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Leyendas urbanas que hacen historia

En las alcantarillas de Barcelona no hay cocodrilos como en Nueva York, pero con 3.000 años de historia le gana en fantasmas y mitos
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En las alcantarillas de Barcelona no hay cocodrilos como en Nueva York, pero con 3.000 años de historia le gana en fantasmas y mitos
A Truman Capote le gustaba explicar, y aseguraba que era cierta, la historia del perro del ático. La protagonizaba un chico que había logrado quedar con una modelo que vivía en el edificio Dakota de Nueva York y tenía un gran danés. Contaba que cuando el joven llegó a la cita abrió la puerta la doncella y le hizo pasar a un salón, pues la chica se estaba acabando de arreglar. El salón tenía unas puertas abiertas que daban a una amplia terraza. Mientras el muchacho esperaba, se le acercó un perro, el gran danés, con una pelota en la boca. Quería jugar. El joven se animó a lanzarle la pelota una vez y otra, pero una de las veces la tiró con tan mala pata que rebotó en la pared, salió por la ventana y el perro fue detrás de ella. El gran danés acabó en el patio igual que John Lennon.
«El perro del ático» es una de las historias que el folklorista Jan Harold Brunvand recoge en su primera antología de leyendas urbanas. Una historia que el novelista australiano, Summer Locke Elliot, asegura que presenció y sobre la que Barcelona también tiene una versión. La leyenda local se remonta a hace más de quince años, la protagonizan dos importantes editores de la ciudad y en vez de una pelota, el perro, un terrier blanco, sale detrás de una croqueta y acaba defenestrado en la calle Doctor Fleming.
En mitos y leyendas, Barcelona gana a Nueva York. En su alcantarillado no vivirán cocodrilos, pero con al menos 3.000 años de antigüedad, según los restos humanos de un enterramiento que se han encontrado en la calle Copérnico con Muntaner, y la Edad Media de por medio, tiene historias fabulosas por doquier.
Por ejemplo, la que habla de su fundación. A Barcelona no le bastaba con decir que hasta la llegada de los romanos en el siglo I a. C. estaba integrada en el mundo íbero, cuya civilización era una mezcla de cultura indígena y de las aportaciones de fenicios y colonizadores griegos instalados en Empúries, como cuentan Enric Calpena o Jaume Sobrequés en sus respectivos libros sobre la historia de la ciudad. Le gusta más explicar, como cuenta la lápida que desde 1550 adorna la fachada del Ayuntamiento, que fue fundada por Hércules, hijo de Zeus. La historia de Barcelona sería una secuela del mito de Jason y los argonautas que el Consell de Cent reescribió en el siglo XVI para difundir una imagen mítica de la ciudad. La leyenda cuenta que «Jason encargó a Hércules que buscara el noveno navío naufragado (en latín barca nona) de su tripulación. Éste lo encontró junto a la colina de Montjuic, un lugar que a sus marineros les gustó tanto que con la ayuda de Hércules fundaron Barca Nona».
Jesús en el Tibidabo
Los historiadores medievales fueron un filón para alimentar la Barcelona legendaria. Los monjes jerónimos del monasterio fundado en la falda de la montaña del Tibidabo en el siglo XIV hicieron llegar a la ciudad al mismísimo Jesucristo. Cuenta la historia que el demonio desde la cima del Tibidabo le dijo: «Si te arrodillas y me adoras, todo esto te daré». De ahí el nombre de Tibidabo, en latín «te daré».
También se pasó por la ciudad Sant Jordi, que hasta convertirse en patrón de Cataluña, ayuda a Borrell II a expulsar a los sarracenos y casi 300 años más tarde a Jaume I el Conquistador.
Puede que el patrón de Cataluña sea héroe en muchos lares, pero en Barcelona, Satanás protagoniza más historias que Sant Jordi. Por ejemplo, en la Iglesia del Pi. El escalón número cien que sube al campanario tenía grabado un diablo danzando. Años ha, había una maldición que impedía a los maestros de obra acabar sus proyectos. El que construía el campanario de la Iglesia del Pi pactó con el demonio que le entregaría su alma al llegar al escalón número cien. Pero solo construyó 99, dejó la obra a medias y llegó a viejo. Su sucesor, que conocía la historia, grabó la imagen de un diablo bailando en el escalón cien y siguió adelante con la construcción. A Satanás no le hizo gracia y se vengó. Cuando acabó la obra, el maestro y los obreros subieron al campanar para una última inspección. Por obra del diablo, al maestro le entró vértigo y como la tradición decía que si los maestros sufrían «mal de altura», el edificio amenazaba ruina, los obreros, para no dar pie a rumores, lo tiraron del campanario.
En la Barcelona legendaria también hay brujas. Las que bailaban formando un círculo en la plaza de Sant Ramon del Call habrían dado origen a las sardanas. Para brujas y malos espíritus con ADN catalán, los que recoge el libro «Les bruixes es pentinen», como dice la canción, o los que quedaron petrificados en la calle del Bisbe de Barcelona por burlarse del Santísimo Sacramento que salía durante la procesión del Corpus Christi. Pese a que el puente del Bisbe es de estilo neogótico y fue construido en 1928, también tiene su leyenda. Ojo con mirar la calavera, que da mala suerte.
Hay diablos de piedra y otros de carne y hueso, como la Vampira de la calle Ponent, Enriqueta Martí Ripollés, que sembró el pánico en la Barcelona de 1912. Fue acusada de secuestrar, prostituir y asesinar niños para extraerles la sangre, grasas y el tuétano de los huesos para elaborar pócimas que vendía a clientes con dinero. Murió en la cárcel apaleada. No hay que remontarse a siglos atrás para encontrar a seres diabólicos. Los bomberos que hallaron los cuerpos de las dos jóvenes policías asesinadas en L’Hospitalet en 2004, calificaron de «espectáculo dantesco» el escenario que dejó tras de sí el autor del doble crimen, Pedro Jiménez, condenado a 83 años de prisión.
Hay leyendas que requieren fe, como la historia de Santa Eulàlia, patrona de la ciudad, que sufrió trece tormentos, a cual más escabroso. Otras, documentadas, como la quinta forca, que el periodista Josep Maria Huertas Claveria recoge en su libro «Mitos y Gente de Barcelona» (Edicios 62) recuerda una imagen macabra de hace dos siglos, cuando en los cuatros principales caminos que llegaban a la ciudad había cuatro horcas donde colgaban a los condenados a muerte. Se construyó una quinta, más lejos, en el Turó de la Trinitat, de ahí la expresión «está en la quinta forca». En los libros de historia también se pueden leer relatos estremecedores como el de la cabeza del general Moragas, que colgó durante doce años de una jaula para recordar a los catalanes la derrota ante las tropas de Felipe V.
Barcelona también tiene un fantasma que hace autostop en la carretera de La Rabassada y cuentan que la actriz Margarita Xirgu se pasea por el Teatro Romea. Aunque ahora las historias más increíbles se cuecen en tu móvil.

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