Las dos orillas de Francisco Nixon
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El que fuera miembro de la Costa Brava presenta «Lo malo que nos pasa», un trabajo basado en la producción setentera del «sonido Costa Fleming»
No se puede ser un «indie» toda la vida. Aunque uno mantenga la actitud, hay que crecer, cantar algo más adecuado a la madurez. «Tengo un amigo que me ha dicho que estoy autorizado a hacer bandas sonoras, pero que, por favor, no caiga en el jazz», dice Fran Fernández (Gijón, 1971). «Ya hago música para viejos», añade con sarcasmo sobre su último trabajo como Francisco Nixon (Australian Blonde, La Costa Brava), el excelente «Lo malo que nos pasa» (Siesta), un disco con letras escritas marcadas por la misma socarronería que las líneas anteriores. La frase completa de donde toma el título es «Lo malo que nos pasa es por salir de casa», a la que siguen líneas como «yo soy el que roba los abrigos en los bares» y la historia de la chica alta que se partió un diente por besar a un muchacho que sería guapo, pero ¡ay!, bajito. Un costumbrismo repleto de escenas que presenta mañana en Madrid (El Sol).
«Sí quería que fuese un disco alegre, no tenía más pretensiones. Decir que llevaba tiempo queriendo hacer un álbum de música de baile puede sonar demasiado fuerte, pero al menos sí buscaba que fuera rítmico», comenta Fernández, que había acumulado unas cuantas canciones en el cajón, que estaban a punto de ser demasiado diversas para formar parte del mismo elepé. Sin embargo, encontró en un estilo de producción determinado la manera de darles unidad. «Yo buscaba que tuvieran un punto ‘‘vintage’’ y un poco español, algo que entroncara con nuestra tradición. Se me ocurrió lo del ‘‘sonido Costa Fleming” como idea fuerza para llevar las canciones al mismo terreno», explica. El sonido al que se refiere es el que fue banda sonora de innumerables películas de los setenta, del que fueron exponentes Rafael Trabuchelli y Augusto Algueró. «Es como el sonido Philadelphia, pero en el que cabía también la cumbia, la rumba o el funky. Yo lo veía en programas de mi infancia como “Aplauso” o “300 millones”, y es la prueba de que los 70 en España no fueron una travesía musical por el desierto, que es lo que tenía entendido, sino que se hicieron trabajos con mucho interés», explica el músico, que lamenta la poca atención que le prestamos a la tradición propia. En internet, existen listas de reproducción y entradas de blogs dedicados a ese estilo, para los interesados. «Eran canciones basadas en unos métodos de producción industrial que hoy en día están perdidos. Un proceso que ya no se puede hacer ni con todo el dinero del mundo, porque ya no existen esos estudios, esos arreglistas, esos equipos y ese conocimiento», añade. «Lo que he hecho yo para el disco junto con mi productor, Nahúm García, es una pálida imitación tras un proceso muy laborioso».
Bajón asegurado
En cuanto a las letras, también siguen la tradición propia, en la línea de guiones de José Luis Cuerda y «Amanece que no es poco». «El humor es para mí un mecanismo de defensa –asegura–. Pone distancia entre mi personaje y la persona. También lo utilizo como una forma de defenderme de las críticas, aunque supongo que es una cobardía, pero alivia tensiones, le quita importancia a las cosas». Volviendo al principio, la madurez se presta a muchas bromas. «Sí, por edad estoy en un territorio en el que te pasan cosas que son alegres y amargas a la vez. Sobre todo cuando intentas responder a preguntas importantes y al mismo tiempo te dedicas a la música en España, porque, entonces, vivirás con pocos ingresos y tendrás los momentos de bajón asegurados. Pero yo no me veía cantando con 40 las canciones que hice con 20 años. Lo suyo es seguir avanzando y que la gente venga contigo».