La Biblioteca Nacional desmonta el Libro de Horas con el que rezaba Carlos V
Treinta y dos de sus hojas se expondrán al público desde mañana antes de restaurar el volumen, de una incomparable belleza iconográfica
Treinta y dos de sus hojas se expondrán al público desde mañana antes de restaurar el volumen, de una incomparable belleza iconográfica
La restauración de uno de los manuscritos iluminados más importantes de la Biblioteca Nacional, el Libro de Horas de Carlos V, ha obligado a desmontarlo y por ello treinta y dos de sus hojas se expondrán por separado y serán reencuadernado tras su restauración. Además de estas hojas la muestra presenta una estampa con un retrato del emperador, así como la rica encuadernación del códice, con elementos de plata sobre terciopelo.
El emperador Carlos V atesoró una importante biblioteca personal, conservada en parte en el monasterio de El Escorial en la que se hallaban algunos importantes manuscritos iluminados así como varios libros de horas, el libro de rezos más habitual entre los fieles de la época y que también servía como guía para su vida cristiana. Este libro no fue encargado por el emperador, sino realizado en un taller parisino hacia el año 1500; sin embargo, posee una extraordinaria riqueza de imágenes, alrededor de 1.200. Que estuvo en su poder lo atestigua una anotación al comienzo del mismo con el siguiente texto: “Fuit Magni Imperatoris Caroli Quinti”. Posteriormente el códice pasó a manos de los cardenales François de Joyeuse y Francesco Xaverio de Zelada, quefue quien lo legó a la catedral de Toledo. Se encuentra en la BNE desde 1869.
El Libro de horas de Carlos V arranca con un calendario, ilustrado de forma singular ya que, junto a los ciclos habituales con los signos del zodiaco y los trabajos de los meses, se desarrolla la historia de dos hermanos, uno bueno y piadoso, que terminará por ascender al cielo, y otro disoluto y lujurioso que acabará sus días en el infierno. El resto de las imágenes tampoco sigue los temas tradicionales de los libros de horas y plantean un complejo discurso teológico que servía al fi el que lo utilizaba como guía de su vida cristiana.
En este sentido puede seguirse buena parte de la iconografía bíblica, desde las escenas del Génesis en torno a Adán y Eva hasta el relato de los Evangelios e incluso algunas escenas de la historia de los primeros siglos del cristianismo como la leyenda de la Santa Cruz. Además el libro contiene, como es habitual, un “Oficio de difuntos”, ilustrado con diferentes temas mortuorios. En este caso la iconografía es muy variada e incluye temas de raigambre medieval como el “Encuentro de los tres vivos y los tres muertos” y la “Danza de la muerte”, en la que la figura alegórica de un esqueleto arrastra a las distintas clases sociales.
El último apartado está dedicado a los “Sufragios de los santos”, un cojunto de oraciones destinadas a suplicar su intercesión, muchas veces para problemas muy concretos, como enfermedades y otras desgracias. En ocasiones aparece la mera efigie del santo, pero otras veces se encuentran distintos episodios relacionados con milagros, martirios, etc.
El libro ha sido definido como una “antología de la iluminación parisina en torno al año 1500”, un auténtico museo en miniatura en el que colaboraron varios de los mejores artistas del momento, cuyos nombres no conocemos, por lo que son denominados con apelativos convencionales. Se trata del Maestro de Martainville, el Maestro de la Crónica Escandalosa, el Maestro de Robert Gaguin, el Maestro Morgan 388 y el Maestro de Jacques de Besançon.