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La realidad inquietante de Tetsuya Ishida

El Museo Reina Sofía acoge en el Palacio de Velázquez la primera gran retrospectiva del artista japonés fuera de su país.
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El Museo Reina Sofía acoge en el Palacio de Velázquez la primera gran retrospectiva del artista japonés fuera de su país.
Una mirada guarda en su silencio lo que las palabras, a veces, no son capaces de contar. Esconde los pensamientos que no encuentran otra forma de escapar. Y con su mirada, el artista japonés Tetsuya Ishida, nos conduce a los apagados ojos de sus personajes que no se atreven a mirar. De esta manera, el Museo Reina Sofía de Madrid alberga en el Palacio de Velázquez la muestra ‘’Autorretrato de otro’’, una retrospectiva completa de sus diez años dedicados a la pintura, por primera vez en España. En el trayecto de su corta vida, este artista vivió la amargura destilada de las sucesivas crisis económicas que acaecieron desde 1973 y que se concretaron en la recesión que sufrió Japón después de que estallase la burbuja especulativa de 1991. A raíz de estos sucesos, pasó a formar parte de lo que muchos denominarían ‘’la generación perdida’’, aquellos jóvenes cuyas faltas de expectativas en la vida les llevaron a convivir de manera escéptica con el, a veces duro y tan cambiante, entorno en el que les tocó crecer. De esta manera, su mundo interior se vuelve reflexivo en cada uno de sus cuadros, que albergan un fuerte componente social y, al mismo tiempo, personal. La muestra, que reúne una selección de 70 obras y dibujos realizados entre 1996 y 2004 reflejan las obsesiones del artista, sumergido en su particular universo estético.
Muy cercano a la Nueva Objetividad europea e impregnado, por supuesto, de la tradición japonesa del manga, en su realismo nos acerca a una realidad cargada de metáforas. En cada uno de sus cuadros, los personajes solitarios y apáticos, tienden a ser el mismo, con la misma mirada que no mira ni al espectador, ni a los que le rodean. Están solos. El gran protagonista es, sin duda, el trabajador de traje y corbata que dedica su vida a la firma que lo emplea. Sin sueños, ni aspiraciones, condenado a vivir para la sociedad de consumo que lo envuelve. Así se desvela su alma, que nos lleva a través de una serie de fases, en las que nos habla de la escuela como un instrumento de control social, y de los empleados que han perdido toda conexión con el producto fruto de su trabajo. Así mismo, ahonda en ‘’la situación de larva’’, tal y como cuenta la comisaria de la exposición, Teresa Velázquez, que continúa: ‘’Hablo del insecto que busca la manera de salir, pero le cuesta comunicarse con el exterior y que, finalmente, disocia al personaje de su propia especie’’. Ante esta sensación de aislamiento y ahogo, la obra de este creador se vuelve inquietante, al tiempo que nos atrapa. De esta manera, a través de figuras encapsuladas y espacios claustrofóbicos, con una potente deshumanización de las personas y entre máquinas antropomorfas, el artista japonés nos golpea con preguntas para las que no existe una respuesta fácil.
Fallecido en el 2005 por un posible suicidio, a los 32 años de edad, nos ha legado una gran producción artística que, a partir del 12 de abril y hasta el 8 de septiembre, podrá contemplarse en el Palacio de Velázquez. La mayoría de las obras que se exponen en sus blancas paredes proceden de Japón, especialmente de museos como el Shizuoka Prefectural of Art, el Hiratsuka Museum of Art y The National Museum of Modern Art. A su vez, otras pertenecen a colecciones particulares de Singapur, Estados Unidos, Hong Kong y Corea, incluyendo, además, un conjunto de cuadernos, apuntes y bocetos que guardan reflexiones de Ishida en primera persona. Una manera de recuperar su mirada, de ver a través de sus ojos la realidad.

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