Al paraíso le salen grietas
Siempre hay muy buenos motivos para leer a James Salter. En este caso, aunque se trate de la reedición (la tercera edición) en castellano de una novela que, originalmente, fue publicada en Estados Unidos en 1975, cuando James Salter (en realidad, su apellido es Horowitz, aunque en 1956 lo canjeó por Salter para que sus compañeros de las Fuerzas Aéreas, que habían participado con él en la guerra de Corea, no descubrieran que era el autor de «Pilotos de caza») hacía ocho años que no publicaba. En 1967 había sorprendido con «Juego y distracción» y desde entonces su perfil bajo como escritor, aunque reconocido por muchos otros como Richard Ford Susan Sontag como un verdadero maestro secreto, admirado por una prosa que por momentos no parece escrita sino esculpida a mano y por ofrecer personajes que muestran la entrañable y cruel fugacidad de la vida, le había permitido, a cambio, dedicarse a escribir una novela tan exquisita y devastadora como «Años luz».
Paseo a orillas del Hudson
Ambientada entre Manhattan y una vieja casa al norte de Nueva York, donde el matrimonio Berland, formado por Viri, un arquitecto que adora su profesión, y Nedra, una mujer que se interesa por cosas simples, como cenar con amigos, pasear a orillas del río Hudson, jugar con sus hijas de cinco y siete años, «Años luz» narra, en aparariencia, la adorable vida de los Berland en ese sitio idílico en medio de prados y bosques y animales. Pero detrás de esa apariencia comenzarán a asomar las grietas, las frías astillas que, oración tras oración, terminarán devastando un matrimonio que parecía destinado a la felicidad. Pero no, el paso del tiempo será implacable siempre más allá de que les aguarde un breve espacio de fulgor.