase a la siguiente estafa”.
“Yo no sé lo que pasará, yo solo pinto”, dice la artista Ana Barriga, talentosa jerezana reconocida internacionalmente, que cree que “está pasando y como sucede con todo aquello que ocurre en el momento, necesitaremos tiempo para analizar lo acontecido. Pero recordarás aquellas manifestaciones encabezadas por perritos y gatitos a mediados de los noventa, aterrorizados todos con la idea de que aquel invento llamado Tamagotchi los reemplazaría. Por no hablar de aquellos artesanos auditas del S. XIX que destrozaban las máquinas temiendo que les quitaran el curro. Ahora más de uno lo haría con el Satisfyer”, ríe. “También por aquella época se debatía sobre si la fotografía reemplazaría a la pintura. Al final es un conflicto familiar dominguero para poder insultar al cuñado y quedarme con el postre. Pero es normal que se planteen estas cuestiones. Lo desconocido siempre causó pavor. Para mí, el arte seguirá siendo arte. No me importa quién o qué lo haga. Si Goya, si Goyo o si vino Saturno y se montó una performance en un polígono para dejar su adicción a las tragaperras. La cosa tiene que ser buena y punto”. “Empieza a popularizarse”, añade a esto Javier G. Recuenco, “el neologismo “hamparte”, propuesto por el artista y profesor Antonio García Villarán, autor del ensayo El arte de no tener talento, y que alude de manera despectiva a ciertas obras que se nos quieren hacer pasar por artísticas pero que si se analiza de manera racional y crítica, difícilmente pueden encajar en una definición honesta de Arte. ¿Sería aplicable a las obras de arte generadas mediante Inteligencia Artificial o a algunas de ellas?”.
“Sobre este caso en concreto”, reflexiona Ruiz Zamora, "yo creo que la obra de arte está en la propia presentación de la fotografía al concurso. Se podría considerar casi una performance el hecho en sí de presentar a un concurso de fotografía una imagen generada mediante el uso de Inteligencia Artificial, como una especie desafío a toda esta clase de mitos románticos de los que hablábamos. A efectos de cómo va a influir eso, debería hacerlo en el sentido de ir debilitando todas esas supersticiones, que no tienen ahora ya mayor sentido. Hemos acotado una parcela de la realidad para llamarla Arte, con lo cual estamos dejando a la gran parte de la realidad como algo circunscrito a lo que es feo, a lo desagradable. En mi opinión, la genialidad radica en haber presentado la fotografía más que la fotografía en sí. Y no debería el autor haber renunciado al premio, que en mi opinión es merecido por carácter doble: por haber presentado una fotografía que reunía las características o cualidades necesarias para ganar el premio y por haber tenido la idea de presentarla. Introduce todo un cuestionamiento al concepto de arte y de artista y toda su mitología”.
“Todas las antecedencias psico-conspiranoicas”, añade Barriga, “deberían hacernos ver que la inteligencia artificial es eso, inteligencia. Y yo, en cuanto mi inteligencia me lo permita, la utilizaré como buenamente pueda. Eso es indudable. Lo que no podemos hacer, no obstante, es negar el arte, negar que en el arte, a parte de inteligencia, también hay estupidez; ni negar aquello que nos remueve por dentro a los artistas y a los que se enfrentan a nuestras obras, aquello que nos pincha el cerebro y nos dilata las pupilas cuando estamos pintando o cuando entramos en un museo”.