Casas reales

Las cartas de pasión del príncipe Alberto a la reina Victoria: «El cielo me ha enviado un ángel»

Se digitalizan casi 18.000 documentos privados y manuscritos inéditos firmados por la Reina de Inglaterra y su marido

Retrato de la familia real en Osborne en 1859/The Royal Collection Trust/Ap
Retrato de la familia real en Osborne en 1859/The Royal Collection Trust/Aplarazon

Se digitalizan casi 18.000 documentos privados y manuscritos inéditos firmados por la Reina de Inglaterra y su marido

A Victoria del Reino Unido, ya mayor, viuda y resentida, no le gustó nada cuando su hijo, el príncipe de Gales, bautizó a su primogénito con los nombres de Alberto Víctor, en 1864. La soberana, que después de casi veinticinco años todavía llevaba luto por su «amado ángel», creía que nadie merecía llamarse Alberto. Su Alberto. Sobre la muerte de su adorado esposo escribió la reina que puso nombre a una época, en un desgarrador manuscrito que ha sido publicado en la red. Junto a este se descubre también una colección de documentos reales británicos, incluidas fotografías de valor incalculable y las cartas de amor del príncipe Alberto, en conmemoración a los 200 años que se cumplen desde que este naciera el 26 de agosto de 1819, en Baviera (Alemania).

Casi 18.000 artículos se han puesto a disposición en línea en un nuevo sitio web (https://albert.rct.uk) dedicado al príncipe y creado por la Royal Collection Trust, aunque desde la página aseguran que alcanzarán los 23.500. La mayor parte del material -que proviene de la Colección Real, los Archivos Reales y la Comisión Real para la Exposición de 1851- jamás había sido publicado, y la Royal Collection Trust confía en que arroje luz sobre la contribución de Alberto a la sociedad británica. Entre estos archivos existe correspondencia personal fascinante entre Alberto y Victoria. El relato de la soberana sobe el fallecimiento de su gran amor ofrece, de primera mano, un testimonio de valor incalculable sobre su abrumadora pena. Escribe que, cuando él murió, «besé su querida frente celestial y grité con un grito amargo y agonizante: “¡Oh! ¡Mi querido amante!”. Luego caí de rodillas en silencio, con desesperación distraída, incapaz de pronunciar una palabra o derramar una lágrima...».

En el diario personal de Victoria, encuadernado en cuero, también encontramos algunas páginas dedicadas a describir cómo su esposo jugaba con sus pequeños. Alberto ataba una servilleta de tela alrededor de su cintura y los balanceaba de un lado a otro por debajo de sus piernas. Para mayor deleite, el texto incluye un dibujo de la reina donde Alberto columpia a uno de sus hijos. Se desconoce la fecha exacta de este en concreto, pero la Royal Collection ha cedido volúmenes de sus reminiscencias escritas entre 1840 y 1861.

Por su parte, cuando Victoria se convirtió en Reina en julio de 1837, Alberto le envió una carta de felicitación desde Alemania, que probablemente no alivió las preocupaciones que ella podría haber tenido sobre ascender al trono. «Mi querida prima, debo escribirte algunas líneas para presentarte mis más sinceras felicitaciones por ese gran cambio que tuvo lugar en tu vida. Ahora eres la reina de la tierra más poderosa de Europa, en tus manos está la felicidad de millones». En una nota posterior, escrita en alemán el día de su compromiso, estalla de pasión: «¿Cómo es que me he merecido tanto amor, tanto cariño? No puedo acostumbrarme a la realidad de todo lo que veo y oigo, y tengo que creer que el cielo me ha enviado un ángel cuyo resplandor iluminará mi vida».

Asimismo, el portal web incluye tantas fotografías personales de la familia real, que es posible observar los cambios físicos de los hijos de la pareja a medida que crecían, así como imágenes y daguerrotipos que documentaron el mundo que los rodeaba. Así, es destacable la copia de un retrato de Victoria con sus cuatro hijos, realizado en febrero de 1854, en el palacio de Buckingham. Victoria aparece ataviada con un chal de tartán y unas tijeras atadas a la cintura, estrechando a la princesa Alicia entre sus brazos. Su actitud contrasta con lo férreo de su postura durante su largo reinado.