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«La Tirana», el mito erótico del siglo XVIII

Un libro de José María Martín Valverde editado por la Fundación José Manuel Lara, recrea la vida de esta importante actriz.

«La Tirana», a la que retrató Goya en dos ocasiones, fue una intérprete a la que admiraron Moratín y otros autores de la época
«La Tirana», a la que retrató Goya en dos ocasiones, fue una intérprete a la que admiraron Moratín y otros autores de la épocalarazon

Un libro de José María Martín Valverde editado por la Fundación José Manuel Lara, recrea la vida de esta importante actriz.

Poco se sabe del mundo de los actores en el siglo XVIII español y muy pocos conocen, o les suena, el nombre de Rosario Fernández. Sin embargo, «La Tirana» –que ese era su apodo– fue un verdadero mito del teatro de su tiempo que ha pervivido en el imaginario como una mujer poderosa, luchadora e independiente, una figura tan popular que, incluso Goya llegó a pintarla por dos veces. «Mi acercamiento a su figura es fortuito. Fue mi afición a la música lo que me llevó a interesarme por la del barroco tardío y el neoclasicismo. En aquella época, las actrices, generalmente, cantaban y el teatro estaba próximo al género musical», asegura el profesor José María Martín Valverde, autor de «La Tirana (1755-1803). Un actriz en la época de Carlos III», editado por la Fundación José Manuel Lara en colaboración con el Centro de Estudios Andaluces. Una obra realizada a partir de la tesis doctoral del autor, galardonada con el XII Premio de Ensayo de la Fundación Pablo de Olavide. Había nacido en Sevilla, pero su fama le viene de su triunfo como actriz en Madrid. Con apenas 15 años y, ya casada, abandonó su ciudad natal para trabajar en los teatros de la Corte, para pasar pronto a una intensa y triunfal carrera de 1780 hasta su retirada, en 1793.

Una mujer renovadora

Con esta biografía, Martín Valverde no solo sigue el itinerario y vicisitudes de una actriz, «máximo exponente de una generación de actores que reconquistó el espacio público del teatro de la Ilustración renovando la profesión en un sentido más cercano a la sensibilidad moderna», sino que, además, retrata el contexto en el que vivió, una época crucial en la historia de España y del teatro. «Sitúa a la actriz y a la escena española en el marco político, social y económico del momento y recrea la atmósfera moral, intelectual, artística y política de toda una época. Una rareza porque aborda aspectos que casi nunca se atienden, los actores», afirma Joaquín Álvarez Barrientos, prologuista. Según él, «Valverde trabaja los aspectos económicos y administrativos, muy importantes para el mundo cultural, porque si no hay dinero, no hay teatro. «La Tirana» fue una entre otras grandes actrices que fueron olvidadas. Casi todas las que encoentraron el éxito y, por tanto, dinero, tuvieron muchos problemas con la administración, con sus maridos y su entorno. «Y ¿por qué? –se pregunta Álvarez Barrientos–. Porque quisieron ser independientes, algo que les permitía tener poder económico. Que Goya quisiera pintarla a ella y al actor Isidoro Máiquez, da cuenta de la importancia que ya tenían entonces los intérpretes, lo que se refleja en cómo eran perseguidos o acosados, sobre todo ellas». El libro es representativo de un tipo de mujer que no es excepcional ahora, pero sí entonces. Las protagonistas femeninas de la segunda mitad del XVIII son cada vez más independientes y con más papel social en esta época tan desconocida y maltratada, algo que se pierde con el romanticismo, donde se produce una gran involución de la mujer, que vuelve a convertirse en «el ángel del hogar».

Por su parte, Martín Valverde destacó que «La Tirana», fue «una mujer inteligente y enérgica cuando la vida se lo exigió, a pesar de tenerlo casi todo en contra. Supo valerse de su fama para hacer frente a su fatal destino de mujer casada, en una época en la que quiso divorciarse, pero no pudo porque no estaba permitido. De familia modesta, es casada por conveniencia. Su marido, también actor, era Francisco Castellanos, llamado ''El Tirano'' por interpretar este tipo de papeles y de quién toma el apodo. Se termina de formar en la Corte bajo el magisterio de ilustrados y actuando ante los reyes y los grandes de España. El teatro no solo era una cuestión política, sino de Estado, de orden público. Una actividad necesaria para mantener a la gente ''entretenida''. Era mejor ir a ver a las actrices que lo que pudieran hacer en su vida privada. Había una gran industria del entretenimiento, los teatros recaudan gran cantidad de dinero». Y prosigue: «Ella triunfa por su gran trabajo personal y por los conocimientos adquiridos en la nueva escuela de teatro francesa. Forma parte del grupo de actores que ejercieron la transición del teatro tradicional al moderno. Un teatro –explica– donde se interactuaba, el público mantenía contacto con lo que ocurría en escena. Muchas obras del llamado género corto, sainetes y tonadillas, surgían del diálogo de los escritores con el público». Por otro lado, afirma, «La Tirana», fue un mito erótico de su época. La imagen que se ha transmitido de ella se fraguó en los albores del llamado «teatro sicalíptico» en la segunda mitad del XIX, bajo intereses comerciales, digamos «picantes». «Escritores y folletinistas la exhumaron a base de aureolarla con episodios licenciosos como ser amante de Goya y cosas así», asegura. Después de una carrera exitosa y con mucha fama, pero muy desgastada físicamente por los litigios con su marido por el divorcio, tuvo un accidente actuando, un vómito de sangre la hizo dejar la escena y abandonar el teatro para siempre.