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Libros

Juan del Val: «Hoy se presume de no provocar y eso es un disparo al arte»

Publica «Bocabesada», una novela que enseña la cara B de las plataformas de televisión y las series

Juan del Val
Juan del Val Carlos Ruiz B.k.

Juan del Val publica «Bocabesada» (Espasa), una novela de personajes que ahonda en la cara B de la industria del entretenimiento y las plataformas televisivas en streaming. Una historia, que, aunque descarga su peso en Martín Varela, un escritor que trabaja en un apartamento de Nueva York que no es él, pero que está hecho con medidas propias, el libro se levanta como un vivo y divertido retrato de un mundo que siempre queda detrás de la pantalla y que es completamente desconocido por la mayor parte del público. «Esto no es un ajuste de cuentas, vaya por delante», se apresura a subrayar, y lo hace en varias ocasiones, antes de afirmar que este es un medio que conoce perfectamente. «No tiene un lado turbio. Pero tampoco es limpio. Me parece que hay un punto de mediocridad. Es así y nadie me lo puede negar porque lo sé. En los creadores españoles existe mucho talento, pero quizá también un exceso de cobardía por parte de los directivos a la hora de apostar».

Juan del Val muestra ese proceso, que afecta a las series, que jamás percibimos y que es un descomunal negocio hoy en día, aunque, como cuenta en la novela, su balance de ingresos en ocasiones dé sustos y, como apunta, en ocasiones deje pérdidas de cincuenta mil millones de dólares. «Esas cifras son de 2021. Pero son multinacionales. A Amazon le da igual eso. No conozco sus cuentas, aunque no importa. Es tal la cantidad de producciones que se hacen que resulta imposible que haya un negocio rentable. Casi todo son series y algunas de ellas extraordinarias, es cierto, pero son muy pocas. Casi todas ellas son la misma. Algunos, cuando quiere ponerse novedosos, a lo que llegan es a un videoclip. En España –prosigue– existe un montón de talento, pero también menos posibilidades para sacarlas adelante. ‘‘White Lotus’’, por ejemplo, nunca se habría aprobado aquí, porque los directivos sacarían algunos ‘‘peros’’. Las chicas putas, que por qué se hace esto... Lo que sucede es que la vida nunca cuadra y la gente toma decisiones en la realidad sin saber por qué. De hecho, no lo sabían explicar. Hoy no se quiere provocar». Juan del Val, de hecho, rompe una lanza por la originalidad, apuesta por las almas con una pulsión creativa, que se salen del carril principal. «¿Crees que un algoritmo habría podido crear «El Padrino» o «Annie Hall»? No hay falta de talento, insisto, pero quizá sí de valentía. Muchos aún insisten en que el asesino sea el mayordomo.

Hace referencia a una época en que se hacía cine «sin vetos ni autocensuras». ¿La cancelación cultural daña la creación?

Estamos en un momento preocupante. Me preocupa que ganen los mediocres y lo van haciendo. La nostalgia es una trampa. Yo no soy un nostálgico y hoy hay cosas fabulosas, pero me preocupa la cobardía y no plantear películas como «El último tango en París». Es inimaginable, pero no hay que llegar a eso. Es que no paro de ver gente que no dice nada. No existe ningún afán de provocación en lo que se escribe, en lo que se rueda. Es todo lo contrario. Se presume de no provocar. Es un disparo al arte. El artista debe tener provocación, si no, no lo es. No reivindico a los roqueros que destruyen habitaciones, solo que el artista debe ser provocador, y el directivo, tener un componente de artista en este sentido, porque de lo contrario vamos a morirnos de aburrimiento. Haremos todo el rato la misma película, serie y novela. La gente tiene que ser valiente y mirar hacia adelante. Es un momento en que no se puede, en que es muy difícil ser valiente. Tenemos un problema. Lo veo a través de los artistas. Se creen comprometidos por decir lo que dice todo el mundo y ser comprometido es lo contrario. Si un humorista dice que no quiere ofender a nadie, no lo es. Si un escritor está pendiente de lo que pueda decir en Twitter un tío de un pueblo de donde sea, no lo es, ni un músico; no eres nada.

Siempre las redes...

Por supuesto. Si un artista te comenta que no le preguntes sobre un tema porque hay gente que se puede poner en contra, no lo es. Y esto está pasando todo el rato. Lo que yo reivindico es que en los artistas debe haber un punto que mueva algo a las personas. Si estás pendiente de enfadar a alguien, a una feminista, a un ecologista, a quien sea, ya no puedes crear nada. Si eres un cobarde para expresar algo distinto porque tienes miedo, no puedes crear. El artista no puede crear con miedo. Si piensas, se me van a echar encima las redes sociales... ¿Qué ocurre? Que ganan los mediocres, que son lo que marcan lo que vas a pensar, los que dicen que no te salgas del carril porque te van a reventar en las redes. Yo parto de una ventaja y es que todo eso me da igual. Si me importara, dejaría de ser yo.

Aboga por transgredir.

Siempre se debe tener cierto afán de transgredir. Y también de huir de lo que ya ha dicho y hecho todo el mundo. No vale hacer cualquier cosa. Siempre debe tener un peso intelectual. Una base. Pero lo que me interesa del afán de transgredir es que remueva el alma de las personas. Que te enfaden también es importante. Y hay gente con voluntad de transgresión.

¿Es bueno el para «todos los públicos»?

El «para todos los públicos» es tremendamente peligroso. Resulta útil para adaptar ciertos temas a un público de una edad. Eso está bien. Otra cosa es el «para todos los públicos» por contentar. Eso, no. Que los tres mosqueteros sean perros en una versión para niños, no me indigna. Tampoco una Sirenita negra o una Cleopatra negra. Otro asunto es por qué haces una Cleopatra negra. Si es para contentar a la gente, vamos mal. Además, hay cosas que no pueden ser «para todos los públicos» y ya está. Son productos culturales que provocan y que hacen daño. Que algo moleste es bueno porque te remueve. Vivimos en una sociedad en la que parece que una persona solo por ofenderse tiene la razón. El ofendido es el que tiene que solucionar por qué se ha ofendido. No lo enfoques en mí. Pero tendemos a proteger a esos. Serán ellos lo que deberán solventar por qué se ofenden. Otro asunto, por supuesto, es hacer daño de manera gratuita. Ahí me callo y no digo nada, porque eso ya no puede ser. Pero si se trata de un elemento solo creativo...

Entretenimiento. A veces está mal visto.

Mi mayor satisfacción es que la gente coja mi novela y se entretenga. Si luego piensa y, además, se emociona, es genial. Pero la pretensión primera es que se entretenga. Lo que sucede es que el entretenimiento está denostado porque muchas personas se cuelgan de los tópicos y no tiene criterios. Muchos analizan por esos tópicos y por eso no les cuadra que un tipo que sale en la tele escriba bien. Para que una persona, cualquiera, escriba bien, debe ser un bicho raro, y, entonces, sí, si te gusta. A veces tengo una fantasía. Coger diez novelas y publicarlas sin nombre. Después ponemos los nombres. A ver qué se opina. Sin saber nada más. Solo como ejercicio. Por comprobar qué saldría. Dicho esto, vender mola. Mucho. Otro asunto distinto es que quieras hacer libros comerciales. Ahí hablamos de otra cosa.

LOS PERSONAJES Y SU VULNERABILIDAD

Juan del Val es guionista y Juan del Val es novelista. Es un hombre con ejercicio en estas dos profesiones de letras. «Son técnicas distintas. Pero quiero decir que a mí lo que me interesa es lo que le sucede a los personajes. Las cosas que les ocurren y las situaciones. Yo no emito juicios. Yo no digo esto está bien o está mal. Hablo de personajes. De su vulnerabilidad. A mí lo que me interesa es lo que no se ve.».

En esta «Bocabesada» habla del bloqueo, habla de la escritura de guiones y habla de sentarse delante del folio para completar una novela. Para Juan del Val, que es un hombre decidido, al que no le gusta recurrir a excusas, para escribir solo hay que sentarse y escribir. Algo que completa bien su oficio de guionista, que no conoce titubeos ni dudas. Reconoce que escribe «novelas de manera anárquica, sin guías» y admite que «no soy un escritor pretencioso, pero sí que reconozco que para enfrentarte a escribir debes tener cierta característica: debes tener bastante ego. No ser egocéntrico. Eso es otra cosa. Lo que tienes que decirte es aquí estoy y esto lo voy a contar bien. A la misma vez, debes saber que no puedes pretender trascender todo el rato. Ya está todo contado, en realidad. Hay una frase de Santiago Amón de que después de "Las meninas", la gente sigue pintando, pero ya no hay necesidad. Siempre hay alguien ha llegado antes que tú. Siempre. Por eso, cuando uno quiere trascender, se le nota. Y suele hacer un coñazo, porque ese señor está pendiente de sí mismo. Cuando escribo, estoy pendiente del lector. Tengo mucho respeto por el lector. Nunca me sitúo por encima de él. Lo considero un ser inteligente. Alguien que al que no tengo que dar tanta información porque él ya lo sabe. No pretendo revelarle nada nuevo. Solo, a lo mejor, hacerle caer en un detalle o hacerle reír. Para mí, esto es contar un historia».